15 formas en que la vida cambia cuando dejas de beber alcohol en exceso
Salud
Por: Luis Alberto Hara - 11/12/2018
Por: Luis Alberto Hara - 11/12/2018
La relación entre el alcohol, el ser humano y la sociedad no es sencilla de clarificar. El alcohol ha estado presente en la cultura desde tiempos remotos y, desde cierta perspectiva, puede decirse incluso que se trata de un producto de la civilización.
En parte es a causa de dicha antigüedad que el alcohol tiene un margen amplísimo de tolerancia social. A pesar de sus efectos nocivos en la salud personal y pública, el consumo de alcohol se mira como un hábito “normal”, cotidiano, que se sanciona escasamente.
Por supuesto, el alcohol no es en sí mismo un problema. En un pasaje de Las bodas de Cadmo y Harmonía en que Roberto Calasso comenta la invención del vino según la mitología griega, no duda en decir de la ebriedad que “era justamente lo que le faltaba a la vida, lo que la vida esperaba”. ¿Por qué? En buena medida, porque un poco de alcohol aligera la vida, vuelve por un momento más asible algo que de inicio nos parece confuso o enigmático.
El problema, sin embargo, es el exceso, como también han señalado una miríada de filósofos y pensadores desde tiempos inmemoriales. Es en el exceso del consumo de alcohol donde todas sus virtudes posibles se convierten en calamidades, y entonces el don y el regalo se transforman en una maldición.
Es desde esa perspectiva que compartimos ahora este listado, que tiene como inspiración un texto aparecido hace unos días en el sitio Walking Times. Grosso modo, se trata de una serie de efectos positivos que ha constatado la mayoría de las personas que dejan de beber, algunos a las pocas semanas de tomar dicha decisión y otros en un plazo más prolongado. Pero, en todos los casos, son efectos relativos al bienestar general.
El primer gran efecto que notan prácticamente todas las personas que dejan de beber alcohol es una mejora general en su salud. Pérdida de peso, mejor aspecto de la piel, noches de sueño profundo y reparador y una mejor salud digestiva son algunos de los efectos a corto plazo, mientras que a mediano y largo plazo el corazón, el hígado y el cerebro son los órganos más beneficiados.
Cuando se bebe en exceso, tomar la decisión de dejar de hacerlo es ya un reflejo de la voluntad de mejorar (de la pulsión de vida ganando terreno frente a la voluntad de autodestrucción, para decirlo en términos freudianos). Pero dicho impulso no se detiene ahí. Otras circunstancias de orden psicológico como la ansiedad o la depresión también se transforman, particularmente en aquellas personas en las que el consumo del alcohol es un síntoma de una condición subyacente.
El consumo de alcohol está asociado típicamente con un gasto irracional del dinero, de ahí que detener esa conducta tenga efectos también en las finanzas personales. Este es otro de los cambios que las personas que dejan el alcohol notan casi inmediatamente en sus vidas.
Usualmente el consumo desmedido de alcohol requiere un gasto considerable de tiempo, de entrada por el tiempo dedicado a la bebida en sí y después, por el tiempo destinado a la recuperación física que implica beber en exceso. Dejar de beber cambia eso por completo, y es común que ese tiempo termine usándose de manera más provechosa para uno mismo.
En el marco de la subjetividad, el consumo de alcohol a veces sirve para enmascarar condiciones sobre las cuales se tiene poco conocimiento personal. Así, hay quien bebe, por ejemplo, para animarse a hablar con desconocidos en una fiesta, para bailar, para bromear, etc. En pocas palabras, para vencer circunstancias como la timidez, la ansiedad, el aburrimiento u otras. Sin embargo, la tarea existencial del ser humano es más bien conocer en lugar de engañarse, es decir, preguntarse la razón y las causas de dichas dificultades para así poder sobreponerse a ellas. Dejar de beber también es una oportunidad para observarse, conocerse y cambiar aquello de uno mismo que el alcohol parece modificar.
En el sentido del punto anterior, un mejor conocimiento de uno mismo casi siempre conduce a la aceptación de quien se es, no a manera de resignación, sino de comprensión.
Con cierta frecuencia, el alcohol trae problemas a la vida. Financieros, de relaciones personales, con el trabajo y las responsabilidades en general, de salud, con el manejo del tiempo y más, la mayoría de los cuales, cuando se observan en retrospectiva, se revelan innecesarios, gratuitos y fáciles de evitar. En ese sentido, detener el consumo excesivo de alcohol es también poner un freno a todo ello.
¿Cuántas veces, al despertar luego de una borrachera, te has arrepentido de algo que dijiste o hiciste? Pues bueno, al dejar de beber también desaparece esa sensación de tu vida.
La adición es un patrón de conducta que encuentra en el alcohol una de sus expresiones, que en realidad pueden ser muchísimas. Entender por qué estás enganchado(a) al alcohol, qué sucede cuando lo dejas y cómo cambia tu vida después de ello también tiene como efecto entender mejor los patrones que te llevan a tener una conducta adictiva.
Como si se tratase de una criatura con voluntad propia, la adicción al alcohol suele encontrar sus propias formas de aferrarse a la existencia de una persona, y una de ellas son las relaciones personales. Con frecuencia, quien bebe en exceso suele encontrar a las personas con quienes validar su comportamiento, esto es, amigos o compañeros con quienes igualmente puede beber y con los cuales no sentirá cuestionada su conducta. No obstante, cuando la adicción se detiene, también se revela el valor verdadero de dichas relaciones.
¿Alguna vez has estado sobrio en compañía de personas que están ebrias? Salvo ciertas excepciones, suelen ser momentos incómodos, pues es posible observar hasta qué punto el alcohol puede hacer a alguien testarudo, superficial o incoherente.
Siguiendo el ejemplo anterior, una observación objetiva de la ebriedad revela también otra cosa: la fragilidad del ego humano, el temor en el que viven la mayoría de las personas y el esfuerzo mayúsculo que muchos hacen por aparentar que son más o mejores de lo que creen que los demás piensan de ellos. No es casual que bajo el influjo del alcohol numerosas personas peleen, se enganchen en discusiones estúpidas o parezcan tener la “valentía” de la que carecen en sobriedad.
El alcoholismo no surge de la nada. Existe una compleja red de significantes sociales y culturales por la cual una persona cree encontrar en el alcohol la respuesta a preguntas subjetivas que tocan su existencia. Ese no es el mejor lugar para buscar, en efecto, pero la cultura le hace creer que sí. La publicidad, la romantización artística de la bebida, la tolerancia social: esos son algunos de los factores por los que alguien puede llegar a creer que beber alcohol le dará las respuestas que está buscando.
Cuando dejas de beber por voluntad propia, es más fácil tomar otras decisiones orientadas a tu bienestar personal. En cuanto a tu comida, por ejemplo, el tiempo que dedicas a alguna actividad física, el uso que le das a tu dinero, etcétera.
En el sentido del punto anterior, la elección de dejar de beber alcohol conduce en general a una mejor experiencia de vida, pues ésta se vive más bien desde el entendimiento y no desde el efecto alterado de conciencia al que llevan las bebidas alcohólicas. La conversación que se tiene con una persona, la atracción sexual, la coordinación del cuerpo, la idea de uno mismo: todo ello pasa ahora por el filtro de la conciencia, de aquello que has aprendido de ti mismo y de la perspectiva que tienes sobre la vida.
La toma de conciencia es un proceso amplio al que una persona puede arribar por distintas vías, pero sin duda la decisión de dejar de beber es una de ellas. Como hemos expuesto a lo largo de esta nota, dejar el alcohol (o cualquier otra adicción) es en general un movimiento subjetivo que demuestra el deseo de aprovechar realmente la existencia, lo cual, paradójicamente, no muchas personas parecen estar dispuestas a hacer. Como dijera Oscar Wilde, la mayoría se conforma con vivir apenas, sin darse cuenta de que la existencia es una oportunidad única para hacer muchísimas cosas.
En la medida en que el alcohol es un factor capaz de detener y obstruir el desarrollo integral del ser humano, ¿no valdría la pena interrogar el lugar que le damos en nuestra vida?
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