En la era de los coaches de vida, en la era en la que emulamos a las celebridades que tienen niñeras para su perros miniatura, en la era en la que hombres pagan cuotas a sitios en línea para que les consigan una cita, donde existen granjas de madres substitutas y donde algunas personas pagan a diseñadoras o decoradoras para que les acomoden las fotos de su álbum de bodas, tal vez no falta mucho para que algunos de nosotros le paguemos a alguien para que nombre a nuestro hijo, o rentemos un amigo, o contratemos a un "querólogo" para que nos dija lo que queremos.
Arlie Hochschild se pregunta en su libro The Outsourced Self: Intimate Life in Market Times hasta que punto llegaremos, cuando el mercado apunta ya a la intimidad. ¿Pagaremos para que nos hagan vivir experiencias emocionales a la medida, montajes domésticos de alegría familiar o crisis simuladas con fines de transformación psicológica, como ocurre en la película The Game?
Hochschild introduce en su libro a personas que contratan servicios que hace algunos años abrían sido un escándalo. Grace Weaver, de 49, contrata a Evan Katz, para que sea su entrenador de amor ("love-coach"). Katz escribe la información de su perfil, le toma fotos y postea en las redes sociales.
Hochschild luego analiza el otro lado del outsourcing, viaja a la India a entrevistas a madres substitutas, donde tener un hijo se ha convertido en una transacción financiera.
Este modelo de capitalismo no sólo es el resultado del excedente o de personas que tienen mucho dinero, Hochschild realizó un sondeo en California, en el que le preguntó a personas de diferentes estratos si contratarían un "love-coach", a una persona que organice suna fuiesta o a alguien que les ayude a ordenar las fotos de un álbum, y descubrió que la gente de menos ingresos también estaba ávida de contratar estos servicios. El enunciado "No siempre puede confiar en tu familia y amigos para hacer lo que quieres, pero siempre puedes confiar en el dinero", parece haberse extendido en la conciencia colectiva de la sociedad capitalista.