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Desde EBN, el colectivo que hackeó el espectro radioeléctrico creando una de las más sofisticadas críticas sociomediáticas en los noventa, a Everything Terrible, el video mashup se ha convertido en una de las mejores armas de arte contestatario: la irreverencia que despierta en el centro de una telaraña electrónica

La tecnología alteró la forma en la que podemos procesar, fragmentar y pegar la realidad. Del collage y el pastiche llegamos al mashup. Cócteles de mermelada magnetofónica que derivan en licuados digitales de la Galaxia YouTube. Los grandes artistas de nuestra época ya no son sólo los creadores de propuestas originales producidas del vacío cuántico, son los sintetizadores del desbordante río de datos de la logósfera, son los tricksters que revuelven las piezas del puzzle --la baraja repleta de comodínes-- de forma que este deletrea un nombre alterno del mundo... El DJ asciende al templo, de pilares de televisiones descompuestas, y se convierte en el chamán, en el director de realidades. Si llegamos al fin de la historia, nuestra labor es repensarla, encontrar hilos luminosos sueltos, inyectar caballos de fuerza al after-party perenne en el que habitamos. El mundo se ha acabado, pero quedan infinitos mundos en la mirada que lo observa a través de un espejo --y lo altera y recrea, con el proyector holográfico de la retrocausalidad que ahora ofrece una nueva ceremonia, una nueva premier. Nos encontramos en el cuarto de máquinas, que es el cuarto de juguetes, en el Edit Room, desarmando el edificio supremo de plastilina, el castillo de Kafka, el sueño hecho de fractales de gummy-bears.

El colectivo que prefiguró la naturaleza editable de la realidad y del arte post-histórico, desde la cultura electrónica, fue Emergency Broadcast Network (EBN), hackers de la ondas radioeléctricas antes del Internet. Antes de que millones de personas mezclarán clips de YouTube para crear cómicos, patéticos, conmovedores, irritantes y a veces artísticos mashups, este ecléctico equipo de músicos, programadores, DJs, diseñadores y editores de video desarrolló un estilo subversivo que les permitía decir cualquier cosa que quisieran usando las voces de las cabezas parlantes de la TV --una biblioteca borgiana electrónica a disposición. La crítica de la guerra, del consumo y el control mental de los medios tomó su cauce más divertido y efectivo: usando justamente los clips del establishment, su propia voz, el vértigo de la generación MTV, para plantar explosivos de TNT en el centro del espacio mediático. Para en una voz burlona, que era la voz distorsionada del conductor de CNN, del televangelista o del presidente, anunciar que todo esto es una simulación y que era el tiempo de disfrutar la caída del telón: "get my kicks before the whole shithouse goes up in flames".

EBN es uno de los más claros ejemplos de lo que el teórico Douglas Rushkoff llama "media virus", la utilización magnificante de los conductos mediáticos para propagar un meme, un mensaje vivo, gen cultural que altera el organismo que lo hospeda. Su influencia es tan grande como el abismo proporcional a su fama --aunque es cierto que sus edits y animaciones análogas llegaron a los premios MTV y al mainstream a través de grupos de rock.  Un sistema biolectrónico de consumo de información, un circuito de desprogramación mental a través de la reprogramación, llevando las ideas de Tim Leary o de Robert Anton Wilson al videoespacio en una traducción nunca literal, siempre lúdica, haciendo de la yuxtaposición de Eisenstein montaje psicodélico. Honor a quien honor merece, Emergency Broadcast System, esa ráfaga de contracultura encendida por el fuego catódico de la conciencia de medios, debe de ser recordado como uno de los proyectos artísticos más novedosos e influyentes de nuestra era.

Saltamos ahora a uno de las más logrados herederos de la videovisión de EBN, Everything is Terrible, en la misma tónica, con el mismo humor, desenmarañando el paisajes mediático contemporáneo para reconfigurarlo en una sinfonía pop zombie de crítica cultural. Una poética de la teoría de la conspiración. Dios ha muerto, pero la sagrada escritura sigue brillando en el reverso de la caja de cereal.

En el seno de la familia americana, en el centro y fogón de la realidad posmoderna:  la sala de estar donde como un altar brilla la TV, discurre el drama cósmico-cómico contemporáneo. El low-fi, el garage, el 8bit y el spoof coinciden en un espacio meméticto transmediático que saca la lengua a la cámara.

 

Twitter del autor: @alepholo