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La revolución copernicana de Kant: ¿liberación del sueño dogmático o una nueva prisión de la razón?

Filosofía

Por: Joaquín Bretel - 04/22/2024

En qué consiste "la revolución copernicana de Kant", y por qué puede que haya encadenado al pensamiento más que liberarlo

Hoy se cumplen 300 años del nacimiento de Immanuel Kant, el 22 de abril de 1724. Para muchos filósofos e historiadores Kant inaugura una nueva etapa, que podemos llamar "filosofía moderna" y es el filósofo más influyente de estos últimos tres siglos. Esto es por supuesto discutible; más aun, aunque es indiscutible que Kant es enormemente influyente, es una buena discusión pensar si su influencia, como la de Descartes, por ejemplo, es una influencia negativa, una losa que nos oprime y que nos arroja una visión más pobre del mundo. Pero para Kant, su filosofía hanía sido el despertar del "sueño dogmático" de la historia de la filosofía, y con esa particular veta grandilocuente alemana, que se encontraría en Hegel y en Nietszche, el hito que marcaría el antes y el después, suscitando una revolución del pensamiento. Kant razona que el mundo que está allá afuera es en última instancia incognoscible; sólo podemos conocer las apariencias, que no necesariamente están conectadas con las cosas en sí. El mundo natural siempre está filtrado por nuestras categorías cognitivas, lentes de los que no podemos despojarnos, solamente hacernos conscientes de cómo informan nuestras impresiones sensibles. Así Kant que quiere liberar al hombre del sueño dogmático, aunque indudablemente haciendo una aportación notable mostrando que el mundo exterior es dependiente de nuestra cognición, de alguna manera también amuralla al hombre separándolo de  la naturaleza y de una posible comunión con el fenómeno como una manifestación de una realidad que se hace presencia.  Algo que Heidegger y otros filósofos criticarían. Incluso Kant separa al hombre religioso de la experiencia real de Dios, pues aunque creer en Dios resulta moralmente practico, es imposible conocerlo o verificar su existencia. 

La Revolución Copernicana de Kant

La filosofía de Kant, aunque formada por ideas en cierta manera sencillas, tiene toda complejidad argumentativa, que merece reiterare en relación a su aportación fundamental, la cual al mismo tiempo libera y encadena.  Kant mueve el enfoque de la filosofía del objeto al sujeto. Esto es algo que en cierta manera resulta refrescante y sofisticado; aún hoy domina en cierta manera esta idea en las universidades y como parte de la teoría crítica y dentro del posmodernismo. Nuestro conocimiento de las cosas no se da en un vacío, de entrada la percepción esta configurada por ciertas categorías. Esto es algo también muy budista, no vemos las cosas en sí, vemos nuestras proyecciones mentales, resultado de nuestras inclinaciones, de una serie de agregados psicofísicos que se acumulan como una malla cognitiva desde tiempos inmemoriales. 

Kant presente esto su obra "Crítica de la Razón Pura", donde sugiere que el conocimiento del mundo está moldeado por la estructura de nuestras mentes, en lugar de los objetos mismos. Esto significa que la mente humana es un originador activo de la experiencia, en lugar de un recipiente pasivo. Kant argumenta que la sensibilidad es nuestra capacidad pasiva o receptiva para ser afectados por objetos independientes de nosotros. Sin embargo, la única manera en que podríamos entender un mundo inteligible que es independiente de nosotros es a través de la sensibilidad, lo que significa que nuestro conocimiento de él no podría ser a priori.

Kant sostiene que el entendimiento puro solo podría permitirnos formar representaciones de un mundo inteligible, pero estas representaciones intelectuales dependen completamente de nuestra actividad interna. Esta perspectiva revolucionaria de Kant sugiere que podemos tener conocimiento a priori solo sobre aspectos del mundo sensible que reflejen las formas a priori suministradas por nuestras facultades cognitivas. Según Kant, "solo podemos conocer a priori de las cosas lo que nosotros mismos hemos puesto en ellas". Si bien es cierto que Kant señala que la experiencia humana es moldeada también por los datos sensoriales, éstos han sido moldeados por las categorías del entendimiento y no son conocidos en sí mismos. Así que aunque se puede argumentar una cierta interdependencia entre el mundo natural y el mundo del entendimiento humano, la relación está cerrada en tanto a que no existe un verdadero contacto, porque el mundo de los datos sensoriales existe solamente ya modificado por las categorías del entendimiento, su realidad en sí misma está velada. En resumen, la revolución copernicana de Kant implica que el conocimiento a priori es posible solo en la medida en que el mundo sensible mismo depende de la forma en que la mente humana estructura su experiencia.

Para dimensionar históricamente la ruptura de Kant, sirve leer este pasaje del destacado profesor de filosofía  Étienne Gilson:

El sol que Kant colocó en el centro del mundo fue el hombre mismo, de modo que su revolución fue el reverso de a copernicana, y condujo a un antropocentrismo mucho más radical, aunque radical de otra manera, que cualquier cosa de la que se acuse a la Edad Media. Solo en un sentido local pensaba el hombre medieval que estaba en el centro de las cosas; toda la creación de la que él era la corona y el fin destinados, que él recapitulaba en sí mismo, era algo fuera de sí mismo, algo a lo que tenía que someterse y conformarse si quería conocer algo de su naturaleza. Pero el hombre moderno, educado en el idealismo kantiano, considera que la naturaleza no es más que un resultado de las leyes de la mente. Perdiendo toda su independencia como obras divinas, las cosas gravitan de aquí en adelante en torno al pensamiento humano, de donde se derivan sus leyes. ¿Qué sorpresa, después de eso, si la crítica ha resultado en la virtual desaparición de toda metafísica? Si queremos ir más allá del orden físico, primero debe haber un orden físico. Si queremos elevarnos por encima de la naturaleza, primero debe haber una naturaleza. Tan pronto como el universo se reduce a las leyes de la mente, el hombre, ahora convertido en creador, ya no tiene medios para elevarse por encima de sí mismo. Legislador de un mundo al que su propia mente ha dado a luz, es desde ahora prisionero de su propia obra, y nunca escapará de ella más.

Este antropocentrismo, aunque sin duda sofisticado, nos aleja de un mundo extrahumano, vivo, vibrante, significativo. El mundo ya no es el lienzo cargado de espíritu en el que una inteligencia divina inscribe su esencia o algo que nos llama hacia un misterio participativo. Quedamos varados, sin poder movernos, en las iteraciones recursivas de la propia mente. Kant estaba en lo cierto en el sentido de que la naturaleza no tiene una realidad totalmente independiente de cómo la concebimos. Pero su filosofía nos limita y lleva hacia un callejón sin salida cuando no concibe la posibilidad de que haya una interacción, una cocreación, una participación, un encuentro real entre la luz de la mente y la luz de la naturaleza. No hay lugar para esta epifanía de un mundo vivo, ya sea el mundo de los románticos de la naturaleza como símbolo y encarnación divina, o el mundo de Heidegger en el que el ser se revela como presencia, cuando abandonamos la mentalidad calculadora y utilitaria.  No hay tampoco lugar para la espiritualidad contemporánea que deriva de una suerte de sentido de participación e interdependencia ecológica. Era necesario siempre, como supo Platón, salvar de alguna manera el fenómeno, esa luz cargada de sentido que se vuelca en experiencia. El viejo Kant construye un castillo de acero newtoniano, una mecánica de la razón pura, en el que es imposible relacionarnos con el mundo vivo de manera poética y significativa.