En diversas sociedades se ha propagado la idea de que los hijos únicos están condenados a sufrir por no tener hermanos, creciendo de tal manera que les cuesta adaptarse a la sociedad. Según varios estudios recientes esto parece ser sólo un mito, o una herencia de otra época en la que realmente un hijo único era algo sumamente raro. Hoy en día, en muchos países los hijos únicos son en muchos sentidos la norma.
Una investigación sobre el tema publicada en el sitio Quartz muestra que en Estados Unidos actualmente 23% de los estadounidenses tiene sólo un hijo, y en Nueva York esto asciende al 30% (en algunos países europeos la cifra es mayor). ¿Ello significa que 30% de los niños crecerá con profundos lastres?
Según concluye Joanna Pocock en realidad hay una clara tendencia en la sociedad hacia la normalización de los hijos únicos, y la autora sugiere que éstos no son desadaptados sino solamente mal percibidos por algunas personas. Esto viene por lo menos desde hace 100 años, cuando el psicólogo G. Stanley Hall expuso sus teorías de que ser un hijo único era una enfermedad (en algún momento de la historia también era una enfermedad o una incapacidad ser homosexual, tener la piel de otro color, utilizar cannabis e incluso ser mujer). Si bien las ideas de dicho psicólogo han sido refutadas, para algunos los prejuicios de que los hijos únicos son "egoístas y antisociales" se han convertido en una "profecía autocumplida", y hoy todavía se habla del síndrome o el trastorno del hijo único (la psiquiatría vive de crear innumerables trastornos para justificar su trabajo). De Hall tenemos entendimientos que hoy suenan totalmente aberrantes, como que "una mujer puramente intelectual es una deformidad biológica" o que "para el hombre el matrimonio es sólo un incidente, para la mujer, es el destino".
Estudios actuales señalan que los hijos únicos tienen un IQ (cociente intelectual) más alto que los niños con hermanos, y suelen tener mejores registros académicos. En algunos países, como Dinamarca, las mujeres que sólo tuvieron un hijo reportaron mayor bienestar que las que no tuvieron o que las que tuvieron dos o más. Pero este tipo de datos, de acuerdo con Pocock, no tiene mucha fuerza ante muchas mujeres, quienes consideran incluso "egoísta" de parte de la mamá no darle hermanos a su hijo y prefieren tener varios hijos pese a que no tienen dinero ni tiempo para dedicarle a cada uno de ellos (y quizás ni siquiera suficiente amor).
De lo anterior Pocock concluye que no existe ninguna razón importante por la cual un hijo único no pueda ser feliz; de hecho, tiene numerosas ventajas. El problema que persiste --aunque sólo en algunas partes-- es el estigma psicosocial de que los hijos únicos están destinados a tener problemas. La realidad es mucho más compleja que eso. "Incluso en lo referente a tener hijos, la imagen que les están vendiendo a las personas --y que algunos están comprando-- es una del consumidor feliz que tiene una interminable cantidad de opciones. La realidad de tener hijos es muy distinta". Evidentemente no todos pueden escoger cuántos hijos tienen y si tienen uno o dos o más, eso está bien. Más importante que la cantidad de hijos es la calidad de atención que los padres les dan.