*

Además de las implicaciones religiosas, espirituales y filosóficas que hay en el ayuno, su práctica también permite interrogar el lugar que la alimentación y el sustento tienen en nuestra vida y nuestro imaginario

Como es bien sabido, el ayuno es un elemento en común de algunas de las tradiciones filosóficas, espirituales y religiosas más importantes de la historia del pensamiento humano. 

Si bien, a primera vista, es posible relacionar el ayuno con nociones como la purificación, la moderación o la contención, el sacrificio, la ofrenda y otras afines, también, así sea como experimento mental, se puede percibir una dimensión un tanto más profunda y originaria del ayuno como práctica de cuestionamiento de la relación entre el ser humano y sus alimentos.

Ayunar, después de todo, implica abstenerse del segundo sustento material más importante para la vida, después del aire. Hacerlo, además, voluntariamente. ¿Quién optaría por ello como decisión más o menos consciente?

Esa especie de contrasentido fue quizá un día el origen del ayuno, esto es, el impulso de interrogar la alimentación como necesidad básica del ser humano que, al mismo tiempo, está inscrita en la matriz cultural, social, histórica y psicológica que nos constituye. 

Aun con la trascendencia vital que tienen los alimentos para el ser humano, es poco común que se cuestione o se reflexione a propósito de ellos, de su efecto en nuestro cuerpo, su origen, su calidad, los motivos inconscientes que nos acercan o nos alejan a ellos, las razones de nuestras preferencias y nuestras aversiones, el lugar que ocupan en nuestras coordenadas subjetivas y la manera en que están inscritos en la sociedad a la que pertenecemos, entre otras cuestiones no menos importantes.

Más allá de las cualidades o implicaciones religiosas y espirituales que se le pueden atribuir, el ayuno también puede considerarse una especie de “técnica” de toma de consciencia al respecto de la manera en que nociones como la alimentación, el hambre, la saciedad, la satisfacción, el placer, el aplazamiento y otras están asentadas en nuestra subjetividad y, de nuevo, en el mapa social de significantes donde nos movemos. Como se propone en uno de los artículos que referimos a continuación, ayunar también es una práctica de la atención.

Introducimos así un par de textos publicados recientemente en Pijama Surf a propósito de la que quizá sea el momento de ayuno simultáneo más notable del año, en todo el planeta: el mes del Ramadán del calendario islámico. 

El primer artículo explora los fundamentos del ayuno para la religión musulmana, en particular el hecho asombroso de que el ayuno del Ramadán es una suerte de artefacto sublime que, siendo en sí mismo uno de los cinco pilares del Islam, condensa a su vez en su práctica los otros cuatro.

Encuentra el artículo en este enlace

 

El segundo expone y comenta algunos pasajes particularmente hermosos y elocuentes del poeta persa Rumi a propósito del ayuno, cuyo vacío elogió diciendo:

Somos laúdes, ni más ni menos. Si la caja de resonancia está llena de cualquier cosa, no hay música. Si el cerebro y el vientre se queman limpios con el ayuno, a cada momento sale del fuego una nueva canción. 

Encuentra el artículo en este enlace

 

Los invitamos a leerlos bajo esa premisa, la de considerar el ayuno como una ocasión para que cuerpo, mente y espíritu coincidan en una nueva sintonía de sustento y vitalidad.

 

Imagen de portada: iStockphoto/damircudic