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Una mirada honesta al cuarteto de Liverpool

You and me chasing paper,
Getting nowhere, 
On our way back home.

(Tú y yo persiguiendo papel,
sin llegar a ninguna parte,
en nuestro camino de regreso a casa).

“Two of us”, The Beatles


La serie documental Get Back, sobre una etapa clave en la historia de la banda de rock más importante de la historia, invita al espectador a adentrarse durante más de 8 horas al compendio de sensibilidades que se vivió en la grabación de su último álbum: Let it Be. Se trata de una especie de lado B del documental homónimo al disco de 1970, dirigido por Michael-Lindsay Hogg; un acto de rescate por parte de Peter Jackson que, al inyectar tiempo y movimiento, resucita un material otrora destinado al olvido –el gran pesar del quehacer documental–.

Los colores del ciclorama en el foro donde inicia la historia tienen tal intensidad que uno no puede sino sentirse parte de ese mismo círculo de intimidad que comparten John, Paul, George y Ringo. Presenciar con esta cercanía las conversaciones, el proceso creativo, las discusiones, los momentos de inspiración, de rendición, de reencuentro, se vive con mayor vertiginosidad y suspenso que la misma aventura de Frodo sorteando obstáculos para llegar a Mordor. 

Ampliando el formato 4:3 para llenar el cuadro completo, el documental, más que una mirada nostálgica o histórica, se convierte en una especie de épica íntima que deconstruye presuntos antagonismos, desmiente y confirma suposiciones, y permite tejer nuevas posibilidades de la memoria en una relectura y reescritura de la historia de la banda. En esta nueva narrativa, a pesar de que conocemos el final –que lo que presenciamos culminará en su último disco y última presentación en vivo– se maquina en el espectador también un deseo por detener el tiempo, regresar a ese momento, capturarlo para ver si en una reconfiguración temporal puede quizá detonarse un desenlace diferente. 

Esto se refleja en el momento en que Linda Eastman captura fotografías del cuarteto ensayando, y luego estas se muestran interrumpiendo el flujo del tiempo-movimiento de la película. Este momento evidencia la paradoja entre historia y fotografía que Roland Barthes aborda en La cámara lúcida (1980): "El mismo siglo inventó la historia y la fotografía. Pero la historia […] es un discurso intelectual que abole el tiempo mítico; y la fotografía es un testimonio certero pero fugitivo". El siglo XX trajo otras dos grandes invenciones: el cine y el rock; y en esa escena, de distanciamiento casi brechtiano y a la vez de deseo narrativo, se juegan estos cuatro órdenes creativos: cine, historia, fotografía y rock: las posibilidades de la reproducción tecnológica que dan pie a las posibilidades de la memoria

Pero a excepción de momentos como este –y algunos otros montajes estilo videoclip, que dan cierto respiro al ritmo del resto de la película– el material se presenta casi en su totalidad de manera fluida, en un estilo casi tarkovskiano (con sus debidas proporciones): el tiempo vive en la toma misma, y no en su intervención y manipulación a través del montaje. En estas tomas largas que nos presentan la interacción cruda entre ellos, sucede lo que Gilles Deleuze llamó "la imagen-tiempo" en 1985 y que Jacques Rancière define de manera muy precisa: "un presente que forma un loop con su propia infinidad" (The Intervals of Cinema).

En una entrevista sobre el proyecto, Jackson menciona que no sabe si estamos regresando en el tiempo hacia ellos, o si el cuarteto de Liverpool ha viajado hacia nosotros. Yo abogaría que no se trata de uno ni de otro, sino precisamente de este loop infinito que vive en cada momento presente, que el archivo –el celuloide mismo de la película– guarda de manera afectiva y que se invoca gracias a la capacidad conjunta tanto de la música, que siempre ha podido transportarnos a otros espacios y momentos, como de la cualidad de tiempo-movimiento que hace al cine el arte de replicar y reimaginar la vida

El material que se retoma para abrir un nuevo camino en la escritura de la historia de la música es metonímico a la relación entre los cuatro miembros del grupo; lleva la marca de un destino fatal, pero insiste y quiere persistir. Si bien la imagen-tiempo nos hace parte de la complicidad de la banda, de su sentido del humor único y de esa genialidad que les venía de manera tan ligera, se trata también de una imagen de tristeza que revela el hartazgo, el deseo, el cansancio, la necedad de una relación que busca una manera de sobrevivir pero que ya ha alcanzado ese punto irónico donde, estando juntos, son mucho más que la suma de los cuatro, a la vez de no dejarse brillar individualmente

La mágica química entre ellos, el gran talento y liderazgo de McCartney, el humor y la artistía de Lennon, la sensibilidad y poesía de Harrison, en una compleja y desvaneciente complicidad, demuestran que ya no son los Quarrymen del 56, pero tampoco son el club de corazones solitarios del Sargento Pimienta. Y sin embargo, cuando eso queda de lado, cuando se sientan a hacer lo que mejor saben hacer, la música persevera, encuentra una forma de vivir gracias a pero también a pesar de ellos mismos.  

Get Back también nos permite regresar a la que fue quizá la última década del idealismo. El gesto utópico del concierto en la azotea responde al llamado de la espontaneidad del espíritu artístico, pero también de una época donde todavía se apostaba por vivir el "aquí y ahora" para alcanzar un futuro mejor: la exquisita experiencia estética del rock en vivo, aún disponible en nuestros tiempos, pero sin intermediarios rapaces, sin metaverso ni influencers.

Sin embargo, lo grandioso de la épica íntima de Peter Jackson no es un clímax narrativo en la azotea ni lograr desmentir o comprobar tal o cual rumor, pues realmente ninguno de estos se da de manera totalmente clara o convencional. Su triunfo recae en permitirnos caminar junto a ellos ese camino largo y sinuoso, presenciar ese desenvolvimiento lento de la historia que revela que, así como el desahucio del material de archivo mismo es análogo a su inevitable ruptura, así también lo que dicen, componen e interpretan durante estas 8 horas construye la mitología de su relación y el tiempo mítico del que habla Barthes, y no una presunta historia oficial. 

Aunque el amor, la creación y el talento que los une es imposible que desaparezca –y lo sabemos pues se reactiva en cada reproducción de sus canciones– ese esfuerzo que se hizo en su momento, ya no por seguir siendo sino por volver a ser The Beatles, ese lamento insistente de regresar a otro tiempo, esa imploración del Get Back (regresar, volver), eventualmente deviene en la aceptación del Let it be (dejar ser).


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Imagen de portada: Disney+