Recordando a Terence Mckenna, el Bardo Psicodélico, a 13 años de su muerte
Psiconáutica
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 04/05/2013
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 04/05/2013
Pon atención y respira. T.M.
El pasado 3 de abril se cumplieron 13 años de que Terence Mckenna falleciera de un tumor en el cerebro en su rancho de psicodelicatessens botánicas en Hawai. Mckenna es sin duda uno de los personajes más importantes en la historia de la filosofía psicodélica, junto a Timothy Leary y Robert Anton Wilson. La propuesta básica de Mckenna era que el ser humano debía de explorar los límites de su mente, ya que al hacerlo podría conocer los secretos del universo --y para hacer esto la mejor herramienta eran las plantas, guardianes de la inteligencia planetaria, el llamado "Logos de Gaia" (y en el caso de las esporas de los hongos de la inteligencia de las estrellas).
Nadie duda del talento verbal de Mckenna y de su capacidad de proponer teorías radicales, capaces de cuestionarnos el telar de la realidad --como considerar que el consumo de psilocibina es responsable de un salto evolutivo, permitiendo al hombre desarrollar el lenguaje, o que el tiempo es un fractal que se acelera hacia un punto de novedad infinita (lo cual contribuyó al meme del 2012 como un epicentro de transformación o destrucción), inmantado por un extraño atractor u objeto trascendental que nos llama hacia el futuro: nosotros mismos como dioses jugando con los reflejos de la discoball holográfical del universo. Pero para algunas personas la gran inteligencia, de quien fuera apodado el "bardo de la psicodelia", se desperdició abusando y defendiendo a las sustancias psicodélicas como una especie de superno camino mágico de piedras iridiscentes hacia el palacio de la sabiduría. Hasta al punto de que corre el rumor entre algunos insiders de que el cáncer que acabó succionándolo en el "agujero negro" fue el resultado de fumar mucho DMT (una leyenda que podría ser verdadera o que podría ser una forma de "satanizar" el consumo de la poderosa "molécula del espíritu"). De cualquier forma no hay duda que el vortex lo quería.
Sobre las posibles virtudes de la psicodelia Mckenna decía "no tener una experiencia profundamente psicodélica es como irse a la tumba sin haber tenido sexo... Es nunca darse de cuenta de qué se trataba la vida", puesto que “Si las palabras ‘vida, libertad y la búsqueda de la felicidad’ no incluyen el derecho a experimentar con tu propia conciencia, entonces la Declaración de la Independencia no vale el cañamo en el que fue escrita” o que aquellos que esperaban un acontecimiento singular no deberían de esperar que esto ocurriera con el aterrizaje de una nave extraterrestre en el cesped de la Casa Blanca sino fumando 50 miligramos de DMT en la oscuridad de su habitación. Las plantas psicodélicas o enteógenes eran el portal a la otredad: una otredad habitada "por máquinas élficas autometamórficas" y entidades alienígenas que atestan la dimensión ancestral que se confunde con el cielo y el infierno, pero que parece ser una propiedad misteriosa de la mente. Después de Tim Leary, nadie ha influido tanto en nuestra cultura para que cientos de miles de personas busquen experiencias trascendentales en las drogas psicodélicos, encantando el terreno, sea esto un desvío de un camino más sereno y sincero, o una forma de acelerar la evolución (la moral parece desvanecerse).
Mckenna es sin duda controversial, pero igualmente entrañable; una de las primeras estrellas contraculturales del Internet, maestro memético, responsable de tejer una de las narrativas más extrañas y fascinantes que ha sido consumida por las masas que se alejan del mainstream para toparse con el trickster y adentrarse en un misterio donde las reglas del juego son otras ("cuando cruzas los duendes te reciben con un alarido"). Uno de los grandes bricoleurs de la era electrónica su obra quizás debería de ser revalorada como una poética de las realidades alternas y las dimensiones paralelas, girando libremente entre el espacio de alquimia sintáctica de James Joyce (el merry go raum) y los ícaros de la selva amazónica, la epigenética, la física cuántica, las matemáticas fractales, el transhumanismo, el tecnochamanismo y las nuevas mitologías (sexo, drogas y extraterrestres en el espejo). Un libro como Food of the Gods es indispensable para entender históricamente la prohibición de las drogas --una versión más jovial y ligera de lo que hizo Foucault con sus historias del sexo y la locura. The Archaic Revival lleva las ideas de Mcluhan a un rave y hace una hermosa orgía de sueños futuristas, que se parecen a las viejas planicies de África, donde se acostaba "La Gran Diosa Cornuda". True Hallucinations, es una de las más divertidas y científicamente delirantes descripciones de un viaje psicodélico, en el que se pone en entredicho la realidad misma del mundo, cuando Terence y su hermano Dennis, cual magos de una academia psicodélica transtemporal, encuentran el lapis philosophourm en la selva ecuatoriana y amenazan con hackear Akasha. Y por supuesto, quizás lo mejor de Mckenna son las innumerables conferencias, charlas y colaboraciones con artistas, muchas de ellas accesibles en Internet, en las que su temperamento locuaz fluye indiscriminadamente por los meandros del pensamiento humano, rapsodias parabólicas que alcanzan a recordar aquellas sesiones en el liceo de los grandes filósofos griegos, al menos en el atrevimiento de cuestionar la estructura de la realidad, si no en la lucidez estructural de plantear un sistema racional.
Compartimos aquí algunas memorables citas de este explorador de la conciencia humana, que se aventuró a esas aguas profundas, turbulentas y arremolinadas con las corrientes radiantes del centro de la galaxia, en las que "nada el chamán" pero en las que "el loco se ahoga". Mckenna siempre buscó una iridiscencia, el grito de la mariposa, ese destello que parece anunciar la entrada a un estado de conciencia alterado o el estremecimiento del velo del Maia:
Siempre he sido extraordinariamente obsesivo en torno a un tipo de iridiscencia, una cualidad que puede hechizar a la materia, a una persona o una pintura. Mi primera obsesión fueron lo minerales. De los minerales me fui a las mariposas, y de las mariposas a la ciencia ficción, la cual consideró como una sustancia psicodélica, porque potencia la imaginación.
Una mente científica que se aventuró a regiones en las que la lógica ordinaria pierde su potestad, o donde las leyes del universo son tan elásticas como lo sea la mente. Quizás viviendo en carne propia el sentido de la frase ayahuasquera: "darse cuenta de un mundo en donde no hay sentido, es darle sentido a un mundo del cual uno no se da cuenta".
Mckenna construyó su historia de vida como la de un tecnochamán: como los chamanes un servidor y guardían del dictamen de la Madre Tierra, pero bajo el conjuro tecnológico:
El planeta tiene una especie de inteligencia, realmente puede abrir un canal de comunicación con un ser individual. El mensaje que la naturaleza envía es: transforma tu conciencia a través de una sinergia entre la cultura electrónica y la imaginación psicodélica, una sinergia entre la danza y la idea, entre el entendimiento y la intuición, y disuelve las fronteras que la cultura ha impuesto sobre ti, para formar parte de la supermente de Gaia.
Una de las grandes eseñanzas de Mckenna es la de confiar en la voz de la naturaleza, que habla a través de las plantas y arrojarse al misterio, el vuelo abstracto: "Salta al abismo y descubre que es una cama emplumada”. Intentando vincular el antiguo cordón dorado del chamanismo y de la alquimia con la cultura moderna ("esa antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche"), Mckenna trazó un puente electrónico, funambulesco, para que las nuevas generaciones pudieran encontrar en su propio lenguaje una herramienta para transformar el mundo --al descubrir que la realidad está siendo programada por el código que copiamos con nuestras palabras y nuestros pensamientos.
El verdadero secreto de la magia es que el mundo está hecho de palabras. Y cuando conoces las palabras con las que el mundo está hecho puedes hacer de él lo que quieras… si el mundo está hecho de código, entonces lo podemos hackear.”
Navega la dimensión de Terence Mckenna en Pijama Surf
Twitter del autor: @alepholo