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El arte en peligro de extinción de cazar con águilas doradas

Durante mucho tiempo, en Kazajistán y en Kirguistán, ciertos pobladores de zonas áridas y frías cultivaron el arte milenario de cazar con águilas. Tradicionalmente se trataba de cazadores nómadas, muchos de los cuales han migrado a Mongolia, donde todavía se preserva esta tradición, si bien en lo que podrían ser sus postrimerías. Con la vida moderna ya no es necesario depender de un águila para vivir, pero pese a eso siguen intentando mantener viva una fascinante tradición de utilizar águilas doradas para que estas les provean alimento. O quizá han encontrado que además de comida las águilas generan atención, turistas y otros modos de obtener beneficios. 

Los cazadores toman al águila dorada del nido (generalmente se elige a una hembra, ya que son más grandes) y con esto se busca desarrollar un vínculo íntimo. Se le cuida y se le guarda en lugares calientes.

El método de caza, grosso modo, consiste en subir a las alturas de los valles en los meses de invierno para que sea más fácil atisbar a algún animal contra el fondo blanco de la nieve, generalmente un zorro, pero en ocasiones también otros animales más grandes como lobos o cabras, y dejar al águila libre para que cace y traiga la presa de regreso a su amo.

Generalmente mantienen al águila unos 10 años -estos animales llegan a vivir hasta 30-. Para liberarlas, debido al apego que se forma, en ocasiones los cazadores deben viajar lejos de su tierra e incluso ocultarse para que el águila nos los encuentre y vuele de regreso con ellos. La clave para desarrollar este apego, según los cazadores, es la manera en la que acarician y cargan a las águilas, que al parecer adoran esta forma de mimo.

 

 

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