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Recordamos a Bruce Lee con una selección arbitraria de la filosofía detrás de su "estilo sin estilo" de practicar artes marciales, al que llamó Jeet Kune Do

Este año, Bruce Lee habría cumplido 75 años. Los fans de sus películas saben que no se trata simplemente de un "héroe de acción" más de los que Hollywood produce y desecha (y recicla), sino de un consumado artista marcial que utilizó un medio cinematográfico para mostrar al mundo la belleza de la fuerza y el movimiento corporal.

Fallecido en 1973 --a los 32 años, en circunstancias controvertidas, Lee contaba ya con un innegable estatus de leyenda viviente; sin embargo, su trabajo intelectual no ha recibido tanta atención como sus películas. Luego de sufrir una traumática lesión de espalda en 1970 (de la que los médicos no creyeron que podría recuperarse), Lee se dedicó a sanar su pensamiento a la vez que su cuerpo se recuperaba. Durante los 6 meses que siguieron a la lesión se embarcó en un proyecto de escritura inacabado, algo de lo cual fue publicado de manera póstuma en el libro El Tao del Jeet Kune Do (El camino del puño interceptor), compuesto por notas, apuntes técnicos sobre artes marciales y citas de la tradición filosófica china (taoísmo y confucianismo), además de dibujos y aforismos de carácter filosófico, de lo cual compartimos una breve muestra a continuación.

Me muevo y no me muevo. Soy como la luna bajo las olas que siempre vuelven y golpean.

La libertad muestra para el hombre el momento en que a éste deja de importarle la impresión que hizo o que está por hacer.

No huyas, deja ir. No busques, pues llegará cuando menos se le espere.

Un maestro nunca regala la verdad; es un guía, un indicador de la verdad que cada estudiante debe encontrar en sí mismo.

No le temo al hombre que ha aprendido 10 mil patadas. Le temo al hombre que ha practicado una patada 10 mil veces.

Espero liberar a mis alumnos de estilos, patrones y moldes.

En toda búsqueda apasionada, la búsqueda es más importante que el objeto buscado.

Un buen peleador debe sentir, más que percibir, su oportunidad de golpear.

Adapta lo que es útil, rechaza lo que es inútil, y añade lo que es específicamente tuyo.

Un buen maestro protege a sus alumnos de su propia influencia.