"La naturaleza es el símbolo del espíritu", decía Emerson, y según Sir Thomas Browne, la naturaleza es el artificio de Dios. No es extraño que el arte se refugie e inspire en la naturaleza e incluso se sirva de sus formas y materiales para crear una obra que entremezcle su cuerpo con el signo que reproduce en una matriz de armonías.
"Mis imágenes son hechas con las misma luz solar que alimenta todo los sistemas vivos de la Tierra", dice Martin Hill. En sus recientes proyectos de Land Art, Hill ha viajado a diferentes locaciones, especialmente acercándose al agua, para crear esculturas ambientales que representan el "círculo de la vida", la forma más perfecta y ligada siempre a la Tierra. Algunas de sus obras sólo existen cuando se conjugan los elementos, cuando el agua entra en un estado de calma y el sol brilla creando un reflejo que completa la obra.
El trabajo de Hill evoca o continúa el trabajo de otros artistas que han hecho "colaboraciones" con la naturaleza, buscando la simetría intrínseca y utilizando piedras, ramas y hojas y hasta la luz misma como su materia prima, entre ellos Andy Goldsworthy, quien por años ha intervenido parajes como testamento de la forma poética y el paso del tiempo. Estas obras nos acercan a una concepción arraigada en el budismo zen de la naturaleza, joyas de la inpermanencia y esculturas que codifican la relación simbólica entre el hombre y el universo.