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A la selecta lista de tecnoprofetas hay que añadir al poeta y ensayista francés Paul Valéry

valery

Son los artistas los que, en su capacidad de leer el texto de la realidad presente, mejor pueden anticiparse a ver el futuro. Decía McLuhan, quien es comúnmente citado como alguien que previó el internet, que "siempre ha sido el artista el que percibe las alteraciones que causa un nuevo medio en el hombre, quien reconoce que el futuro está presente y utiliza su trabajo para preparar el terreno". 

En este sentido, el artista está más cerca del místico. El internet, como medio de medios, ya no sólo como extensión de uno de nuestros sentidos sino materialización del cerebro colectivo, fue anticipado por el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, quien postuló la evolución de una capa pensante global, la noósfera, algo que en cierto modo es igual a la red.

McLuhan, Teilhard de Chardin y Paul Otlet suelen ser citados como algunos de los pensadores que en su obra dilucidaron la evolución de algo similar al internet. No tanto Paul Valéry, pero, como bien rescata en su blog Luis Vicente Mora, el escritor francés describió un medio pavorosamente similar al internet o algo incluso más allá, como una especie de ubicua realidad virtual, probablemente sólo en un penetrante atisbo basado en la radio y el cine. En La conquista de la ubicuidad (primera publicación en 1928) aparece "una descripción no sólo de la red, sino de la misma Pangea":

Se trate de política, economía, maneras de vivir, diversiones o desplazamientos, observo que la modernidad tiene todas las trazas de una intoxicación. (...) Cada vez más avanzado, más grande, más rápido, y en todo caso más nuevo: tales son sus exigencias, que corresponden necesariamente a algún encallecimiento de la sensibilidad. Para sentirnos vivir necesitamos una intensidad creciente de agentes físicos, y diversión perpetua. (...) Hay que esperar que tan grandes novedades transformen toda la técnica de las artes y de ese modo actúen sobre el propio proceso de la invención, llegando quizás a modificar prodigiosamente la idea misma de arte. De entrada, indudablemente, sólo se verán afectadas la reproducción y la transmisión de las obras. Se sabrá cómo transportar y reconstituir en cualquier lugar el sistema de sensaciones --o más exactamente de estimulaciones-- que proporciona en un lugar cualquiera un objeto o suceso cualquiera. Las obras adquirirán una especie de ubicuidad. Su presencia inmediata o su restitución en cualquier momento obedecerán a una llamada nuestra. Ya no estarán sólo en sí mismas, sino todas en donde haya alguien y un aparato. Ya no serán sino diversos tipos de fuente u origen, y se encontrarán íntegros sus beneficios donde se desee. Tal como el agua, el gas o la corriente eléctrica vienen de lejos a nuestras casas para atender nuestras necesidades con un esfuerzo casi nulo, así nos alimentaremos de imágenes visuales o auditivas que nazcan y se desvanezcan al menor gesto, casi un signo. (...) No sé si filósofo alguno ha soñado jamás una sociedad para la distribución de Realidad Sensible a domicilio.[4]

Valéry no sólo describe un medio ubicuo al cual nos podemos conectar en cualquier parte y recibir imágenes multimedia sino que también lee la motivación y la patología moderna de necesitar "una  intensidad creciente de agentes físicos y "diversión perpetua", estímulos que nos distraigan permanentemente. Y más aún, anticipando a McLuhan, Valéry nota que lo que se transmite son realidades sensibles, por lo cual el usuario de estos medios en ocasiones acaba en un estado de completa inmersión, reprogramación y hasta enajenación: lo que se consume son realidades.