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La posición de la Iglesia católica y otras confesiones al respecto de la homosexualidad y la homofobia es clara, pero comúnmente no se le conoce con detalle; este ensayo busca plantear dicha cuestión

A lo largo de este ensayo expondré los puntos de vista de diversas iglesias, católicas y protestantes, bajo la propuesta de un ejercicio de contraste. Para entrar en materia, he decido empezar por algunas definiciones propiamente clínicas y no religiosas, antes de tocar el tema desde su relación con el cristianismo y el concepto de pecado.

En caso de que alguien desconozca el término, la homofobia es toda aversión, sin justificaciones secundarias, hacia personas o conductas homosexuales y bisexuales, que puede derivar en acciones y gestos discriminatorios o agresivos tanto en un círculo inmediato como amplio.

Es así que la homofobia acentuada tiene muchos componentes patológicos. Implica pensamientos y conductas obsesivas, muchas veces de carácter borde o limítrofe, es decir, que por su impulsividad exponen a situaciones peligrosas tanto al homófobo como a quienes le rodean. También revela poca inteligencia emocional, capacidad adaptativa y para la frustración.

Existen algunas confesiones cristianas particularmente adversas al activismo LGBT+ o a la sexualidad entre personas del mismo género. Este acento varía según la comunidad, pero hay un rechazo amplio entre el evangelismo pentecostal, iglesias bautistas, adventistas, ortodoxas y grupos con doctrinas singulares, como mormones y testigos de Jehová.

Es muy llamativo el caso de la Iglesia Bautista de Westboro, en Estados Unidos, una grey con un bastante talante familiar nuclear, bíblico fundamentalista y en extremo homófobo, que asocia los accidentes de aviones o los diagnósticos de cáncer con castigos infringidos a la sociedad por un Dios furioso a causa de los homosexuales. Es famosa por sus movilizaciones con pancartas donde se leen frases como: "Dios odia a los maricones", "Un avión se estrella, Dios se ríe", "La sodomía debería castigarse con la pena capital" o "Gracias a Dios por el sida".

Shirley Phelps-Roper en una manifestación de la Iglesia Bautista de Westboro (2019; Monika Graff/Getty Images)

Shirley Phelps-Roper en una manifestación de la Iglesia Bautista de Westboro (2019; Monika Graff/Getty Images)

Si bien la mayoría de las iglesias prohíben las conductas homosexuales y el matrimonio entre personas del mismo género, en general también condenan la homofobia (salvo algunas excepciones importantes). Desde su punto de vista, todos los seres humanos merecen respeto y que se valore su integridad. La ira es uno de los siete pecados capitales y es una contradicción asumirse cristiano pero perseverar a la vez en el odio. Es así que iglesias como la católica romana, aunque no aceptan la sexualidad gay activa por encontrarse fuera de los confines de la vida conyugal de sus sacramentos, consideran que discriminar en la vida social y familiar a las personas homosexuales es pecado, y peor aún, infringirles agresiones, sean verbales o físicas.

Si bien el catecismo de la Iglesia católica (tercera parte, segunda sección, capítulo segundo, artículo 6, referencia 2357) sigue sosteniendo que los actos homosexuales son "intrínsecamente desordenados", subraya una clara diferencia entre una persona nacida homosexual, cuya condición no puede cambiar, y las prácticas sexuales lésbicas o gay no admisibles. Desde esta perspectiva, ser homosexual no es en sí mismo un pecado y tampoco sostener una afectividad gay casta o amistosa. Los homosexuales merecen una red de apoyo familiar, pastoral y psicológica. Dios no juzga a las personas atraídas por su propio género, aun si no son capaces de modificar esta situación, siendo propia de su personalidad. Es así que la Iglesia católica no las excluye de los sacramentos, siempre y cuando mantengan una vida célibe.

También vale la pena resaltar que ciertas conferencias episcopales nacionales, grupos minoritarios y teólogos alternativos dentro del catolicismo favorecen una revisión de la moral sexual de la Iglesia, así como del propósito de la vida en pareja y dentro de las órdenes sagradas, para responder a las vivencias y problemas de una sociedad cristiana que ha cambiado. Son de hacer notar algunos exponentes de esta teología crítica, como el obispo emérito Raúl Vera y el filósofo Gianni Vattimo, o algunas conferencias de obispos, como las de Bélgica y Alemania. 

Aunque en menor número, también existen iglesias que no consideran la sexualidad gay o lésbica un pecado per se. Algunas incluso admiten casar o bendecir a parejas del mismo género. Por ejemplo, la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos de América, una provincia sinodal de la Comunión Anglicana, no sólo aceptó el matrimonio homosexual sino que, además, en 2004 ordenó obispo a un hombre públicamente gay y con pareja, Gene Robinson, para la diócesis de New Hampshire. También la mayoría de las iglesias nacionales de la Comunión Luterana, en países como Islandia, Dinamarca y Noruega, junto a algunas iglesias presbiterianas, evangélicas o ecuménicas, modificaron su definición de matrimonio para incluir a parejas del mismo sexo. Internacionalmente, la primera mujer abiertamente lesbiana ordenada obispo fue la teóloga Eva Brunne, de la Iglesia Luterana de Suecia, destinada a la diócesis de Stockholm. 

La teóloga Eva Brunne, la primera mujer abiertamente lesbiana ordenada obispo de la Iglesia Luterana de Suecia

Eva Brunne

En términos generales, es verdad que la intimidad erótica entre dos hombres y el travestismo son prácticas prohibidas o censuradas en algunos pasajes concretos de la Biblia, sobre todo en los libros de la tradición deuteronomista y en algunas cartas paulinas (sin mención alguna a relaciones lésbicas, cabe decir). Por lo mismo, la mayoría de las iglesias no aceptan ni las relaciones sexo-afectivas ni los matrimonios entre personas del mismo género. No obstante, algunos teólogos y las confesiones cristianas minoritarias antes expuestas consideran que las determinaciones contra la homosexualidad en la Biblia apelan más a nociones culturales del tiempo de su escritura, sin deber aplicarse al todo de la vida amorosa de gays y lesbianas. Ya que hoy conocemos con mayor profundidad este fenómeno, sugieren una relectura prudente, a la luz de la integridad de todo el corpus bíblico, particularmente el Evangelio y de los hechos psicológicos comprometidos.

Regresando a cuestiones clínicas, a pesar de la objeción de algunos grupos religiosos y políticos, la Organización Mundial de la Salud, al igual que las sociedades psiquiátricas y psicológicas internacionales y de la mayoría de los países, ya no consideran en principio sujetos patológicos a gays y lesbianas (como ocurría todavía hasta principios del siglo XX). Si bien esta orientación sexual se considera un fenómeno psicológico atípico, sus conductas sexuales no son, como tales, causa de malestar mental; es decir, no pueden ser enfermos, en el entendido de que no hay patología mental si una condición por sí misma no supone malestar. Esto, por supuesto, salvo si existe un factor añadido, por ejemplo, que una persona tenga tales tendencias por un trauma, o que viva su orientación gay o lésbica bajo rechazo, debido a factores diversos.

El hecho es que la atracción por personas del mismo género es una condición multifactorial, cuya expresión y experiencia varían de persona a persona y que no tiene características absolutas. Las conductas homosexuales, al igual que las conductas particulares en general, pueden deberse a una serie de causas hormonales, neurofisiológicas, genéticas, embriológicas, psicológicas, ambientales, etc. Es además un fenómeno también presente entre otros animales genéricamente binarios.

Sea cual sea tu opinión sobre la vida privada de gays, lesbianas o bisexuales como el autor de este ensayo, o sobre el activismo y teoría LGBT+, estés a favor o en contra, tengas las creencias que tengas sobre el tema, es un hecho que la homofobia tiene características nocivas y que extremarla puede llevar a la violencia, por lo que sí se puede vincular con la noción de pecado, por las razones expuestas.

A mi juicio, es un craso error oponerse a las relaciones consentidas entre dos mujeres o dos hombres adultos que no involucren a terceros; peor aún, castigarlas social o criminalmente, como ocurre todavía en diversas naciones del mundo (cerca de setenta), incluso con la pena de muerte (trece, hasta hace un par de años).

Es innegable que muchas iglesias sostienen posiciones negligentes y reactivas contra la homosexualidad. Por negligentes me refiero a que desconocen o niegan evidencias psicológicas, biológicas y sociológicas muy claras sobre la vida que llevan gays y lesbianas, y el origen de sus tendencias. De cualquier modo, es respetable que las comunidades cristianas tengan una doctrina moral y una visión de la sexualidad humana, pero no veo mucho sentido en evitar un análisis más profundo que implique a las verdades de la fe y lo que hoy sabemos de la homosexualidad. 


Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.


Canal de YouTube del autor: Asociación de Estudios Revolución y Serenidad


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Imagen de portada: Un manifestante es detenido por la policía durante la manifestación LGBTQ+ en el centro de San Petersburgo, Rusia, el 4 de agosto de 2018. Sergey Konkov / Reuters