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Hildegard von Bingen, la monja medieval que explicó el orgasmo femenino y los deleites del placer

Sociedad

Por: Jimena O. - 02/21/2018

Su teología dejaba en claro que no sólo la fortaleza del semen determinaba el sexo del niño, que la cantidad del amor y la pasión determinaban la salud del bebé por llegar o que en el peor de los casos, cuando la semilla era débil y los padres no sentían amor mutuo, el resultado era una hija amargada, y también, que el único responsable de la imagen de Eva y del pecado original era Satán

Hildegard von Bingen o Sibila del Rhin (1098-1179) fue abadesa, escritora, poeta, científica, doctora, compositora, filosofa, visionaria, fundadora de la historia natural en Alemania, monja y mística cristiana. Su vida, como era de esperarse, fue polémica; sus obras, reinvindicativas. De hecho, fue la única mujer de su época que no sólo se atrevió a hablar acerca del papel del placer femenino sino también a realizar una serie de recomendaciones médicas a favor de la salud sexual de la mujer. Ella hablaba sin miedo sobre sus ideas, creencias y predicciones, mientras que la corte del siglo XII aprendió a escucharla.

A lo largo de sus textos medicinales, botánicos, teológicos y litúrgicos, así como sus canciones, poemas y dibujos, Bingen dejó en claro que “el acto sexual era algo bello, sublime y ardiente”. Ella nos habló desde la ciencia medieval con una postura intelectual, y gracias a ello recibió incluso la aprobación del papa Eugenio III para abrir su propio monasterio de mujeres en Rupertsberg y para predicar tanto en ciudades como en pueblos su interpretación de la Biblia –algo francamente sorprendente pues, para la época, esta actividad era exclusiva de los hombres–. De hecho, fue consejera de reyes, nobles y papas.

Según las narraciones que se hacen, todo lo que ella escribió “no era más que la transcripción de la incesante riada de visiones en la que Dios le impelía a poner por escrito todo lo que le mostraba”. Muchas de sus visiones se encuentran en sus chef-d’oeuvres Scivias, Causa et curae, Liber vitae meritorum (1150-63) y Liber divinorum operum (1163), en donde se encuentra la primera descripción por escrito del orgasmo femenino, donde Bingen sentenció que “la mujer podrá estar hecha del hombre, pero el hombre no se puede hacer sin una mujer”, donde expuso su teología sobre el microcosmos y el macrocosmos en la que el hombre es un espejo por el cual se refleja el esplendor del macrocosmos, y finalmente, rescató el sentimiento entre los dos sexos:

Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar, este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano.

Hildegard pone en evidencia, con elocuente facilidad, la naturalidad de la sexualidad, llenándonos de descripciones y análisis tanto biológicos como psicológicos al respecto. De hecho, a partir de estos textos, la autora desarrolló una teología sexual con base en el entendimiento humano, recuperando la diversidad en torno al determinismo fisiológico, las implicaciones astrológicas y el carácter de las personas. Su teología dejaba en claro que no sólo la fortaleza del semen determinaba el sexo del niño, que la cantidad del amor y la pasión determinaban la salud del bebé por llegar o que en el peor de los casos, cuando la semilla era débil y los padres no sentían amor mutuo, el resultado era una hija amargada, y también, que el único responsable de la imagen de Eva y del pecado original era Satán. Para ella, Satán era un ser envidioso de la mujer, quien goza de la capacidad de generar vida y por ello, él sopló veneno sobre la manzana antes de entregarla a Eva. Ese veneno, para Hildegard, fue el placer, y su sabor, el deseo sexual. En su obra De Gustu Pomi, explica que “el deseo sexual es el sabor de la manzana y el de la condición humana, el delicioso sabor que da paso a la ponzoña del vicio, el placentero y embriagador sabor del pecado”.

Además añade la idea de que el hombre posee en su potencia generativa tres capacidades: “el deseo sexual, la potencia sexual –fortitudo– y el acto sexual –stadium–”, en donde “primero la libido enciende la potencia, de manera que el acto sexual de la pareja se produce por un íntimo deseo mutuo”.

En pocas palabras, este es el caso de una mujer que ayudó a clarificar desde diferentes puntos de vista la esencia del ser humano, dándole a su sexo una posición más equitativa que aquella que sus coetáneos filósofos naturales solían darle. Este es el caso de una mujer del Medievo, quien vivió hasta los 80 años y enalteció las artes, la teología, la medicina y la esperanza en la humanidad.

*Recomendamos leer esta nota escuchando los cantos celestiales de la música de Hildegard von Bingen (o cualquier otra actividad)