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Como consecuencia de la pandemia por COVID-19, las videollamadas son una de las herramientas más usadas para comunicarnos con el trabajo, la familia o los amigos

¿Has notado que cuando haces videollamadas sientes un cansancio que no logras identificar?

Hacer videollamadas exige un tipo de concentración especial, pero algunas personas no están acostumbradas a lidiar con las nuevas herramientas que ofrece la tecnología. A raíz de las consecuencias y medidas que se han tenido que tomar debido a la pandemia, es necesario hacer uso de estas herramientas para seguir comunicándonos con familiares, amigos y con el trabajo. 

Aunque veamos las caras de los demás, es más complicado interpretar todas esas cosas a las que estamos acostumbrados en nuestras interacciones cara a cara de manera cotidiana. Ahora a través de una pantalla, el lenguaje corporal, los gestos faciales o el tono de la voz hacen que las interacciones sean más pesadas, pues tenemos que aprender a modificar cómo nos relacionamos con los demás. Aprender a identificar todo esto a través de una pantalla, en una interacción en vivo, es bastante agotador. 

Además, en una videollamada, mientras uno toma su turno para hablar, es consciente de que todos lo están viendo y escuchando. Algo así como si se estuviera solo en un escenario. 

Sin embargo, aunque todos estos factores causan estrés adicional, la fatiga de hacer videollamadas no sólo se debe a los factores mencionados, sino también a esta nueva vida cotidiana que estamos tratando de construir. 

Nos hemos estado viendo forzados a modificar casi todos nuestros hábitos al estar encerrados, aislados, sin convivir con quienes lo hacíamos antes de la pandemia, o bien, conviviendo diario con quien no solíamos hacerlo: familia, pareja, compañeros de casa, etcétera. 

Por otro lado, hacer videollamadas puede ser un recordatorio de esa vida, rutinas, espacios y relaciones que teníamos antes de la pandemia. Y es normal vivir todo esto como una pérdida, aunque sea una temporal. 

¿Qué pasa cuando hacemos videollamadas con amigos y familia? ¿No se supone que eso sería más relajado, sin tanta presión? 

El sociólogo canadiense Erving Goffman propuso una forma de entender cómo se relacionan las personas en la vida cotidiana. Palabras más, palabras menos, existen diferentes “escenarios” de los cuales forman parte un número de “actores” que tienen papeles acordes a estos escenarios. A cada escenario diferente le corresponden actores con papeles distintos. Todas las personas cumplen con distintos papeles en los múltiples escenarios que componen sus vidas diarias. 

Tomemos un ejemplo muy específico de nuestro contexto actual. Las personas van a trabajar a un espacio específico, digamos, una oficina. En esta oficina hay secretarias, personal de informática, personal de áreas comerciales, legales, un CEO, directores de áreas, etc. En cada una de estas áreas, la gente cumple con un papel específico dependiendo del rol que su trabajo le asigne. Por ejemplo, una secretaria se encarga de contestar llamadas, organizar agendas, preparar espacios para juntas, filtrar visitas. En este espacio, la persona que ejerce su labor como secretaria se pone una “máscara” para interpretar su papel como secretaria. Pero una vez que acaba su jornada laboral, cambia la máscara por una máscara de amiga. Una vez que lo hace, puede ir cómoda a un bar, al cine o a cualquier reunión en donde podrá actuar como amiga dentro de su círculo amistoso. Siguiendo esta lógica, llegará a casa y estará “tras bambalinas”, se quitará la máscara de secretaria y de amiga para ser ella misma y disfrutar su espacio y su tiempo como ella lo prefiera, sin tener que cumplir con el rol de mujer, secretaria, empleada o amiga. 

Como vemos, todos estos espacios están muy bien separados, cada uno tiene sus reglas, sus escenas y sus actores. 

Para los que hemos tenido la oportunidad de no salir, todos estos espacios de los que somos parte se han mezclado en uno mismo: nuestras casas. Por lo que establecer límites personales, laborales, familiares, románticos, etc., se ha convertido en una tarea extra para nuestra mente. Establecer los límites de todas nuestras distintas actividades es ahora una tarea exclusivamente mental, pues ya no contamos con la separación física y material de nuestros espacios laborales, amistosos o familiares. Y sumémosle a ese trabajo mental el que la mayoría de nuestras relaciones e interacciones las estamos haciendo a través de una pantalla. 

Para reducir toda esta fatiga, te recomendamos hacer videollamadas sólo para lo más importante y considerar limitar el tiempo que pasas frente a la pantalla. Otra buena solución es mantener tu cámara apagada, por lo menos para las llamadas de trabajo; así no añadirás una preocupación más por el hecho de sentirte visto por muchas personas ni te sentirás invadido en tu propia casa.

 

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Imagen de portada: Federica Gargiulo