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Un paseo vegetal que guía, geométricamente, la búsqueda de tu esencia: Fontanellato será la casa del mayor laberinto del mundo cultivado por el diseñador de libros Franco María Ricci

Cuando Franco María Ricci, uno de los más exquisitos diseñadores de libros, decidió retirarse del mundo editorial hace seis años, se fue citando la legendaria frase del ilustre Voltaire: “A aquél que me pregunte sobre mi decisión deberé responderle de la misma manera que lo hizo alguna vez, Laissez-moi cultiver mon jardin (Permitanme cultivar mi jardín)”. Pero aquellos que escuchamos esta refinada despedida jamás nos imaginamos que el italiano hablase tan en serio.

Ocupando un área aproximada de siete hectáreas, Ricci dedicó su tiempo a construir el laberinto mas grande, hecho por el hombre, del mundo. Este jardín que honra a uno de los arquetipos más seductores que la memoria humana ha gestado, representa una verdadera oda a la geometría, a la búsqueda del ser, y a la emancipación del individuo como prisionero de sí mismo.

Hasta ahora el Pineapple Garden Maze, ubicado en Hawai, ocupa el Record Guiness como el mayor laberinto vegetal creado por el hombre (aunque no olvidemos que los mayores templos son los edificados por la naturaleza). Sin embargo, esta majestuosa obra de Ricci, ubicada en Fontanellato, cerca de Parma, tiene un tamaño cinco veces mayor que el laberinto hawaiano, y arrebatará el título del más grande en 2012, año en que abrira sus puertas para invitar a sus visitantes a un prístino recorrido en busca de la esencia.

Cuando el más grande de los escritores de habla hispana, Jorge Luis Borges, aún vivía, Ricci le compartió su deseo de construir el laberinto más grande del mundo. Borges, con su característica frialdad flemática, simplemente le respondió, aludiendo a la historia de Los Dos reyes y los Dos Laberintos, que el mayor laberinto ya existía, y ningún hombre podría superarlo: el desierto.

Los Dos Reyes y los Dos Laberintos

"Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso."

"Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquél que no muere."

Jorge Luis Borges - El Aleph (1949)

via The Guardian