La acelerada y trágica deportación de indocumentados de EE.UU.
Por: Ana Paula de la Torre - 04/25/2014
Por: Ana Paula de la Torre - 04/25/2014
La migración aún se aborda como una amenaza para la estabilidad y seguridad de los países. Hoy que la globalización es comercial y cultural es paradójico que las personas sean vistas como un peligro para las naciones. La migración ha sido, desde el inicio de la humanidad, el motor de las civilizaciones: la población global proviene de la migración desde África, que se deslizaba por la geografía para buscar mejores condiciones de vida. Esta búsqueda es tan natural, que debería ser un derecho humano universal, y es tan orgánica, que difícilmente será suprimida.
La migración tendría que tratarse como una condición humana intrínseca. Las fronteras de los países son invisibles para miles de productos, objetos que cruzan las fronteras sin aranceles por el libre comercio, pero, al parecer, los límites se borraron únicamente para el sector económico y financiero: no hemos conseguido la ciudadanía universal. Estados Unidos es un país que se formó con la migración: la apertura, multiculturalidad y oportunidades hegemónicas se consagraron como las banderas estadounidenses del sueño americano, supuestamente asequible para cualquiera con voluntad de trabajo.
Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos alcanzó esta posición, en gran medida, por el apoyo de los latinos. En 2012, 70% de este sector votó por él, y en 2008 lo hizo 67%. En 2012, gracias a que ganó Florida, estado con alta participación latina, pudo asentarse en el gobierno otros cuatro años. Lo consiguió, aunque había prometido en su campaña de 2008 una reforma migratoria, que legalizaría a cientos de indocumentados, y no la concretó. A seis años, esa reforma sigue sin alcanzarse por falta de apoyo de los legisladores con mayoría republicana, y paradójicamente, contrario a las expectativas de los inmigrantes, se han alcanzado cifras históricas en la deportación de indocumentados, miles, que incluso, tienen descendencia con nacionalidad americana. En sólo cinco años se ha llegado a la inédita cifra de 2 millones de deportaciones, esto se ha convertido en un problema social, toda vez que produce la desintegración familiar. La mayoría de los deportados dejan a sus familias en Estados Unidos y su vida, tal como lo conocían, es dinamitada en cuestión de días.
Según Obama, el alza en las deportaciones responde a que el congreso duplicó el número de agentes de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) y de las patrullas fronterizas. Mientras que en la administración de George Bush la cifra de deportados rondaba los 300 mil anuales, desde el 2007, un año antes del ingreso de Obama, la cifra ha aumentado a 500 mil anuales. El promedio de deportados son mil diarios, y la mayoría son mexicanos.
La deportación masiva ha generado que en Estados Unidos las familias queden divididas, y que en los países de origen de los migrantes, los deportados, desorbitados por su nueva situación, no encuentren a dónde ir. La desconfianza y el miedo de los inmigrantes ilegales en EE.UU. aumenta, las personas están viviendo con demasiada incertidumbre y los deportados ignoran cómo manejar una nueva E INESPERADArealidad.
La poca voluntad política, en este caso producto de los nacionalismos anacrónicos republicanos, arremete bruscamente contra la estabilidad de millones de familias. La ciudadanía universal, una condición que alguna vez respiramos como humanidad, está asentada en lo más profundo de nuestra naturaleza, por lo que difícilmente podrá borrarse.
Twitter de la autora: @anapauladelatd
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