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Una idea controversial que nos lleva a examinar a qué le dedicamos nuestro precioso tiempo de vida

"Abandona todo lo que no sea dharma", escribió Longchen Rabjam, uno de los yoguis más importantes y eruditos de la tradición del budismo tibetano. El término dharma es complejo. Etimológicamente, hace referencia a lo que sostiene o soporta. Su uso en las religiones indias se ha explicado como una evolución o sustitución del término védico rta, que era traducido como "verdad" u "orden cósmico". En este sentido, un grupo de textos sumamente importantes para el hinduismo se conocen como los Dharma-shastras, textos en los que se cifran las leyes de la sociedad y aquellos comportamientos que son propios de las diferentes clases y castas. Finalmente, para el budismo el término alcanzó un nivel aún más complejo, pues un "dharma" es también un fenómeno o un elemento de la realidad, además de que, por supuesto, refiere al conjunto de enseñanzas del Buda.

Así que dharma engloba tanto los aspectos espirituales y religiosos de la existencia como los aspectos que tienen que ver con la buena conducta, la vocación, el respeto y el orden de la existencia. Vivir conforme al dharma es alinear la existencia individual con el orden cósmico y buscar un crecimiento que permita existir de una manera significativa y posiblemente eliminar el sufrimiento. Cualquier actividad puede ser dharma, pero debe ajustarse a un cultivo del ser propio y un respeto del ser colectivo.

Esta introducción nos sirve para cotejar el dharma con una de las actividades principales del ser humano contemporáneo: el entretenimiento. Ante el vacío que dejaron en la sociedad la pérdida de las prácticas y fiestas religiosas (entre otros factores), el entretenimiento parece expandirse y ocupar ese hueco. Quizá el entretenimiento sea también la respuesta al hecho de que el ser humano ha dejado de cultivar una pretensión trascendente y, en cambio, ha adoptado una visión materialista o nihilista del mundo; entonces, el entretenimiento no es distinto a cualquier otra actividad en las que puede involucrarse el ser humano. 

Asimismo, cabe hacer notar que el entretenimiento que se practica mayoritariamente en nuestra época es radicalmente opuesto a la noción de ocio que se tuvo en el pasado, pues hoy en día, aun actividades que podríamos considerar triviales, banales o de distracción pura, son el negocio de grandes corporaciones que capitalizan el tiempo que pasa una persona en una plataforma. Facebook y Netflix son probablemente los mejores ejemplos de esta práctica, pero no son los únicos. Así, algunos teóricos de comunicación hablan de "infotainment", un híbrido de información y entretenimiento en el que se han convertido la mayoría de los contenidos en los grandes medios de comunicación.

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Por su origen etimológico, la palabra "pornografía" alude a un "escrito" o "tratado" sobre la prostitución. En cierta manera, toda la pornografía es imagen de la prostitución, el comercio sexual y, más aún, del comercio del cuerpo y del ser humano en sí mismo. Con la práctica, el término "porno" también se ha asociado a algo de baja calidad que además corrompe y contamina. Desde hace unos años y particularmente en el idioma inglés, la palabra se ha usado para describir todo tipo de contenido que es enormemente atractivo visualmente y sin relación alguna con la sexualidad, por ejemplo, "tree-porn" (para fotografías de árboles), "sky-porn" (en el caso de las nubes y los cielos) o "food-porn" (para todo tipo de contenido visual centrado en la comida), en todos los casos con una alusión velada o explícita a la idea de un "atracón" (binge), una especie de comportamiento compulsivo y desmesurado.

Con estas definiciones y usos, los paralelismos entre la pornografía (o, en general, la noción de "porno") y el entretenimiento comienzan a hacerse claros. Las empresas que dirigen las plataformas de contenidos han implementado estrategias para hacer que las personas entren en estados de consumo obsesivo-compulsivo, lo cual se convierte para aquellas en una ganancia económica. Para lograrlo, las grandes casas productoras de contenido no reparan en "prostituirse", en comerciar con sexo, violencia, odio y demás, y apelar a los instintos humanos más elementales para obtener reacciones  fáciles y entonces "cautivar" al público. Y es así como millones de personas en todo el mundo pasan horas viendo series, jugando videojuegos o compartiendo memes. 

Pero debajo de ello se encuentra la concepción de la realidad que implica dicha forma de entretenimiento. Esto es, la noción de que el ser humano no tiene nada mejor que hacer –y nada mejor que ser– que entretenerse. El individuo produce, entra en el sistema de circulación de la economía, para luego poder aspirar a entretenerse. Un buen partido de futbol o una serie de Netflix suelen ser las actividades que coronan la existencia, que brindan consuelo y alivio. Se llega a concebir incluso que la distracción provista por el entretenimiento es algo bueno a priori. Distraerse es sano, se dice y se promueve por todos lados. Es sano, sobre todo, porque permite seguir produciendo, seguir sosteniendo un trabajo que no otorga ni sentido ni autorrealización. Como una especie de opio o analgésico que quita el dolor lo suficiente como para que se pueda seguir, como una pieza más dentro de la gran máquina indolente del sistema. "En nuestra sociedad somos claramente infelices" –dice al respecto Erich Fromm en ¿Tener o ser?– "Solitarios, angustiados, deprimidos, destructivos y dependientes: nos alegramos cuando podemos matar el tiempo que hemos ahorrado con tanto trabajo".

En cierta manera, la afirmación "todo entretenimiento es pornografía" podría parecer puritana y religiosa. Pero lo es, sobre todo, desde una concepción del ser humano en la que se cree que existe una pureza, un estado natural que se expresa cuando se libera de influencias negativas, o que existe una especie de realidad o verdad con la cual es posible regalarse y encontrar sentido y armonía.

Sea como fuere, que exista una realidad trascendente o que simplemente el ser humano tenga un potencial de existir de tal manera que pueda eliminar el sufrimiento y expresar capacidades superiores de conocimiento, el entretenimiento es pornográfico, pues prostituye esta capacidad, esta pureza, esta posibilidad de existencia; en pocas palabras: nos lleva a desperdiciar el tiempo precioso que recibimos y que podríamos dedicar a cultivar ese otro terreno, fértil y provechoso.

Si esto es así, el entretenimiento, el vehículo por excelencia de la distracción contemporánea, es el modo imperante de la ignorancia en el mundo. Por un momento nos hace olvidarnos de la gran angustia existencial, del hecho de que vamos a morir y de que nuestra mente no ha sido cultivada y está en condiciones deplorables para afrontar el misterio. El entretenimiento, con los placeres efímeros que nos brinda, se vuelve así la causa principal del sufrimiento.

 

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Imagen de portada: Asaf Hanuka