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La psicología "instantánea" que se encuentra en Instagram o Facebook nos hace perder de vista la singularidad desde la que actúa cada persona

En los últimos años, las emociones han ganado un lugar relevante en lo público y lo privado. Actualmente es cada vez más común que las emociones se tomen en cuenta incluso en ámbitos donde antes se les subestimaba o se les ignoraba, como el terreno profesional, laboral o educativo.

Un posible indicador de este fenómeno es la popularidad que tienen ahora términos como “inteligencia emocional”, “apego”, “autocuidado”, “salud mental”, "responsabilidad afectiva" y aun uno tan polémico o debatible como “toxicidad” (referido a las relaciones interpersonales), tan en boga en nuestra época. Estos términos, pese a tener su origen en campos de especialización psicológica y de otras disciplinas, se han vuelto tan comunes que no sería exagerado afirmar que han pasado a formar parte no sólo del vocabulario de nuestra época sino también de la mentalidad de nuestro tiempo. Así, influyen en la manera en que se interpretan y se viven situaciones donde las emociones están involucradas, por ejemplo, la relación de una madre con su hija, una relación de pareja, una relación de amistad, etcétera. Si pensamos en el lenguaje de nuestros padres o abuelos, quizá palabras como “desapego” o “crianza” serían impensables en sus conversaciones. 

Esta situación es compleja. Desde el sentido común quizá dicha relevancia de las emociones nos parezca ya muy evidente o “lógica”, pero esa apariencia de “naturalidad” también habla del nivel de penetración logrado por el actual discurso reivindicador de las emociones.

Los medios digitales son uno de los elementos con los que puede comenzar a explicarse este fenómeno. En cierta forma, son también uno de los primeros puntos de contacto entre la realidad cotidiana y los campos de saber especializado que tienen a las emociones como objeto de estudio. 

Particularmente en las redes sociales abundan publicaciones que “sintetizan” o “simplifican” conceptos y nociones de disciplinas como la psicología para hacerlos accesibles a un público masivo (no especializado), con una cierta intención pragmática. Dicha simplificación tiene como propósito que el concepto en cuestión pueda ser utilizado en la vida diaria, casi siempre como solución a un problema tal vez común a muchas personas (de ahí el interés de difundirlo). 

Captura de pantalla del perfil de Instagram "psiquenlinea(30 de julio de 2021) 

Esta especie de psicología ready-made tiene un éxito notable. Las publicaciones de su tipo alcanzan métricas impresionantes, quizá incluso un tanto increíbles tomando en cuenta los temas de los que hablan. Desde cierta perspectiva es sorprendente que ahora haya tanta gente interesada en entender sus emociones (si es que esta deducción es admisible ante lo que puede observarse en redes sociales). Incluso podría uno preguntarse dónde estaba ese interés hace un par de décadas y pensar en los cambios sociales y culturales que han ocurrido para que dichos temas hayan emergido a un nivel más superficial de lo público y lo privado, “visibilizándose” (como se dice ahora de tantos otros fenómenos que al parecer antes estaban ocultos o disimulados).

Entre lo superficial y lo visibilizado, es posible que lo primero describa mejor la manera en que las emociones son tratadas en las redes sociales. Y no en un sentido despectivo. El tratamiento es superficial porque no puede ser de otro modo. Teniendo en cuenta el medio, los formatos y a veces también las intenciones del autor o autora de una publicación (ganar alcance y popularidad, por ejemplo), la simplificación se impone como la vía más obvia para obtener los resultados esperados. 

Señalar dicha cualidad no implica una censura, pero sí una suerte de advertencia: no será a base de publicaciones de Instagram, Facebook o Twitter como una persona pueda obtener su “educación sentimental” (para decirlo con la expresión de Flaubert), es decir, el conocimiento de quién es o el entendimiento de las motivaciones de sus actos.

Dicho conocimiento se logra a través de un trabajo de elaboración de la propia subjetividad, es decir, de las experiencias que han formado a cada persona. Experiencias que son únicas, tanto como lo es la familia de la que cada cual proviene, los padres que tuvo, las escuelas a las que acudió, la época en la que creció, las personas que formaron parte de su círculo más íntimo, los afectos en torno suyo y, en fin, todo el conjunto de factores que desembocan en eso que podemos llamar “personalidad”, la manera singular que cada cual tiene de ser y estar en el mundo, de entenderlo y habitarlo.

Un consejo, una recomendación, una lectura, la plática con un amigo, son situaciones que pueden echar luz sobre ese camino, pueden aclararlo y ponernos sobre la pista. Pero al final, es sólo a través del trabajo de elaboración –constante, consciente, disciplinado– como se puede formar el conocimiento de uno mismo.

 

Twitter del autor: @juanpablocahz


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Imagen de portada: xsullo