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El concepto trascendental de Ralph Waldo Emerson

Ralph Waldo Emerson es, sin duda, uno de los pensadores más influyentes en la historia de Estados Unidos. Su alcance intelectual puede observarse entre los trascendentalistas estadounidenses del siglo XIX (de Henry David Thoreau a Walt Whitman) y posteriormente en el movimiento de desarrollo del ser (o potencial humano) que fue tan importante en la década de los 60 en dicho país y que sigue ejerciendo influencia en lugares de estudio e investigación como el Instituto Esalen de California. De Emerson, según algunos académicos, se desprende la noción de una espiritualidad no religiosa, que en su caso parece haber sido resultado de que fue un asiduo lector de la espiritualidad india, particularmente de las Upanishad y la Bhagavad Gita, textos que imitó notablemente en sus poemas. Por otro lado, Emserson fue también una de las principales influencias de Nietzsche, particularmente en el periodo en que el filósofo escribió Así habló Zaratustra (publicado en 1883).

En esta ocasión traducimos un fragmento de uno de los ensayos más importantes en la historia de la literatura norteamericana, "The Over-Soul", de 1841. En este texto Emerson se muestra como el poeta de inspiración platónica que se dedicó a restaurar el alma en el mundo y a cantar su moción, la cual atraviesa a los seres humanos, quienes son a su vez sólo vehículos de esta fuerza verdaderamente culturizante, de esta energía de unidad que se despliega a través de la diversidad de la creación natural y artística.

Traducimos el término Over-Soul de Emerson como "superalma" dado que es posible reconocer en este visos del "anima mundi" que los platónicos asociaban con Afrodita (la Celeste), la esencia de la belleza y el amor que era la naturaleza en su aspecto más diáfano y a la cual podemos describir como el Alma de todas las almas, el ser en el que los seres descansan y obtienen su luz y poder (como un sol espiritual). Madame Blavatsky, por su parte, comparó el "Over-soul" de Emerson con el alaya-vijnana de los budistas, esto es, el almacén de toda la conciencia, el registro kármico de todas las vidas. En términos más cercanos a las nociones de Occidente, podría pensarse también en la mente inconsciente. Para Blavatsky esto es equivalente a un alma del mundo; para los budistas, sin embargo, el alaya es relativo y sin existencia inherente, y está destinado a desintegrarse.

En algunos aspectos de esta superalma podemos ver un avatar de la idea del daimon de los antiguos griegos, el famoso dios de Sócrates que opera como una moral superior, una conciencia que nos mantiene en regla y nos hace ajustar nuestra voluntad a una voluntad universal. Si bien, con la diferencia de que Emerson no individualiza su superalma y, en el caso del daimon, éste estaba consagrado a cada persona, como una estrella o un ángel guardián. Al respecto el psicólogo James Hillman, en su libro The Soul's Code, sugiere que el daimon es aquello que nos lleva como por un telos inmaterial hacia nuestra vocación, operando como un imán celeste que nos hace recordar nuestra elección de vida. Y si es necesario hacernos pasar estragos, el daimon no reparará en infligirlos, en el mismo sentido en que la superalma opera como una fuerza reguladora que lleva al hombre a un equilibrio desde el cual puede sintonizar y seguir a la voluntad universal en su manifestación creativa, según Emerson.  

Al principio, Emerson argumenta en su ensayo que el ser humano desconoce bien a bien su origen, pero alcanza a percibir que es parte de algo más grande que él: "El hombre es un río cuya fuente está oculta. Nuestro ser desciende a nosotros de no sabemos dónde", escribe. Emerson luego parece contestar esta duda ontológica:

El Crítico Supremo de los errores pasados y presentes, y el único profeta de aquello que debe llegar a suceder, es esa gran naturaleza en la que descansamos como la tierra yace en los suaves brazos de la atmósfera; esa Unidad, esa superalma dentro de la cual yace el ser particular de cada hombre y a través de la cual se vuelve uno con todos los demás; el corazón colectivo del cual toda conversación sincera es objeto de adoración, ante el cual toda acción virtuosa es sumisión; esa realidad sobrecogedora que cuestiona nuestros trucos y talentos y obliga a cada uno a ser tal como uno es y a hablar desde su esencia y no desde su lengua y que tiende siempre cada vez más a volverse nuestro pensamiento y acto y convertirse en sabiduría y virtud, poder y belleza. Vivimos en lo sucesivo, en la división, en partes, en partículas. Mientras tanto, en el interior del hombre está el alma de la totalidad; el silencio sabio; la belleza universal, con la cual cada parte y partícula se relacionan por igual, el eterno UNO. Y este poder profundo en el que existimos, y cuya beatitud está siempre disponible, no sólo es autosuficiente y perfecto cada instante, sino que es el acto de ver y lo que es visto, el observador y el espectáculo, el sujeto y el objeto, son uno. Vemos el mundo fragmento a fragmento, como el sol, la luna, el animal, los tres; pero la totalidad, de la cual estas cosas son luminosas partes, es el alma. Sólo a partir de la visión de esta Sabiduría se puede leer el horóscopo de todas las edades, y al recurrir a nuestros mejores pensamientos, al entregarnos al espíritu de profecía que es innato a todo ser humano, podemos saber lo que dijo...

Emerson añade que esta alma es el terreno en el cual tenemos nuestra existencia:

desde dentro o desde el fondo una luz brilla a través de nosotros hacia el mundo y nos lleva a la conciencia de que no somos nada, pero la luz es todo. Un hombre es la fachada de un templo en el que todo el bien y la sabiduría residen... Toda reforma busca, de alguna manera, hacer que esta alma opere a través de nosotros; en otras palabras, que nos haga obedecerla.

Fue Emerson, sin duda, un poeta que bebió del vino espiritual de todas las eras. 

 

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Imagen de portada: fotografía de la instalación Your blind passenger, de Olafur Eliasson (Frank Augstein/AP; 2019)