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Hace 21 años un contenedor cayó al Océano Pacífico con 28 mil patitos de hule; dos décadas después los patitos siguen brotando en diferentes playas del mundo.

Al principio eran 28,000 patitos de hule y otros juguetes de plástico, navegando por el Océano Pacífico en el calor de la colectividad --como en un gran vientre maternal-- empacados juntos en un container. Pero un giro del destino hizo que el 10 de enero de 1992 una tormenta sorprendiera al buque en el que iban cerca de las Islas Aleutiana y su contenedor cayó, arrojando al agua miles de juguetes de la compañía china First Years Inc. Los patitos quedaron entonces indefensos antes las corrientes marinas y se fueron dispersando por los mares del mundo --probablemente aterrados.

Más de 20 años después los patitos de hule siguen apareciendo en las playas, entre conchas, basura y  osamentas de animales marinos muertos. Muchos de ellos han cruzado el mundo, apilando experiencias inefables en su piel de goma: sus rostros tiernos y mortificados han surgido en los litorales de Alaska, Hawai, Sudamérica, Escocia e incluso en los desiertos de hielo del Ártico.

Su improbable éxodo transoceánico, además de conseguirles una base de fans  y coleccionistas, ha permitido que oceanógrafos desarrollen nuevas investigaciones sobre corrientes marinas circulares conocidas como giros oceánicos. Reconstruyendo los trayectos de los patitos el investigador Curtis Ebbesmeyer pudo determinar el punto exacto en el que su contenedor había caído y establecer que un objeto tarda tres años en completar un círculo --o giro oceánico en estas corrientes.

"Friendly Floatees": Mapa de la navegación de los patitos

La conmovoedora histiora de los patitos náufragos --la mayoría de ellos amarillos y con una serie de marcas que los hace reconocibles-- inspiró al periodista Donovan Hohn a escribir el libro "Moby Duck " recuento literario e investigación de campo de los múltiples destinos de estos juguetes de baño, que de paso reflexiona sobre la inmensa cantidad de basura que se desposita en el mar, y que, como muchos de los patitos, sigue flotando a la deriva.  "La imagen más encantadora de todo esto es la de un minúsculo pato amarillo que desafía en solitario al océano salvaje. Varias veces me he imaginado estar tumbado en la playa y de repente ver aparecer en el horizonte un patito amarillo".

Quizás inspirados en la hueste de patitos desperdigados, en una mística reunión --como la del pájaro Simurg (el ave conformada por miles de aves, tantas como plumas), hace unos días el patito de hule más grande del mundo entró en la Bahía de Hong Kong, cerca de donde los patitos habían emprendido su viaje a alta mar. 

Con información de El País y Mother Nature Network