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'Poor Things': la mente maravillosa y el cuerpo extático de una mujer que no conoce la vergüenza

Arte

Por: Emilio Novis - 03/01/2024

Poor Things, una película sobre la belleza y la libertad de una mujer y de la vida misma, es una de las mejores películas que se han hecho en los últimos años

Bella Baxter (Emma Stone) es una mujer adulta con el cerebro de un bebé que ha sido criada por el científico transgresor Godwin Baxter (o "God", como ella le dice), en un ambiente aislado del mundo, como un experimento sobre la naturaleza humana. Godwin Baxter (un brillante y monstruoso William Dafoe),  está enamorado de su creación (como Dios) pero le permite ser libre dentro de los confines de su mansión victoriana gótica -especie de gabinete de maravillas viviente al estilo de Athanasius Kircher-.  Bella empieza a desarrollar un interés por el mundo - y por su propio cuerpo- que no puede contenerse.  "God" decide que debe casarse con el médico aprendiz que lo asiste, con quien ha formado una amigable relación, y Bella está contenta. Pero entonces conoce al playboy vividor Duncan  Wedderburn(Mark Ruffalo)  que la invita a una liason de descubrimiento erótico y existencial a la ciudad de Lisboa. Logra dosificar a su prometido con fuertes sedantes, y escapa hacia un mundo fabuloso que se empieza, literalmente, a iluminar.

A grandes rasgos esta es la trama de la película Poor Things, al menos de su inicio.  Se trata de una fantasía científica decimonónico -o un cuento de hadas macabro y sensual- que conjuga una visión estética steampunk con perspectivas sociales, que se encuentran también, por ejemplo, en el Frankenstein de Mary Shelley. Poor Things está basada en la novela del mismo nombre de Alasdair Gray, pero es la imaginación de Yorgos Lanthimos y su exquisita capacidad de crear escenarios que son como pinturas la que eleva esta historia a un punto sublime. 

Aunque existen varios temas en la película, uno en el que poco se repara, pero quizá sea el más constante, es simplemente la belleza, y la percepción, particularmente la percepción- o la actitud ante el mundo- sin los filtros inculcados por el mundo social. Este es el motivo que permea desde los espacios tenebrosos y teratológicos de la casa de Baxter y de ese Londres de  "los molinos satánicos de la industrialización" que denunciaba Blake, hasta esa Lisboa en la que se produce un libérrimo despertar de los sentidos, la gloria adánica del paraíso que se encuentra lo mismo en el universo del cuerpo que en la deliciosa sofisticación de la cultura europea. La belleza en todas las cosas, en el estilo, en el vestuario y en los escenarios steampunk, en los edificios Art Nouveau que invocan a Gaudi y a Escher, en los cielos arrebolados artificialmente como orgasmos visuales, en el  staccato maravillosamente rítmico y elocuente del paso y el habla de Bella, en el rostro hiperexpresivo  y en el cuerpo vigoroso de Emma Stone (que se revela afecta a los "saltos furiosos", con una alegría erótica desenfrenada), a la vez virgen angelical y monstruo lascivo (y justo en esa zona dulce de la conjunción de los opuestos) y, sobre todo,  en la belleza admirable de su mente libre también de inhibiciones, esponja en flor que vive con atención luminosa el banquete que es el mundo para quien percibe sin el filtro de los conceptos.

El Jardín de las Delicias, del Bosco fue una de las inspiraciones para crear los sets de la película, pero también, podemos decir,  es parte de la inspiración conceptual: el mundo tiene este potencial de ser un ubicuo jardín de delicias para los ojos de quien no está sometido a la influencia social y, al mismo, tiempo, está en contacto con sus propios instintos y se atreve a percibir y a sentir las cosas sin escapar de ellas a través del lenguaje y sus representaciones.  Por supuesto, el mundo no solo es paradisiaco, y vivir intensamente es también descender a los infiernos y sentir compasión por el sufrimiento que lo atesta. Hay una especie de lección espiritual en el modo cognitivo de Bella: no se avergüenza de nada, ni aferra a lo que le produce placer o dolor, solo experimenta; no juzga nada, nada es intrínsecamente bueno o malo, pero todo es vibrante, altamente significativo e inseparable de la totalidad de las cosas. Algo similar se encuentra en las escuelas de meditación no-dual de India y Tíbet. 

El mundo visual fabuloso de Poor Things fue creado por el director de arte Shona Heath y el diseñador de producción James Price, quienes, inspirados por apenas cinco imágenes dadas por Lanthimos,,  construyeron un escenario donde cada detalle refleja una mezcla de anatomía humana y arquitectura fantástica, desde interruptores de luz modelados a partir del clítoris y hasta paredes y recovecos que imitan la textura del cerebro. "Poor Things" optó por técnicas artesanales como fondos pintados y miniatura para crear sus escenarios diorámicos y surrealistas. El diseño de vestuario, a cargo de Holly Waddington, complementa perfectamente la paleta visual de la película con decisiones excéntricas que incluyen volantes similares a la carne y mangas dramáticas que recuerdan a los pulmones, todo lo cual refuerza la atmósfera médica y surrealista del film. Bella aparece como una especie de dandy futurista, con coloridos y voluminosos vestidos hiperfemeninos, y trajes sastres que se acoplan regiamente a los cielos incendiados de las ciudades europeas. Su ropa también marca su progresión mental en la película, y su creciente sofisticación al cultivarse de la mano de Wedderburn y del diletante cínico Harry Astley.

Los movimientos de cámara de Robbie Ryan son especialmente perturbadores al principio, como si la cámara misma tuviera una curiosidad por lo monstruoso  y secreto, pero no pudiera dejar de ver en ello también una gran belleza. Una obsesión por los lentes de ojo de pez, imágenes desde ángulos bajos y contrapicados, paneos suaves y zooms intensos, contribuyen a crear una atmósfera majestuosa, llena de éxtasis.  La cámara lo mismo se deleita en lo sórdido que en lo glorioso, desde el lupanar parisino  y los ghettos alejandrinos, hasta la profusión colorida e intrincada de las calles de Lisboa, los cielos amotinados sobre el mar y los bosques neblinosos de Londres, donde, en un escena particularmente bella, cuando se confirma la boda,  la luz penetra el follaje y baña a los novios con divina sincronía, el supremo ornamento del amor, el sello de aprobación del cielo. Un manejo de la luz y la oscuridad que evoca a Turner y una holgura en la belleza natural que recuerda a Malick, solo que siempre existe en esta cinta un dejo de awkwardness,  un toque incómodo o bizarro. 

Aunque Bella se encuentra con nuevas corrientes de pensamiento, y  se convierte en una voraz lectora y  se instruye también sobre la crueldad del mundo, se desarrolla moralmente de tal forma que se impone sobre el hedonismo y el nihilismo que observa en la sociedad, y se mantiene fiel a sí misma;  capaz de jugar y entregarse al placer, y al mismo tiempo sentir compasión y dolor por la situación de los menos afortunados. Encarna la idílica figura de un "buen salvaje" rousseauniano , que, sin embargo, logra absorber lo mejor de la cultura sin corromperse. Incluso viviendo en un prostíbulo francés, experimentando todo el espectro de lo humano, logra convertirse en una fuerza benigna, una chispa de luz entre las malheureuse.

La actuación de Stone, tomando el grotesco desafío de encarnar a un bebé en el cuerpo de una mujer que va descubriendo el mundo, con un pasado oscuro, en un principio parece ridícula, imposible, pero increíblemente se revela como extraordinariamente consistente y divertida. Un auténtico tour de force. Stone transmite la mezcla de torpeza y encanto que caracteriza a los bebés; los movimientos bruscos, cortados, pero extraordinariamente energéticos de sus gestos y caminata, su danza desinhibida y una animalidad que trastorna la etiqueta de la alta sociedad, pero que también la seduce con su torrente de libertad espontánea. Esta bestialidad, unida a su inteligencia y a su belleza, es curiosamente, en un punto casi alquímico, una suerte de divinidad que cautiva a todo. Incluso el libertino Wedderburn, que ha probado las mieles de la existencia y degustado numerosos cuerpos femeninos,  cae rendido, al punto de la demencia, ante el fresco e irrestañable encanto de Bella.

Poor Things es una película triunfante, como un grito de placer en medio de un escenario gótico, decadente y hasta abominable (y no por los monstruos del laboratorio, sino por los demonios de la mente humana). Una oda a la energía de la vida y la capacidad de vivir intensamente, sin tapujos ni vergüenza, libre de estériles convenciones, en escenarios prístinos, perfectos, cuidados hasta el último detalle. Bella Baxter coquetea con una especie de iluminación natural, que se desata por la feliz circunstancia de tener la mirada limpia y toda la potencia física, sin nada de la maldad mental y el encogimiento espiritual que la vida en la sociedad produce. Esta condición fantástica permite explorar lo que es lo más profundo , inmediato y a la vez superficial, de la existencia: las apariencias, la percepción, los colores, que son, según Goethe, "los goces y tormentos de la luz". El derroche sensorial y la riqueza espiritual de la película en ningún momento la orilla a la seriedad o a la intelectualidad rebuscada. Es siempre, antes que nada, juego, diversión, humor y gracia. No hay aquí asomo ninguno del conflicto entre el entretenimiento y el arte, o entre el disfrute inmediato y la profundidad de la ideas. Y así brilla lo mejor del artificio hollywodesco, de la industria creadora de sueños, en todo su poderío, mas refinado  por la sensibilidad exquisita de Lanthimos. 

Algunas personas han querido leer Poor Things en clave feminista,  y otras, como podía esperarse, como antifemenista, porque al trabajar en un burdel y aparecer frecuentemente desnuda, refuerza , según ellos, ciertos estereotipos. Ambas lecturas, más allá de un guiño evidente al final hacia una suerte de empoderamiento femenino, son muy pobres y reducen la película a lo político. Poor Things celebra la vida, el autodescubrimiento y la espontaneidad y, como toda obra de arte, no es fundamentalmente política, El arte es justamente lo que puede trascender lo social, y la visión restrictiva de la moral heredada y los comportamientos grupales; en este caso justamente se trata de un espíritu libre y no tiene ningún discurso que pueda identificarse dentro de una cierta causa política.  La libertad al expresarse naturalmente embellece y la belleza, cuando la podemos sentir en todas las cosas, nos libera.

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Twitter del autor: Emilio Novis /@pneumaylogos