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Contrario a lo que sucede con las app de citas más populares, este nuevo proyecto, Tame, incorpora la idea de responsabilidad afectiva a las interacciones propuestas

En años recientes, el término “responsabilidad afectiva” ha ganado popularidad en ciertos sectores de la población, apoyado en buena medida por publicaciones en medios digitales que han contribuido a abrirle paso. 

En este sentido, son sobre todo personas pertenecientes a las generaciones Millennial y Z (las más expuestas al mundo digital) quienes han adoptado el concepto como una especie de “parámetro” para sus relaciones personales, en especial las que antaño se denominaban “sentimentales” y las cuales ahora, en esas transformaciones de la nomenclatura, se han dado en llamar más recientemente “sexoafectivas”.

Si bien no existe una definición estricta o formal de la responsabilidad afectiva, grosso modo se entiende como su nombre lo indica: como un comportamiento responsable respecto de las emociones involucradas en las relación de afecto que se mantienen con otros, basado en la honestidad, la claridad, la formulación de acuerdos y el respeto a ellos y otras conductas afines. 

De este modo, la responsabilidad afectiva parece tener como propósito establecer un “suelo firme” o “seguro” para la relación que mantienen dos (o más) personas. 

No parece superfluo sugerir que dicha pretensión se puede ver también como una demanda (en el sentido psicoanalítico del término), específicamente una demanda de garantía, pues como han observado críticos del concepto de responsabilidad afectiva, de una manera tácita este parece buscar certezas en el ámbito de las emociones, que mucho tiene de incontrolable y aun de desconocido o inadvertido, ya no digamos en relación con otra persona, sino para el propio sujeto. 

Pese a todo, la noción de responsabilidad afectiva se ha abierto paso con relativo éxito en nuestra época y no pocas personas la ponen en juego actualmente en sus relaciones.

Prueba del alcance que ha tenido esta idea es una app de lanzamiento reciente de nombre Tame, la cual se presenta con el eslogan en inglés “Healthy Dating”, algo que podría traducirse como “Encuentros saludables” (porque, dicho al margen, esa es la otra obsesión de nuestra época, la salubridad, como lo notó Byung-Chul Han en uno de sus ensayos de La agonía del Eros).

Entre los lineamientos y promesas de esta aplicación de citas, algunos de los más notorios son:

  • Un match a la vez, para evitar la acumulación de los mismos y propiciar el enfoque en una sola persona
  • Cuestionario en vez de swipe, para evitar la sensación de estar viendo un catálogo de personas y, más bien, reunir a las más afines
  • Prevención del ghosting, esa práctica que a tantas personas escandaliza en nuestra época. Para evitarlo, Tame pedirá al usuario que ha perdido el interés en un match que justifique por qué quiere detener el contacto con la otra persona; de no hacerlo, no podrá reanudar el uso de la app.

Como vemos, bajo la idea de una cita “saludable”, Tame plantea un marco de interacción normado, acaso mucho más de lo que suele propiciar un encuentro erótico, amoroso o sexual, el cual no pocas veces depende del azar, una cierta forma de arrojo e incluso un cierto grado de desmesura. Del erotismo contemporáneo (o la falta de) también se ha dicho que se le impide respirar y desbordarse entre tantas reglas que se le busca imponer.

Por lo que es público hasta el momento, parece ser que Tame se encuentra en una fase todavía inicial, incluso un tanto mediática, en la que el objetivo quizá sea conocer el posible impacto de una app con sus características. 

En cualquier caso, se popularice o no Tame, su solo anuncio puede mirarse como una muestra de la importancia que tienen en nuestra época ideas o aspiraciones como la responsabilidad afectiva, la ambición de una relación “sana” y la todavía más cuestionable búsqueda de un ambiente controlado –higiénico, transparente– donde el deseo erótico se despliegue.


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Imagen de portada: Tame App / metro.co.uk