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El aumento de encuentros con la naturaleza se debe sobre todo a que se ha hecho más espacio para poner atención

Una de las narrativas paralelas que se han generado durante la pandemia es que de alguna manera, ante la cuarentena y la pausa del capitalismo, los animales y en general la naturaleza están regresando, repoblando lugares en los que ya no se hacían presentes.

Si bien esto ha sido un tanto exagerado por los medios, es indudable que en los últimos meses personas de todo el mundo han tenido una mayor cantidad de encuentros con animales, plantas o con paisajes naturales que no solían percibir en su vida cotidiana. Aunque una de las causas puede ser que existe una menor actividad humana, lo cual, por así decirlo, libera espacio para que otras especies se hagan presentes, la causa principal es simplemente que ha aumentando nuestra atención.

Durante la cuarentena la gente está pasando el tiempo en su casa, con menos ruido o saliendo a visitar lugares en la naturaleza cercanos. Una de las cosas que más han aumentado es la percepción del canto de las aves. Estos sonidos en gran medida siempre están allí, pero son ahogados por los ruidos de la calle o porque simplemente no estamos en casa o cuando estamos no tenemos tiempo para escuchar los sonidos del espacio. Además, la pandemia ha coincido en el hemisferio norte con la primavera, temporada que se llena de flores y cantos de pájaros. Y no debe descartarse también la posibilidad de que el mero hecho de la pandemia como un retiro ha generado estados contemplativos de mayor sensibilidad en algunas personas. 

Esto es notado por la escritora y naturalista Lucy Jones en el periódico británico The Guardian, donde leemos:

Nuestras vidas están hechas de las cosas a las que les ponemos atención. Bajar la velocidad y observar: estas son cosas radicales que podemos hacer en nuestra era acelerada.

La autora menciona que recientemente por primera vez notó los tonos rosa brillante de los alerces y por primera vez en mucho tiempo escuchó el arrullador canto del cuco.

Muchas personas pasan días o hasta semanas sin oler una flor, sin tocar la tierra, sin escuchar a las aves, etc. Esto es una forma de desconexión y desarraigo, que además tiene efectos negativos en la salud. Es cierto que en algunos casos, particularmente en las grandes ciudades, el acceso a la naturaleza se ha convertido en algo de lo cual goza la clase alta y que resulta de más difícil acceso para las masas hacinadas. No obstante, también es cierto que mucha gente sigue viviendo en el campo y aunque su vida es más humilde tiene la riqueza de poder vivir entre plantas y animales. De cualquier manera, es posible acondicionar el espacio en la ciudad también para tener al menos pequeños espacios verdes. Y, de hecho, una de las tendencias más interesantes que han surgido en esta pandemia es el incremento del autocultivo y los espacios verdes dentro de los espacios urbanos.

Más allá de esta posibilidad, queda simplemente poner más atención y buscar el silencio y la contemplación, donde también yace esa misma naturaleza, como fuente de paz, que buscamos en el exterior. Al igual que las plantas, la atención también debe cultivarse y cuidarse todos los días.

 

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