El capitalismo después del capitalismo: sobre “Deseo postcapitalista” de Mark Fisher
Libros
Por: Felipe Ojalvo - 06/04/2024
Por: Felipe Ojalvo - 06/04/2024
Se dice que el clima en Felixstowe (Suffolk, Inglaterra) en los meses de enero y febrero alcanza muy bajas temperaturas, entre los 2°C y 8°C, en días extensamente nublados, con posibilidades de llovizna. Además, la humedad se condensa debido a la proximidad con el mar del Norte, de manera tal que el viento puede hacer que la sensación térmica sea más fría de lo que indican las temperaturas. La luz del día es limitada, con amaneceres tardíos y atardeceres tempranos, lo que nos deja inevitablemente en una atmósfera gris y fría.
Podría imaginarme, entonces, que el teórico cultural y filósofo británico Mark Fisher se quitó la vida en una sombría y helada tarde del 13 de enero de 2017, en Felixstowe, Suffolk, Inglaterra. Se sabía que Fisher había luchado durante años con la depresión, un malestar que se permitió autoanalizar en su pequeño texto Bueno para nada. No solo eso, sino que también comprendió dicha inestabilidad psíquica en el marco de un proceso estructural que la hacía posible. Aun así, su suicidio a los 48 años enmudeció a colegas académicos, así como a su gran comunidad bloguera y universitaria que seguían en tiempo presente su obra en ciernes. Si bien se formó en literatura inglesa en la Universidad de Hull y completó su doctorado en la Universidad de Warwick, donde se involucró con la Cybernetic Culture Research Unit (CCRU), Fisher siempre fue un pensador algo extranjero a los medios académicos tradicionales, más bien una rara avis del mundo del blog. De hecho hizo de su marginalidad un estilo de pensamiento más informal y ensayista que le permitió cubrir una amplia gama de temas, desde la política y la cultura popular hasta la filosofía y la teoría crítica.
En los seis meses anteriores a su suicidio, Fisher daba en Goldsmiths, Universidad de Londres, un seminario de posgrado titulado "Deseo postcapitalista". Fisher había planeado un ambicioso curso de quince sesiones que quedó interrumpido luego de la quinta. Su propósito era realizar una exhaustiva revisión de textos, en su mayoría de autores europeos y estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX, que pudieran responder algunas inquietudes propias de teóricos y ensayistas actuales: ¿Hay un capitalismo después del capitalismo posfordista? ¿Qué es, precisamente, el postcapitalismo? ¿Hay todavía esperanzas de un “después” del capitalismo moderno, tal como lo conocemos? ¿Existe un “más allá” del capitalismo? Y por último, ¿qué relación existiría entre ese capitalismo y el deseo?
De ese seminario inconcluso surgió Deseo postcapitalista. Las últimas clases, hasta ahora el último libro de Fisher como autor, publicado póstumamente en 2020 en Londres, bajo el sello Repeater Books, y traducido al español por Maximiliano Gonnet para la editorial argentina Caja Negra Editora, la cual lo publicó en 2024.
En principio, es fundamental entender que Deseo postcapitalista no se trata estrictamente de un texto. Es decir, no estamos frente a un Fisher-autor, sino más bien a un Fisher-profesor que actúa como un Fisher-oral; se trata de transcripciones de sus clases. Como resultado, tenemos un libro con una arquitectura textual propia de la oralidad, con las inflexiones lingüísticas de un pensamiento en voz alta, con la figuración proteiforme e inmediata de la palabra hablada. Entonces es un texto informal, de estructura no lineal, que refleja más la naturaleza dialógica de un procedimiento racional in situ que la composición estable de un marco teórico.
Este detalle trae consigo la fuerza de una tradición filosófica. Desde Platón, se defiende en términos epistemológicos el diálogo como materialización de conocimiento en movimiento, un pathos móvil fomentado en la interacción dinámica, el cuestionamiento, la reflexión crítica y la síntesis de ideas. De hecho, los diálogos platónicos, con Sócrates como epicentro, ejemplifican la manera en la que el conocimiento es una construcción colectiva y cómo la verdad se revela gradualmente a través del discurso filosófico y la indagación conjunta. En este sentido, tenemos escenas áulicas de un Fisher-profesor frente a un claustro universitario que participa activamente en la travesía intelectual del pensamiento en diálogo. No es menor decirlo: muchas de las participaciones estudiantiles son relevantes para entender cómo solía pensar Fisher y cómo se concatenaban sus argumentos.
Con respecto al contenido del texto, podemos sintetizar cinco puntos centrales:
1. ¿Qué es el postcapitalismo? Pregunta abierta para mentes cerradas. Es una excusa teórico-epistémica para dialogar con el así llamado aceleracionismo. Este, en la versión ortodoxa de Nick Land, se comprende como una disposición de trascendencia cultural mediante la profundización acelerada de los agregados tecnológicos y económicos del capitalismo, empujándolo hacia el límite extremo hasta desencadenar una crisis que lo haría insostenible. Sería prácticamente un bucle hacia adentro. Por ende, solo podríamos pensar en un capitalismo más allá del capitalismo, en la exacerbación deseada de sus consecuencias tecnológicas y económicas
2. El problema de la escasez artificial (como contradicción secundaria). Concepto con el que Fisher reflexiona sobre la condición producida por el capitalismo contemporáneo, resultado de la imperante presencia de las tecnologías comunicativas en nuestras vidas cotidianas. El autor postula que estas generan una sensación de falta de tiempo, dinamizando (artificialmente) la percepción de que nunca tenemos suficiente tiempo para realizar todas nuestras actividades. Además, la escasez artificial no solo limita la percepción de un tiempo disponible que nunca alcanzamos, sino que también obtura toda posibilidad de constituir una conciencia colectiva. Allí donde no hay tiempo para concretar la sobrecarga de actividades (en su mayoría individualizantes) se postergan, también, los escenarios que edifiquen una conciencia grupal de la experiencia común.
3. Tramas que enlazan el deseo con el capitalismo, pensado ahora en términos de clase. Fisher retoma textos clásicos de Marx y de Georg Lukács para comprender, en la articulación situada en contexto de clase, la existencia de una forma de dominación. El capital impone obstáculos, genera impedimentos para la posibilidad de crear y reproducir una conciencia de grupo (que antecede a la conciencia de clase) que haga inteligibles colectivamente los problemas individuales. En este sentido, el capitalismo actual dinamiza condiciones estructurales para que las personas tengan disposiciones temporales conflictivas con la estructura propias de la economía. En un punto en el que la conciencia se encuentra al lado de la idea y esta es resultado de concepciones mentales, lo material causa la composición de dichas concepciones mentales. En ese sentido, ¿qué sería la toma de conciencia? Ahí es donde Fisher considera el carácter reificador de la ideología, en la medida en que “fija”, “cosifica” el modo de considerar (percibir) los procesos sociales, transformaciones o configuraciones sociales. Cuando el grupo, en su proceso mismo de agrupación, atenta o derroca un viejo orden, se reifica. Al volverse cosa, también hace cosa a las configuraciones históricas que hicieron posible que el grupo se reúna y haga colectivas las conciencias individuales que componen ese grupo.
4. La dimensión emocional de la conciencia de grupo. Fisher afirma que el grupo se hace consciente de su condición de grupo, de la posibilidad de erigir una empresa colectiva que se derrame por fuera del dominio de sus individualidades, cuando se desarrolla (se organiza) un resentimiento (bronca) como fuerza motriz. En esos mismos términos, paradójicamente, se hace posible el ascenso electoral de programas de la derecha neoliberal, con apoyo de los sectores más vulnerados. En el caso Trump, Fisher observa el triunfo de la paradoja de la expresividad millonaria, desprovista de recurso material, es decir, la actitud de ser rico sin posibilidad de serlo materialmente. Se da una especie de captura identitaria que permitió neutralizar, obstaculizar, obturar e imposibilitar la conciencia de grupalidad. Todas las formas de clase trabajadora se ven, de repente, vinculadas emocionalmente con el éxito material (que no perciben), a través del deseo (que el mismo sistema capitalista segrega). De modo que se encauzan las broncas de sectores relegados por el sistema a través de la contienda entre políticos (el establishment, la casta, etc.) y la gente común. Esas discursividades, históricamente empíricas, desde las que se pueden leer otras con características análogas en Latinoamérica, se produce una especie de antinomia que neutraliza la lucha de clases (la conciencia de que puede existir una lucha de clases) a través de una ficción política –con más verosimilitud que veracidad–.
5. La libido cooptada o marxismo libidinal. Como ya dijimos, el libro finaliza porque el curso se interrumpe, pero queda sobrevolando en el aula la pregunta de si existe modo de relacionar deseo y capitalismo que no sea mediante la paradoja. Ninguno de los alumnos se animó a contestarla, el semestre de cursado llega a su fin y el resto de la historia ya se sabe. En la medida en que el curso no finaliza, solo pueden quedar preguntas y los procesos de investigación y de pensamiento deberían terminar siempre con una pregunta que habilite la posibilidad de seguir pensando, la posibilidad de seguir preguntándose. En definitiva, el acontecimiento que quiebra la solución de continuidad del hilo de pensamiento deja como posibilidad el sedimento para seguir pensando desde autores más periféricos lo que sucede en el centro de procesos macroestructurales.