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Con una argumentación sumamente inteligente pero también sencilla, aguda y bien documentada, Woolf mostró por qué algo tan aparentemente simple como disponer de la privacidad de una habitación impidió durante mucho tiempo a las mujeres desarrollar una trayectoria intelectual en ámbitos como la literatura, la ciencia o la filosofía

En el siglo XIX y en épocas anteriores las mujeres estaban excluidas de las universidades y abocadas al cuidado de familias numerosas de un promedio de diez hijos (difícil descubrir o inventar algo de relevancia sin estudios básicos y en un constante cambiar pañales), además de que no se consideraba propio de su sexo dedicarse al ámbito intelectual (Jane Austen y Charlot Brontë se veían obligadas a escribir a escondidas y en secreto para que la reprobación social no recayera sobre ellas).

Así lo refiere Virginia Woolf en su reflexivo ensayo de 1929 A Room of One's Own, conocido usualmente en español como Una habitación propia.

Es muy interesante el análisis que realiza Woolf sobre las circunstancias que obstruyeron el desarrollo de la intelectualidad femenina a lo largo de la historia y sobre las condiciones vitales sui generis de los casos aislados de mujeres que, pese a su época, destacaron intelectualmente al punto convertirse en referentes históricos de carácter universal. Una de las condiciones que observa en dichos casos es que prácticamente ninguna tuvo hijos y otra consiste en que la mayoría obtuvo algo de instrucción por alguna situación excepcional o por haberse incorporado a la iglesia bajo el rol de religiosas (podemos pensar, por ejemplo, en Sor Juana Inés de la Cruz o en Teresa de Ávila, cuyas obras son monumentales; en la científica y compositora medieval Hildegarda von Bingen; en la primera enciclopedista europea, Gertrudis de Helfta, cuya obra fue el referente intelectual por excelencia durante toda la Edad Media; etcétera).

Sin embargo, dichos casos aislados constituían menos del 0.5% de casos frente al total de hombres que habían recibido instrucción y que disponían de suficiente tiempo libre, así como de incentivo más allá del cuidado de los hijos. De allí que el número de destacados intelectuales por sexo fuera asimétrico, de acuerdo con la proporción asimétrica de base entre los sexos en las condiciones necesarias para que se manifieste la acción del genio.

Estas condiciones pueden resumirse en una: la autonomía individual, que Virginia resume en el mínimo de "quinientas libras al año y una habitación propia". Defiende, así, el derecho a la propiedad privada para el sexo femenino como la base de su independencia y critica el hecho de que a las mujeres se les hubiera negado este derecho fundamental durante tanto tiempo. En épocas pasadas, todos los bienes que ellas pudieran obtener pasaban inmediatamente a pertenecer a sus maridos o a sus padres, no a ellas, con lo cual las mujeres eran históricamente pobres y la pobreza un factor que jugaba en detrimento del desarrollo individual y la creación intelectual, según muestra Woolf con datos históricos concretos y estadísticos.

Esta obra de la señorita Woolf (en verdad no era señora, aunque fuese casada: su matrimonio era casto o “matrimonio blanco”, una especie de fraternidad célibe, y sus amantes femeninas, de las que la principal fue la escritora Vita Sackville-West, “ilegítimas” y clandestinas, así que no le aporta el convencionalísimo título de “señora”) es reflexiva, aguda y sumamente ilustrativa, además de ser una lectura indispensable para cualquier feminista y especialmente para todas las mujeres que se dediquen a escribir, pues ella aborda ese tema particularmente. La recomiendo encarecidamente, ¡sí...!

Sin embargo, una advertencia: cuídense de no desanimarse en el primer capítulo que, a decir verdad, me resultó superfluo, anodino y denso, un bodrio, y por el que casi abandono su lectura llevándome una mala impresión. A partir de la mitad del segundo capítulo la obra empieza a volverse interesantísima y decisiva.


​Encuentra en este enlace el libro Una habitación propia de Virginia Woolf


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De la misma autora en Pijama Surf: Justine, o los infortunios de la virtud del Marqués de Sade, el libro decisivo sobre la libertad (y el libertinaje) 

 

Imagen de portada: Virginia Woolf sentada en un sillón en Monk's House (ca. 1942, s/a; detalle)