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El genio atormentado de la ciencia ficción nos regala un gran entendimiento ético de la existencia

Philip K. Dick es lo más cercano a un profeta de nuestros tiempos. Un hombre atormentado por visiones y mentalmente perturbado, pero que en el fondo tenía un corazón de santo. En sus visionarias novelas Dick anticipa cómo la tecnología poco a poco iría deshumanizándonos, eliminando el factor más humano de la ecuación: la empatía. El otro gran tema de los libros de Dick es la sustitución de la realidad por realidades falsas programadas informáticamente. De hecho, se trata del mismo tema: la falsificación y la enajenación del auténtico espíritu humano a causa de la ambición, el utilitarismo y el olvido de las verdades espirituales.

La esencia de Dick puede constatarse en la siguiente frase:

La verdadera medida del hombre no es su inteligencia o cuán alto se alza en este mundo insano. La verdadera medida del hombre es esta: qué tan rápido puede responder a los demás y qué tanto de sí mismo es capaz de dar.

La ética antes que la epistemología, la compasión antes que la inteligencia. El último Dick, el que estaba asediado por la idea gnóstica de que vivimos en un mundo falso y escribía casi con automatismo decenas de páginas todas las noches (que han sido editadas en el monumental The Exegesis), era también un hombre profundamente compasivo, un hombre que creía no sólo en el ideal cristiano sino también en la noción del bodhisattva:

Sólo escapa verdaderamente del laberinto cuando decide regresar voluntariamente (volverse a someter al poder del laberinto) para beneficiar a aquellos que siguen atrapados dentro de él. Esto es, nunca puedes irte tú sólo, para salir debes elegir llevar a los demás... esta es la paradoja última del laberinto, la ingenuidad quintaesencial de su construcción, que la única vía de salida es una vía de regreso voluntaria (al interior de su poder), que es lo que constituye el sendero del bodhisattva.

Aquí parece enunciar una especie de alquimia salvífica de la compasión. Una versión del sacrificio cristiano que incorpora la idea budista de "regresar" al samsara, o en término más modernos, de regresar a la "Matrix". En The Exegesis, Dick escribe: "Cristo es Buda homologado como bodhisattava".

La otra idea que merece rescatarse aquí, una menos soteriológica, es la importante idea de enfatizar valores humanos de amor y compasión en lugar de seudovalores como el poder, la eficiencia y el éxito, como hace nuestra sociedad actualmente. Dick sugiere que al enfatizar los impulsos egoístas no sólo perdemos el alma humana, sino que vamos cayendo más hondo en la madriguera del gran simulacro.