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DECÁLOGO dedica esta entrega a modo de homenaje, por 10 cintas del maestro con motivo del estreno de 'Al otro lado del viento'

Ciudadano Kane ha sido considerada por críticos, cinéfilos, investigadores y académicos cinematográficos como una de las más grandes películas; incluso desde 1952 y hasta el año 2012, cuando Vértigo de Alfred Hitchcock tomó la estafeta, la obra maestra de Orson Welles fue considerada por la prestigiosa publicación Sight & Sound como la más importante cinta de la historia. Estrenada en 1941, causa de revuelo, debate y polémica, la obra maestra del entonces joven director norteamericano irrumpió con blasones propios generando lo mismo asombro que desconcierto en diversos sectores del poder publicitario, de prensa y medios de comunicación en general. Pero el asombro no sería una consecuencia en sí mismo, sino el fiel reflejo del arte del maestro nacido en Kenosha, Wisconsin, durante la primavera de 1915.

Welles cobró notoriedad desde el inicio de su carrera, en el teatro obtuvo sendo reconocimiento, y en la radio revolucionó los contenidos virtuales que podrían considerarse reales desde el talento mismo de quien diera vida al micrófono; con una sonora voz y la elocuente descripción en 1937 de La guerra de los mundos, Welles logró que la novela de H. G. Wells impactara a la población que al escuchar su transmisión radial, salía despavorida de sus casas o se resguardaba en ellas, aterrada por los acontecimientos derivados de una invasión que sólo sucedía en la imaginación del genio.

El talento y derroche de histrionismo de Orson Welles adquiría la admiración y el reconocimiento inmediatos, lo que llevó al también director a dirigir y protagonizar la épica cinta que narra las cuitas de Charles Foster Kane. A partir de ese momento y con sólo 25 años, Orson Welles transitó de la admiración al rechazo, del apoyo de la industria a configurar su propio cine independiente, y de la consideración de un hito norteamericano al exilio. Decenas de películas sin completar, centenares de secuencias y escenas incompletas, proyectos difusos entre sus propias cavilaciones de perfeccionismo, llevaron a Welles por la senda del mito.

Su dedicación casi obsesiva por cada proyecto es tan famosa como su extraordinaria innovación, así como el carácter de sus personajes que impregnan situaciones límite, caracterizaron la portentosa obra de un cineasta que fue capaz de brindar un viso único a la fotografía en cada ángulo dirigido, así como de construir desde su propia invención un nuevo lenguaje cinematográfico.

Una sobria personalidad, atuendos perfilados por las gabardinas y los sombreros, el puro ensortijado de ansiedad y la quietud contrastante de sus pasos, son algunos de los distintivos del personaje que en sí mismo era Orson Welles. Fue en 1985 cuando el maestro murió en Los Ángeles, California, y con él se anidaban en el misterio diversas producciones que aguardaban una conclusión indefinida. Es entonces que la realización de Al otro lado del viento se convirtió en todo un suceso, desde su inicio a principios de la década de los años 70 hasta su conclusión final, o al menos así considerada por los allegados al proyecto, 4 décadas después. Al otro lado del viento fue estrenada el pasado otoño, con reacciones en su mayoría positivas, un festín visual que intercala el asombro, la nostalgia, la sensualidad y el atrevimiento de un director en su testamento fílmico.

Uno de los mejores directores de la historia, para muchos el mejor, estrenada a más de 30 años de su muerte, su obra póstuma, al menos, la última cinta que filmó y la más reciente en ser concluida y restaurada desde sus negativos. El estreno ha generado en la previa gran expectación, y las escuelas de cine del mundo entero dispusieron atestiguar el auténtico acontecimiento que significa contemplar una película vestida por el anhelo, la ilusión y la magia del cine que presenta esas realidades alternas que no sabemos si son realidad o fantasía.

DECÁLOGO dedica esta entrega a modo de homenaje, por 10 cintas del maestro con motivo del estreno de Al otro lado del viento, y hacemos un recorrido por la fascinación admirada que descubre y revisita las apoteósicas tomas, dinámicas secuencias y brillantes actuaciones que definieron el estilo sobrio, visionario y operístico del imponente Orson Welles Al otro lado del viento se estrenó en selectas salas de cine, y de igual forma en sintonía streaming, lo que nos ha permitido capturar la complejidad visual, narrativa y emocional que el director ha legado como un colofón para el canon fílmico de uno de los más grandes genios de la cinematografía universal.

 

10. Al otro lado del viento (The other side of the wind) 2018

Dos historias, dos planos narrativos, dos intenciones, dos secuencias paralelas, dos destinos, dos resoluciones vertidas en la dualidad del otro lado del viento. ¿Es posible que el viento tenga dos lados? ¿O será que acaso el viento separa el espacio en dos dimensiones distintas? Orson Welles enhebra su última película con una extraordinaria yuxtaposición de imágenes que narran el último día en la vida de un director del cine que ante la muerte, presenta la inminente relación de su obra y personajes. Por una parte observamos la jornada del director que agónico atestigua el estreno de su cinta, un aspirante a director que le confiere la admiración y el espejo a reflejo de su arte, y una trama que en pantalla muestra la seducción de una pareja que se vierte con la sensualidad, el deseo y la humedad de cuerpos sugerentes y escenas cargadas de erotismo y vacuidad.

Protagonizada por el legendario John Huston, y por la entonces sensación cinematográfica Peter Bogdanovich, Al otro lado del viento muestra en su personaje central femenino a la escultural Oja Kodar, quien además de modelo y actriz, guardaba una estrecha relación con el director. Huston, consagrado director asume su papel con total sobriedad, lo vive, es parte de su historia; Bogdanovich de igual forma, encarna a la perfección al crítico ensayista que logra tras el lente consolidarse como director, mientras Kodar ofrece una fuerza de impactante energía sexual que rebasa el tenor tradicional de las cintas de Welles.

Una suerte de redención cinematográfica, prosigue con giros visuales y vaivenes estéticos que no dan respiro al espectador y que, sin agotarlo, aún le permiten experimentar la contemplación como acuse artístico del director. El resultado es una interesante propuesta cinematográfica que conjuga escenas capturadas, ideas y proyectadas por su autor durante 5 años de filmación y otros más en el proceso de edición y reedición, que no concluyeron con su muerte sino ahondaron el trabajo de quienes participaron, como el propio Bogdanovich o Kodar, así como de Beatrice Welles, hija del director, quienes aun entre la bruma del conflicto y el recelo familiar y profesional, dieron a bien la conclusión de esta cinta peculiar.

El viento como significado, la dualidad como integrador de su fugacidad y el legado como un vínculo entre artista y su obra, pareciera ser un testamento fílmico de autorreferencia o identificación que brinda una posible autoafirmación del director sobre su propia personalidad afable en lo social y reticente, obsesiva y perfeccionista tras la lente y al frente de las cámaras que consolidaron su arte y su legado. Al otro lado del viento se presenta como una promesa, aquella que se anida en vincular dos intenciones, dos realidades, dos encuentros.
 

9. F de falso (F for fake) 1974

Con F de falso Orson Welles viró sorpresivamente hacia el documental como una fuente de innovación dinámica, sugerente y vivificadora, mediante una edición audaz, muy a la par de Al otro lado del viento, secuencias en primera persona que con rapidez y súbitos acercamientos provocan un diálogo entre el narrador y el espectador a modo didáctico. La autenticidad como patrón de la duda, el valor del arte como fuente de información y la irresoluble definición de los géneros cinematográficos, acompañan la descripción de Welles respecto a los engaños sucesivos que acontecen en la mente del artista y del espectador.

La búsqueda y el encuentro que forman una constante de Welles, en F de falso adquieren sentido desde la percepción; el director nos invita a descubrir la verdad desde los hechos, la historia creada y recreada desde el arte y sus creadores, del escapista y su ilusión, el arte que vemos como mentira o verdad, la fabricación del fraude o de la propia realidad. La declaración del director acusa directamente y con elocuencia, la magia, ilusión y fabricación de la verdad desde la realidad que confiere la apuesta por confiar en lo falso, que el propio cine antecede a la audiencia.

Resulta curioso que a partir del año siguiente a su estreno, comenzaría un serial interminable hasta nuestros días de cintas denominadas blockbuster, de lo cual hemos ya escrito en esta columna, y que se caracterizará por el uso exacerbado de efectos visuales destinados al entretenimiento más que a la trama misma. Este documental, película o manifiesto visionario, hace un repaso en guía por la obra de De Hory, en la participación de Oja Kodar, Gary Graver y Francois Reichenbach.

 

8. Otelo (Othello) 1952

Con Otelo, Orson Welles continuó su exploración cinematográfica por la obra de William Shakespeare, la cual había iniciado unos años atrás con la realización de la espectacular cinta Macbeth. Welles apostó por protagonizar él mismo la película, y recurrir al maquillaje y caracterización para conformar su personaje, incluso ante la falta de recursos, misma que había definido algunos utensilios e implementos como la corona de Macbeth, repetida en anécdotas y vicisitudes en la filmación de Otelo.

Welles pudo ser criticado por tal decisión en esta época; sin embargo, a mediados de siglo, la acepción del color o la adecuación intencional del protagonista eran vistas como un recurso natural. No obstante, Welles no hubiera dejado que nadie más interpretara su propia visión del clásico. Los celos, el amor pasional vuelto tragedia, la acusación, la cizaña, y la desconfianza generada por la posesión, convergen una dualidad que transita entre el poder y el deseo, entre la apropiación y la posesión, entre el libre albedrío y el destino que resultan inseparables a la tragedia y su resolución.

Venecia como palestra de las emociones humanas y las congojas que suceden inalienables entre Otelo, Desdémona y Casio; la lucha familiar, el racismo, la autoafirmación, la desconfianza y la lealtad, confieren una línea narrativa que brinda la óptica de la infidelidad como una suposición, y la traición como el móvil de la desventura para el director y su obra. Ganadora en el Festival de Cannes, Otelo brinda secuencias extraordinarias, cuyos movimientos de cámara insinuantes y revolucionarios recuerdan el cine bélico de los años 30, con el genuino montaje del maestro. La obertura de Otelo es un logro cinematográfico de dimensiones épicas, un poema visual del maestro norteamericano.
 

7. Macbeth (Macbeth) 1948

Primera aproximación del director a la obra de Orson Welles, Macbeth marcó un hito en la realización de cintas con base en la célebre heredad literaria de William Shakespeare, justo en el año en que Laurence Olivier estrenara con éxito la película ganadora del premio Óscar, Hamlet.

Welles, amigo de Olivier, admirador por igual de Shakespeare, filmó su visión particular del clásico; mientras Olivier se apegó a su puesta en escena teatral, llevando la obra de teatro al cine con la rigurosidad de la dramaturgia, Welles imprimió un sello, su sello, el cine. En el teatro, Welles trató siempre de apuntalar con fuerza cada obra de Shakespeare con precisión y magnificencia, pero una vez detrás de las cámaras, ofreció el aporte único que no podría ofrecer la sala de teatro, la profundidad de los paisajes, el juego de luces de las emociones, el blanco y negro sepulcral y a la vez elegante, y los efectos visuales y de sonido que el movimiento de la imagen imprimiría al clásico.

La profecía del poder delegado por el hado, los significados y conceptos líricos, la sobrenatural intervención del destino como consigna, omnipresente en la obra de Shakespeare, la dualidad humana y divina, y en la propia divinidad la maldad y el bien que se bifurcan en la predestinación, convergen en el suicidio, la traición y la tragedia. Cual clásico griego de manufactura shakesperiana, Macbeth ofrece una de las mejores adaptaciones de Shakespeare en cine; Lady Macbeth, interpretada por Jeanette Nolan y Macduff por Dan O’Herlihy, completan el elenco de la que es, quizá, la película con mejores actuaciones en general en la filmografía del maestro.

 

6. El extranjero (The stranger) 1946

Obra maestra de la cinematografía de mitad de siglo, y referente fundamental del cine de la posguerra, El extranjero es una de las primeras, si no la primera película que ofrecía a la audiencia en general escenas reales a modo de vestigio del holocausto y la búsqueda en cierto flujo de persecución, de aquellos criminales de guerra que habían huido hacia diversos países, en especial al continente americano. Con esta premisa de culpabilidad y castigo, de escape y búsqueda, Welles ofrece una trama pletórica de detalles y símbolos propios de la época, lo que la convierte en una fuente de información contextual para quienes investigan la aproximación del cine hacia las consecuencias de la guerra, de los motivos y acciones que desencadenaron uno de los tópicos más dolorosos del conflicto.

Sin argumentar discreciones políticas, sino justificar la caza del criminal desde el crimen mismo, Franz Kindler ha llegado a un pequeño pueblo de Connecticut para escapar del juicio patibulario; adquiere otra identidad, la de un profesor de nombre Charles Rankin, y busca contraer matrimonio con Mary, quien desconoce el verdadero origen de su prometido. Al tiempo que se incrusta en la comunidad siendo como un extranjero que no lo parece, se aboca a la procuración del viejo reloj del pueblo, y no es sino hasta que un converso que le localiza para redimir su pasado, que la pista de su paradero se confirma para el agente Mr. Wilson, quien funge como el detective que une las piezas del engranaje que da movimiento a las manecillas del tiempo como una suerte de sentencia. La guerra, los posicionamientos ideológicos, la búsqueda, el encuentro, el crimen y el castigo a consecuencia, pugnarán la derivación de aquellos componentes de una identidad fingida, asumida y oculta.

El extranjero hace referencia a un momento histórico, y con sutileza hace un gesto de pérdida de la inocencia política desde lo individual, con la prometida que debe asumir su futuro esposo es un criminal del guerra, y la del pueblo, que ha depositado la confianza en el maestro, en ambos casos, la referencia de la geopolítica emerge con asombro, y para esa acción, un mismo plano secuencial, la muestra gráfica de folios del holocausto que, desde el rostro de Edward G. Robinson, ilustra lo mismo que aterra, sin duda, una película fundacional.

 

5. La dama de Shanghái (The lady from Shanghai) 1947

El reflejo multidimensional de un espejo, la infinita probabilidad de la imagen, la imponente presencia de Rita Hayworth, la intriga, el crimen, las prebendas a beneficio y la seducción, integran el insumo ficcioso de esta extraordinaria cinta de cine policial, que se convirtió en un hito de la cinematografía universal. La influencia de La dama de Shanghái es incuestionable, directores y directoras de distintos géneros han tratado de emular el logro cinematográfico del director nacido en Wisconsin. El personaje de mujer hábil, decidida e incluso fatal que retrata Hayworth, rompió muchos esquemas en su tiempo, y permitió a la actriz desplegar su capacidad histriónica generando diversos debates e incluso el rechazo de algunos círculos cinéfilos.

La película fue vetada de alguna forma por su atrevimiento, para después, tal como ha ocurrido con varias de las películas de Welles, ser considerada una obra maestra. Estrenada justo en el pináculo del llamado cine noir, La dama de Shanghái aborda la credulidad, la seducción como un arma y el enamoramiento como una justificación a excusa del implicado. La trama desarrollada en el abismo del océano como telón y sobre un yate como escenario, dilata la confabulación de los personajes y la supresión de intencionalidades que gravitan entre la traición y las pasiones.

Pero es sin duda la combinación del fuerte personaje femenino con la innovadora fotografía lo que eleva la historia original de Sherwood King a un nivel superlativo, donde el cobro de un seguro por muerte intencional, reserva la ironía de un punto de llegada que parece no serlo. Y esa dual hazaña de la película ha influido a decenas de cintas cuyo protagonista femenino desarrolla la variopinta gama de acepciones, habilidades y objetivos por una parte, y por la otra, la innumerable sinergia por homenajear y referenciar a modo de inspiración, el caleidoscópico plano secuencial que amplia las posibilidades visuales del espectador.

 

4. Soberbia (The magnificent Ambersons) 1942

Adaptación de la novela ganadora del premio Pulitzer, autoría de Booth Tarkington y ambientada a principios del siglo XX, Soberbia fue la segunda película dirigida por Orson Welles, y representaba el reto directo por emular el logro cinematográfico que había implicado su primera cinta. De igual forma, la película se convirtió en la primera adaptación literaria del director, lo cual sería recurrente en la gran mayoría de sus obras, las cuales basarían su óptica visual como intervención imaginaria sobre un texto primigenio. Finalmente, para concluir la serie de primeros sucesos en la carrera del director al filmar Soberbia, ésta significó su primera experiencia como director sin protagonizar la película, remitiéndose por entero a su labor como director, y por otra parte, acusó ser la primera cinta en cuya mayor parte del montaje final, contó con la intervención a ultranza de los productores, dejando el sensible gesto de insatisfacción que sería a posteridad un calificativo para el estado emocional del director.

El resultado ambiguo de la película proveyó de herramientas a Orson para decidirse por el cine independiente y con ello, limitar la distribución de sus próximas películas, que como hemos visto, recibieron acogida en otros lares. Protagonizada por Joseph Cotten, Soberbia narra la historia de una familia y sus allegados, donde la avaricia, la ambición, el enamoramiento a frustración de la correspondencia, las pasiones, los intereses y la doble moral a juicio de la clase, el capital y la posición social, definen el presente y el futuro de las relaciones peligrosas que acontecen el devenir de los personajes. Para Welles la oportunidad de hacer una crítica social desde el retrato familiar tendría un aliciente más profundo que estrictamente figurativo, pero apenó que el resultado fuese editado a discreción del estudio.

No obstante las penurias del joven director que aún no tenía 30 años y ya había estrenado dos obras maestras, Soberbia ha sido reconocida en su momento con nominaciones a diversos premios y en la actualidad por su narrativa e interpretaciones, además brinda la posibilidad de admirar el trabajo de Welles detrás de la lente, lo cual resulta por demás atractivo si atendemos a que el resto de su filmografía estará delimitado por la variable actor-director.

 

3. Campanadas de medianoche (Chimes at midnight) 1965

Campanadas de medianoche ha sido reconocida por la crítica como una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la obra de William Shakespeare, en especial por la concatenación de diversas obras en una; en torno del personaje Falstaff, Welles incluyó en la realización pasajes de Enrique IV, Enrique V y Ricardo III, entre otras, y lo hizo configurando la traición a la amistad como una tragedia de la inocencia, la ambición y las confabulaciones.

Destacando la actuación de John Gielgud como Enrique IV y de Orson Welles como Falstaff, en la probable mejor actuación de su carrera, Welles consagró la cinta en el Festival de Cannes, y convirtió la adaptación en su película más personal, la más apreciada desde su propia consideración. El humor involuntario y trágico de la evasión a discreción de la otredad, lacera por completo la interioridad de Falstaff y le hace habitar la soledad en plena batalla.

De esta forma podemos admirar la secuencia del Falstaff caminando sin un rumbo definido pero afincado en los apegos que jamás recibieron la reciprocidad de la realeza. Llevada del teatro al cine, tal como hiciera con sus películas sobre Shakespeare con anterioridad, Campanadas de medianoche se convirtió en un manifiesto visual de extraordinaria manufactura, donde las secuencias de batalla influenciarían el devenir de las cintas bélicas, y el uso de claroscuros desde el blanco y negro definirían la bruma como un elemento fundamental de la conciencia, esa a la que apela la trama.

Resulta increíble confirmar que el rodaje de esta película durara de facto poco tiempo, esto debido al presupuesto que siempre fue, aunado al persistente perfeccionismo del director, que hacía de una semana de filmación, años de conclusión al montaje y a la conclusión de escenas que quedaban pendientes ante la agenda de los involucrados. Al final, la tensión emotiva, la pericia fotográfica y el manejo del tiempo conjugado entre la multitud y el propio Falstaff en medio de la batalla de Shrewsbury, a través de una edición poética, podrían plasmar un sello de grandeza al legado del también ganador del premio Óscar honorífico.
 

2. Sed de mal (Touch of evil) 1958

Sembrar el mal y cosechar el bien resultaría una suma de factores cuyo resultado pareciera imposible o de origen perverso, irreversible, incomprensible a la luz de la ética y del bien como propósito, el mal de la corrupción anidado, dirigido y aplicado por un sistema. Sed de mal es una extraordinaria película que sitúa los sucesos en las horas del día y de la noche, oscura y progresiva, denunciante y encubridora de los males sociales. Situada en la frontera entre México y Estados Unidos, Sed de mal presenta una policía sumida en la corrupción en ambos lados de la aduana, en una coludida relación de intercambio de favores y generación de negocios que ante el poder de las influencias, procuran guardar en la intimidad de los separos.

Charlton Heston como el agente mexicano Vargas, Janeth Leigh como su esposa, y Marlene Dietrich en el papel de una mujer testigo, amante y cómplice de silencio de las villanías, vivirán en propia carne los desatinos, abatimientos, abusos, ínfulas, engaños, incriminaciones y la violencia acompasada de grupos clandestinos.

El entorno describe moteles a descargo, dinero a comanda y el encubrimiento del delito a conveniencia, todo bajo el control del comisario Hank Quinlan. En una personificación del mal, Orson Welles ofrece una espléndida caracterización y la fuerza interpretativa de la intimación, el cinismo y la descomposición policial de un sistema que aún tenía la esperanza en agentes como Vargas. Un atentado suscitado a provocación mediante el estallido de una bomba arrojada en sigilo dentro de un auto descapotable, es la encrucijada que guía la cinta como una detallada precisión fotográfica.

La secuencia inicial es perfecta, directa y sin cortes, la cámara inicia casi a ras de suelo y culmina en una toma panorámica mientras al fondo, al frente y al medio de los planos, gracias al efecto de profundidad de una toma que capta los movimientos y acontecimientos que se suceden uno al otro narrando la trama sin narrador y sin audio, permiten disfrutar la ambientación, y sumergen al espectador en el entorno que vivirán los personajes como un espacio definido por las circunstancias. La suplantación de pruebas, el tráfico de drogas, los atentados como una constante, la amenaza ante la declaración de la verdad, la habilidad para lograr la prueba definitiva y la arenga que desafía y confronta la perversión y la virtud, son plasmadas con maestría en esta adaptación de la obra de Whit Masterson que el maestro Orson Welles acompasa mediante las notas de Henry Mancini.

 

1. Ciudadano Kane (Citizen Kane) 1941

Obra maestra por excelencia en la cinematografía de Orson Welles, Ciudadano Kane es la película más alabada, reconocida, comentada y analizada de su canon, y sin duda, una de las más celebradas películas de la historia. Considerada (como mencionamos al inicio) por la revista Sight & Sound por más de 5 décadas como la mejor película jamás filmada y de igual forma reconocida como la mejor película estadounidense acorde al AFI (American Film Institute), Ciudadano Kane es la historia de un hombre que pasó de la nada al surgimiento, del surgimiento al auge, y del auge a la caída para culminar cual ciclo en la nada, y todo amparado en el misterio y la suposición arrojadas a la avaricia, la ambición y el poder.

Una palabra bastó para encumbrar el enigma de la película, “Rosebud”, y una acción para determinar la atemporal carga emocional del personaje Charles Foster Kane, que será narrada de forma no lineal bajo los acuses de su pasado y presente, desde la gravedad que transita el caer de una bola de nieve al soltarse de las manos del protagonista. Un susurro, un murmullo de la vacuidad del alma al desprenderse de la vida, asienta la consigna de la palabra, y presenta a la audiencia el ineludible recorrido por la vida del personaje. Inspirada en las cuitas del joven Werther, descritas por el genio Johann Wolfgang von Goethe y en especial de su Fausto, Ciudadano Kane sufrió en su estreno la acometida del imperio de los medios representado por William R. Hearst, quien sintió aludirse ante la historia de vida de un magnate que comenzó en la pobreza y cayó en la levedad del poder una vez alcanzado el magisterio de su imperio. Megalómano, obsesivo y ambicioso, Kane logra financieramente amasar una fortuna y posicionar un medio, pero carece de aquello que le da sentido, de lo más elemental, y sin revelarlo, deja una palabra al aire que parece remitir a un trineo, ese que el niño jugaba cuando en realidad fue feliz.

En coautoría de Herman Mankiewicz, el guión original ganador del premio Óscar permeó con estruendo la industria, su estreno significó una auténtica revolución de la fotografía desde el montaje, los ángulos, claroscuros, uso de la luz, y el manejo de la música compuesta por Bernard Hermann -asociado a la película que disputa con Ciudadano Kane ser la mejor de la historia, Vértigo-. Vetado por las referencias a la prensa sensacionalista, por las alusiones a la manipulación de las noticias-poder desde los grupos de poder, Welles sufrió el resultado de lo que sería su futuro, un genio descomunal sin total libertad creativa. Everett Sloane, Joseph Cotten y el propio Orson Welles, quien acudió a la premier de la mano de la mítica actriz mexicana Dolores del Río, integran un elenco que desde el testimonio delinea los pasajes, andares y perspectivas de una vida y las relaciones humanas que su destino confiere.

Kane representa el amor que se obtiene y se pierde, el valor de lo obtenido, los sueños rotos, la frustración de vivir la insatisfacción continua, la salvedad de los años felices, la avaricia, la ambición, y el desapego que se olvida para luego volver bajo el cristal de un recuerdo, aquello que fue y quedó conformado por las letras que en una palabra, significan la búsqueda y el encuentro.

 

* Escritor, politólogo y documentalista. Considerado uno de los principales exponentes de la literatura testimonial en lengua hispana. Es autor de las novelas El Surco, El Ítamo y del poemario Navegar sin remos, que abordan la migración universal. Dirigió los documentales La voz humana y Día de descanso. Es Director Editorial de Filmakersmovie.com.