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Brasil dejará de invertir en la filosofía y en otras carreras humanísticas porque no son rentables

Política

Por: Jimena O. - 04/29/2019

El presidente brasileño anunció que el apoyo que se daba a las humanidades se dirigirá a carreras como la ingeniería y la medicina

Decía Joseph Campbell que cuando una civilización se orienta solamente por el beneficio económico o militar, ha entrado en la decadencia. A la luz de una tendencia global que apuesta solamente por lo científico-técnico y que concibe a la educación de manera completamente utilitaria, como algo que se hace para obtener un empleo y no para cultivar y enriquecer a la persona en sí misma, la observación de Campbell parece describir nuestra civilización.

Antes habíamos mencionado la tendencia en la educación británica en tiempos recientes, denunciada por el profesor Terry Eagleton, de manejar las grandes universidades como corporaciones neoliberales que se rigen por el mandato del crecimiento económico (lo cual las obliga a dejar de invertir en las humanidades) y que tratan a los alumnos como clientes. Hace unos días el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció que su gobierno dejará de invertir en las facultades de filosofía y sociología y en general en las humanidades. La razón: estas carreras no son rentables.

El presidente Bolsonaro informó en su cuenta de Twitter el viernes pasado que el Ministerio de Educación dejará de invertir en las facultades de Filosofía y Sociología para redirigir este dinero a carreras que sí generan "empleo y renta". Por lo menos, los que ya están cursando estás carreras no se verán afectados. La educación en Brasil está encabezada por el ministro Weintraub, quien se ha manifestado en contra del financiamiento de carreras humanísticas, a las cuales considera un lujo que no sirve de nada. Weintraub ha dicho que las personas deben elegir bien sus carreras, y la filosofía no es una buena elección.

Quizá no estamos lejos de la distopía que retrata la película Alphaville de Jean-Luc Godard, una sociedad que es gobernada por una supercomputadora, por un algoritmo, y en la cual se prohíben carreras u oficios que no se alinean con la visión económica tecnocrática. En esa sociedad, palabras como "poesía" o "amor" incluso se empiezan a dejar de usar y entender. Lo que no parece entender nuestra sociedad utilitaria es que el auténtico bienestar no tiene que ver solamente con la cuenta de banco. La cultura tiene una función que a mediano y largo plazo determina nuestra felicidad y aun nuestra capacidad de vivir armónicamente con el entorno. Al final, en lo que se deja de invertir es en los humanos, poniendo todo el capital y la esperanza en las máquinas.