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Los 10 asesinos de tu creatividad

Por: Jimena O. - 03/28/2016

Tú mismo puedes potenciar tu creatividad, pero también eres tú quien puede estar obstruyéndola

En nuestros días “ser creativo” es una preocupación más o menos constante porque, por alguna razón, la creatividad ha adquirido un valor que tal vez no tenía en otra época. Actualmente vivimos en una especie de búsqueda frenética de la creatividad, como si se tratase de un tesoro que se encuentra en un lugar específico o que se consigue mediante la aplicación una fórmula.

Y aunque esto no es del todo impreciso, lo cierto es que la creatividad parece ser una cualidad que resulta del ejercicio cotidiano y un tanto inconsciente de ciertos hábitos.

A continuación, inspirados en un texto publicado por Yann Girard en Medium, compartimos estos 10 factores que podrían estar obstruyendo tu potencial creativo y, con éste, tu posibilidad de mostrar lo que de verdad eres –lo cual es quizá el objetivo y sello distintivo de la creatividad auténtica.

 

La comodidad

Sentirse cómodo –en la llamada “zona de confort”– puede ser una de las formas más efectivas de matar tu creatividad. Paradójicamente, esta es más una sensación que una realidad, pues a ojos de los demás las circunstancias de una persona pueden ser las ideales y sin embargo esta misma persona puede no sentirse a gusto, no sentirse cómoda, querer más; y viceversa: las circunstancias pueden parecer deleznables, insufribles, y la persona que las vive puede sentirse bien ahí, de lleno en su zona de confort. En cualquiera de los dos casos, lo recomendable sería rehuir esa supuesta comodidad. En uno de los textos de Dirección única, Walter Benjamin escribió: “las situaciones estables no tienen por qué ser, ni ahora ni nunca, situaciones agradables”.

 

Tareas que nos disgustan

El displacer y la creatividad son antagonistas claros. Hacer cosas en las que no encontramos ningún tipo de estímulo es uno de los caminos más seguros para atrofiar tu músculo creativo. No todo es siempre placentero, eso es cierto, y en nuestra época hemos perdido de vista el valor didáctico del sufrimiento, pero es necesario distinguir entre la dificultad que al sobrellevarla y entenderla nos enseñará algo, el trabajo arduo necesario para conseguir algo, y la monotonía de lo que simplemente no nos gusta.

 

Exceso de alcohol

Son bien conocidas las anécdotas de escritores, pintores y otros artistas en quienes el alcohol parece estar ligado íntimamente con el trabajo creativo. Con todo, muchas veces la leyenda dora con una pátina especial un hábito que, según ha demostrado la ciencia, impacta directa y negativamente en nuestras capacidades cognitivas (y más aún cuando está acompañado del tabaquismo). Pero incluso sin recurrir a esas investigaciones, seguramente la mayoría ha experimentando ese embotamiento mental que se presenta al día siguiente de una borrachera promedio, la incapacidad de pensar más allá de las funciones mínimas, el cansancio, el día perdido como pago de una noche de excesos. En esas condiciones, ¿quién podría pensar creativamente?

 

Productividad

El imperativo de productividad, tan característico de nuestra época, puede ser otro factor que atente contra la espontaneidad creativa. Privilegiar la cantidad sobre la calidad. Como en otras cosas de la vida, la clave parece ser encontrar el punto medio. Los tiempos en que un artista podía dedicar años e incluso décadas a la creación de una obra ya no existen; ahora, en cambio, estamos inmersos en una carrera incesante de producción y consumo, incluso en lo tocante a la creatividad, pero si podemos hallar o construirnos la zona de excepción en donde escapemos a dicho ritmo, quizá entonces encontremos el terreno fértil para nuestras expresiones creativas.

 

Personas que nos desagradan

Como antes con las tareas que no nos gustan, también estar con personas que no nos agradan puede resultar nocivo para la creatividad. Como sabemos, hay personas que nos fatigan, que nos aburren, que nos exasperan, a veces algunas nos absorben. Caso totalmente opuesto al de la compañía de personas que nos estimulan, nos inspiran, nos alegran, nos instruyen y más.

 

Dormir

Se dice que grandes genios como Leonardo da Vinci, Nikola Tesla y Buckminster Fuller, entre otros, dormían apenas 2 horas diariamente, esto es, 1/4 parte de lo que desde hace algunas décadas se difunde como lo “recomendable”, 8 horas diarias. En esto las opiniones se dividen, pues mientras algunos aseguran que dormir entre 6 y 8 horas continuas es necesario para que nuestro cerebro descanse, limpie su basura y se reorganice, otros aseguran que esta es una práctica más bien reciente en la historia de la humanidad, pues por muchos siglos ese mismo período de sueño se repartió en distintos momentos del día. En el caso de la creatividad, la premisa es sencilla: cuando duermes no estás creando –por más que los sueños pueden igualmente ser un estímulo o una vía para encontrar soluciones, así que entre menos tiempo necesites realmente dormir, mayor será el tiempo que puedas dedicar a ejercer tu creatividad.

 

La falta de rutina

Aunque suene un tanto increíble o contradictorio, pocas cosas más útiles para la creatividad que estar inmerso en una rutina. El cine, las series de televisión y otros productos culturales nos han hecho creer en la imagen del genio creativo que vive rodeado de caos, y que es en medio de ese maremágnum de papeles, libros y mascotas donde surge la idea genial. La historia, sin embargo, se encarga de echar por tierra ese prejuicio y muestra más bien que casi todos los genios creativos viven apegados a una rutina estricta. Despierta a una hora específica, ejercítate cotidianamente, dedica una parte de tu día a tareas que no tienen que ver con tu trabajo, socializa, cocina, etc. “Sé regular y ordenado en tu vida, para que así puedas ser violento y original en tu obra”, dijo alguna vez Gustave Flaubert.

 

El exceso de información

Otro rasgo de nuestro tiempo es el exceso de información que se nos insta a consumir, en todos los niveles: desde el exceso de información de lo que sucede en el mundo hasta el exceso de información de lo que sucede con nuestros amigos y conocidos. Sucede un atentado y al instante tenemos decenas de artículos en los que podemos informarnos al respecto; pero echamos una ojeada a las redes sociales e igualmente nos llenamos con una buena carga de fotografías, actualizaciones de estado y aun peleas virtuales que, al final, también son información que consumimos. Si buscas mantener activa tu creatividad, enfócate en lo que de verdad necesitas saber y en qué de esa información no hace más que nublar tu propósito o tu intuición creativa.

 

La falta de curiosidad

Por muchos siglos, culturalmente se elogió y aun alentó a las personas que demostraban conocimiento de muchas materias. El hombre renacentista y el enciclopedista ilustrado son los pináculos de ese prototipo del sujeto que hurgaba en todo aquello que le dictara su curiosidad. Goethe escribió novelas románticas, pero también un tratado sobre el color. Contrario a lo que a veces se escucha decir, saber mucho de muchas cosas puede ser mejor para la creatividad que saber muchísimo de una sola.

 

Ignorarte

Más allá de los hábitos y las cualidades, es posible que la verdadera fuente de la creatividad sea la subjetividad propia. Los grandes artistas, los grandes inventores, los grandes científicos, los grandes pensadores; si se observa su vida se descubrirá que todos tienen algo en común: hicieron caso a lo que querían y eso les permitió crear aquello que nadie más que cada uno de ellos podía crear, pues fue resultado de un proceso personal, subjetivo, de descubrimiento y construcción cotidiana de su propia obra. Escúchate. Da un lugar a tu subjetividad. Encuentra tu propia narrativa en medio de todos esos discursos que nos cruzan –las expectativas, la historia familiar, las imposiciones sociales– y que si bien nos permiten vivir y por un tiempo nos sostienen, llega también el momento en que se revelan insuficientes ante el ímpetu de nuestro propio deseo, aquello que de verdad queremos. Y nada más estimulante para la creatividad que entregarse y emprender esa travesía.

 

Imágenes: Geoff McFetridge