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¿Cuáles son las diferencias entre la culpa católica y la culpa judía?

Por: Jimena O. - 04/25/2015

La culpa es una reacción psicológica de autopunición frente a la transgresión de una ley. ¿Pero cómo decidimos participar de esas leyes? ¿Y en qué se diferencia nuestra culpa de otros tipos de culpa?

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A menos que seas un sociópata, con seguridad has experimentado alguna medida de culpa en tu vida. La adrenalina culposa-gozosa de una mentira, las ideas lascivas que te vienen a la mente cuando ves a la pareja de tus amigos, etc. La "voz de la conciencia", Pepe Grillo diciéndote al oído que has metido la pata y que debes sentirte muy mal al respecto.

A diferencia de los animales, que viven en un mundo donde la culpa y otros estorbosos conceptos no existen, la comunidad humana necesita esta especie de vigilancia interna de cada uno de sus miembros sobre sí mismo para poder perpetuarse en el tiempo. Si la gente robara, matara e hiciera lo primero que le viniera del impulso, sería difícil construir una civilización. La culpa, pues, es una consecuencia moral de una transgresión a la ley.

¿Pero qué pasa cuando la ley simplemente es imposible de cumplir?

En el caso de las leyes religiosas, los individuos están perdidos frente a las expectativas imposibles de su credo. Rick Paulas entrevistó a diferentes católicos y judíos para ver cómo funcionaba la culpa en ambas confesiones. Aunque sean religiones monoteístas, más allá del aspecto teológico la expectativa social se cifra de manera muy distinta.

Por ejemplo, los católicos tienen el concepto de "pecado original" arraigado a la doctrina de la culpa: según este, al nacer ya llevamos "la mancha" del pecado implantada en el alma, y es a través de diversos sacramentos que trataremos de compensar ese crimen (mítico, de Adán y Eva). Pero aquí está la trampa: no importa lo que hagas, no sabrás si lo hiciste bien o mal sino hasta que te mueras y vayas al Cielo o al Infierno para la eternidad. Hablando de presión...

Además de la culpa, el dios católico es una entidad omnipotente y omnipresente que te vigila hasta en los momentos más íntimos de tu existencia. En otras palabras, Dios es una especie de NSA espiritual que te observa y juzga a cada paso, con el pretexto de mantenerte alejado del Diablo, la tentación, etc. De manera que si el Diablo se te presenta como una hamburguesa con tocino y guacamole en Viernes Santo, tal vez decidas comerte la hamburguesa, pero no la disfrutarás.

Todo esto sería una locura irracional si no hubiera sido implantada a través de generaciones y generaciones de creyentes en un código legislativo que se transformó en un código moral: los diez mandamientos. Los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio cifran tanto para los católicos (Pentateuco) como para los judíos (Torá) distintos niveles de la ley civil y divina. Pero sólo los católicos experimentan a través del pecado original la paranoia de la vigilancia perpetua: el pecado --la transgresión de la ley por la cual nace y se instaura la culpa-- puede ser por pensamiento, palabra, obra u omisión o, lo que es lo mismo: los católicos pueden pecar incluso por no hacer. Por ejemplo, no ir a la Iglesia los domingos.

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Para los judíos, por otra parte, la culpa es un componente más concreto de las altas expectativas sociales de sus comunidades. Para entender esto es necesario recordar la historia de las comunidades judías, y las leyes antisemitas que durante siglos les impidieron hacerse de territorio y propiedad. A pesar de las muchas leyes y disposiciones escritas y no escritas de la comunidad judía, según Paulas la educación judía se puede englobar en cuatro elementos: no avergüences a tu gente, no te cases fuera de la fe, apoya a Israel, conoce tu historia.

La asistencia a la sinagoga no se realiza porque "Dios" se vaya a enojar contigo: para el judío, a Dios no puedes importarle menos. Si asistes al servicio religioso es para compartir con tu comunidad; y la comunidad siempre construye expectativas. Según Paulas, la culpa judía tiene que ver precisamente con la insuficiencia del sujeto frente a las expectativas siempre inalcanzables de la comunidad, expresadas en el arquetipo de la "madre judía".

La institución matriarcal toma aquí la forma de un censor de conducta pero también de una aduana de tus relaciones sentimentales (la presión para casarse sólo entre judíos es fuerte), y el constante recordatorio de que nada de lo que hagas será suficiente. A nivel político, la culpa judía se expresa también en una acepción muy curiosa de justicia con la cual Estados Unidos suele comulgar: la guerra preventiva. Puesto que no pudimos defendernos antes, no deben tomarnos por sorpresa en el futuro. Estos argumentos han justificado el asedio y destrucción sistemática de la franja de Gaza por Israel.

Resumiendo: la culpa católica tiene que ver con un ente sobrenatural que amenaza con castigarte o premiarte para toda la eternidad según tu conducta, mientras que la culpa judía tiene que ver con la exclusión y ostracismo concreto de la propia comunidad. En una frase, la culpa católica sería: "Eres una causa perdida" y la culpa judía: "Podrías haberlo hecho mejor."