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No es novedad que, para la sociedad patriarcal del momento, se describiera a las brujas como mujeres con “lujuria carnal, por la cual las mujeres son insaciables”

Entre los estandartes del feminismo surge la frase “Somos las hijas de las brujas que no pudieron quemar”, el cual hace alusión a las mujeres que fueron cazadas, condenadas y quemadas vivas bajo la acusación de ser brujas. Se trataba de un grupo de mujeres que en realidad eran independientes, autónomas y necias a adaptarse a las exigencias de una sociedad heteropatriarcal; sin embargo, en el siglo XV, se les acusó de desaparecer los penes, guardarlos en nidos, tratarlos como mascotas e incluso dárselos como alimento a las cabras.

El mito de una misteriosa castración surgió con el Malleus Maleficarum, un manual escrito por Heinrich Kramer en el siglo XV, en el que se acusaba a las mujeres de brujería. De hecho en la lectura de los juicios de Las brujas de Salem, Frances Hill describe que el libro de Kramer era “uno de los libros más terroríficos y odiosos jamás escritos”.

La mayoría de los crímenes que se le atribuían a las brujas se relacionaban con la sexualidad: la copulación con íncubos, abortos que provocaban tanto esterilidad como nacimientos fallidos, y el impedimento de relaciones sexuales entre hombres y mujeres bajo la unión del matrimonio.

Además de los crímenes antes descritos, el Malleus Maleficarum retoma un mito originario del Medievo: las brujas usan su magia para arruinar los órganos sexuales de los hombres, dando como ejemplo tres casos específicos. Los dos primeros hablan acerca de cómo las brujas privaron a los hombres de sus penes mediante una ilusión mágica pues “sin necesidad de despojarlos de su cuerpo humano, sólo lo ocultaban con cierto encanto”. El tercero habla acerca del fenómeno en que las brujas separaban los penes de los cuerpos y los usaban como mascotas, los daban como alimento a las cabras, entre otros granos:

¿Qué debemos pensar cuando estas brujas de alguna manera toman los miembros en grandes cantidades –entre 20 o 30– y los guardan en un nido o en una caja, en donde los mueven como si fueran miembros vivientes, y se los dan de comer a las cabras? Esto lo han visto tantas personas y es una plática común entre las personas. Con esto dicho, se trata del trabajo del Diablo y una ilusión, para las sensaciones de aquellos que ven [los penes] están siendo engañados de la manera antes mencionada.

Kramer utiliza el ejemplo de un hombre que dedicó su tiempo a encontrar su miembro perdido. Se dice que “el pobre castrado se acercó a cierta bruja, quien lo instruyó en escalar un árbol particular en donde había un nido conteniendo muchos penes, y le permitió llevarse aquel que le gustara”. Desgraciadamente su cuerpo rechazó el más largo que escogió, pues “le pertenecía a un sacerdote”.

No es novedad que para la misógina sociedad de aquel momento, se describiera a las brujas como mujeres con “lujuria carnal, por la cual las mujeres son insaciables”. Es decir que en su esencia más pura, las brujas de la antigüedad eran las mujeres que gozaban de su libertad y autonomía en una sociedad represiva.