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Un ambicioso proyecto internacional enfocado a niños ha depositado en la música la posibilidad de contribuir a resolver los conflictos entre Palestina e Israel
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Campo de refugiados de al-Azzeh, Belén (2011)

“Sin música la vida sería un error”, escribió alguna vez Nietzsche, y hay muchísimos motivos para concederle la razón. A nivel individual la música provee múltiples beneficios, desde salud mental hasta entretenimiento, y a nivel social igualmente sus consecuencias positivas son cuantiosas.

En este sentido, son más o menos comunes los proyectos que hacen de la música el eje en torno al cual giran objetivos como la cohesión social, el sentido de pertenencia, el apropiamiento de un espacio o de una tradición, etc. Pocas veces, sin embargo, se había encargado a la música la misión de pacificar, lo cual es el propósito de la organización internacional Músicos sin Fronteras.

“La guerra divide. La música conecta” es el motto de esta ONG que después de haber trabajado en zonas de Ruanda, Tanzania y otros países con conflictos bélicos severos, ahora se ha asentado en Palestina para acercarse a los niños y adultos para quienes los conflictos armados son la cotidianidad.

En términos generales, MSF genera las condiciones para que cierta población vulnerada por la guerra encuentre en la música su vehículo de expresión e incluso de cura. En el caso de Palestina, la ONG ha organizado talleres de música en campos de refugiados que poco a poco van generando resultados positivos. Fabienne van Eck, jefe de proyectos en MSF, cuenta cómo en un kindergarten en donde ninguno de los niños hablaba, algunas semanas después las clases de canto los llevaron a convivir de lleno entre sí y de otra manera con sus maestros y padres, quienes notaron que se veían más felices, relajados y optimistas. Para Van Eck, esto es invaluable porque las nuevas generaciones de palestinos están afectadas notablemente por la decepción. Al respecto dice:

Los niños ven mucha violencia, experimentan mucha violencia. […] No hay muchos espacios seguros donde pueden únicamente disfrutar, ser creativos o sentirse seguros para expresarse. Así que es lo que intentamos darles durante los talleres de música: un lugar para sentirse seguros y ser creativos.

En Mitrovica, Kosovo, MSF consiguió que se integrara una escuela de rock multiétnica, en donde serbios y albaneses conviven y trabajan en conjunto por un propósito compartido. En el Cercano Oriente las condiciones son otras y, a decir de la organización, las diferencias entre palestinos e israelíes, los malentendidos entre uno y otro pueblo, las tensiones que los separan, son profundas y radicales, por lo que el pronóstico de MSF es más reservado. Como dice Van Eck, “el terreno no está listo, no va a ayudar a nada, no va a cambiar nada”.

 

Sin embargo, ello no significa no hacer nada. Por el contrario, significa hacer algo. “Preferimos enfocarnos en las cosas pequeñas que podemos cambiar para hacer que el país esté preparado”. Quizá porque, después de todo, no han sido pocas las ocasiones en que esos esfuerzos pequeños han terminado por cambiar el mundo.

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