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El desplazamiento de un infancia basada en el juego y la exploración ha dado lugar a una basada en las pantallas. Los resultados parecen ser una profundad crisis de salud mental

El juego, la naturaleza, la espontaneidad, la libertad, el peligro... Todo esto era parte de crecer, pero en los últimos años se ha perdido esto. Ahora los niños crecen con un objeto único, omnipresente: el smarthphone, el gabinete de maravillas del padre tecnología que reemplaza el gabinete de maravillas de la madre naturaleza.

Un profesor de la Universidad de Nueva York, Jonathan Haidt, advierte que la "nueva infancia basada en teléfonos" de nuestra sociedad está enfermando a los jóvenes e impidiendo su progreso hacia la adultez. En su libro, The Anxious Generation: How the Great Rewiring of Childhood Is Causing an Epidemic of Mental Illness, Haidt relaciona el aumento de la soledad, ansiedad, depresión y suicidio en los adolescentes con el uso generalizado de teléfonos inteligentes y redes sociales desde principios de la década de 2010.

Haidt explica que llevar todo el internet en sus bolsillos ha alterado las experiencias diarias y el desarrollo de los jóvenes. Este cambio ha afectado las amistades, las citas, el ejercicio, el sueño, el rendimiento académico y la dinámica familiar. Aunque algunos miembros de la Generación Z están prosperando, la generación en su conjunto enfrenta problemas de salud mental, sale menos en citas, muestra menos interés en tener hijos y, a menudo, vive con sus padres por más tiempo. También tienden a ser más aversos al riesgo y menos ambiciosos. Haidt relaciona todo esto con la pérdida de la libertad y el juego en los primeros años. Aunque ahora los niños siguen jugando de laguna manera, lo hacen a través de las pantallas, y pierden una plétora de estímulos multidimensionales que les permiten salir a explorar el mundo y descubrir quiénes son, qué les gusta y demás de una manera dinámica. Paralelamente, los padres, especialmente los que no tienen tiempo o recursos, han encontrado en los teléfonos celulares un fácil salida a tener que lidiar con los momentos de inquietud de sus hijos. Pero esa inquietud es la madre de la genialidad y la aventura.

Varios factores contribuyeron a esta situación:

Miedo parental: Desde finales de la década de 1970, los padres se volvieron más temerosos de dejar a sus hijos sin supervisión. Esto limitó el juego al aire libre de los niños y las oportunidades para desarrollar habilidades sociales y resiliencia.

Estilo de vida digital: La llegada de los iPhones y iPads hizo posible que los adolescentes pasaran casi todo su tiempo en línea, llevando a una infancia más sedentaria, solitaria y virtual, incompatible con un desarrollo saludable.

Uso temprano de las redes sociales: A pesar de las restricciones de edad, los niños abrieron cuentas en redes sociales con una supervisión mínima, lo que llevó a la adicción y al aislamiento social.

Haidt sugiere cuatro soluciones para mejorar la salud mental de los jóvenes:

No smartphones antes de la secundaria: Retrasar el acceso a los teléfonos inteligentes hasta los 14 años puede proteger a los adolescentes durante los años críticos de desarrollo.

No redes sociales antes de los 16: Evitar que los adolescentes más jóvenes usen redes sociales puede ayudar a resistir la presión de grupo y proteger la salud mental.

Escuelas sin teléfonos: Las escuelas deben hacer cumplir políticas sin teléfonos para fomentar las interacciones cara a cara y la atención.

Más independencia y juego libre: Los padres deben dar a los niños más responsabilidad y libertad, lo que puede mejorar su sentido de utilidad y bienestar.

Haidt cree que estos cambios se pueden implementar de manera rápida y económica, lo que llevará a mejoras significativas en la salud mental de los jóvenes. “No sabíamos lo que estábamos haciendo a principios de la década de 2010. Ahora sí. Es hora de poner fin a la infancia basada en teléfonos”, dice.