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La cinta "Kirikou y la hechicera" explora con inteligencia y sensibilidad nociones como la fe en la vida, el camino que cada persona está llamada a recorrer en su existencia o el sentido de la verdadera sabiduría

Para Teta, quien comprende mejor que nadie la inteligencia de niñas y niños.

Fui a ver esta película a los 12 años de modo totalmente distraído, sin esperar encontrarme con enseñanzas que nunca abandonarán mi vida. Quizá porque las enseñanzas que auténticamente convierten al ambiente en silencio y lo inundan de sabiduría no son enseñanzas, no prescriben cómo evaluar el mundo, sino que provocan conocerlo como si se tratara de uno mismo. Kirikou y la hechicera es una producción franco-belga de 1998, escrita y dirigida por Michel Ocelot, con las secuelas Kirikou y las bestias salvajes (2007) y Kirikou y los hombres y las mujeres (2012). Este ambiente donde tiene soberanía la inteligencia más libre posible canta también con la banda sonora de Youssou N'Dour, quien buscó recuperar la influencia musical de África y Senegal, la lengua del país wolof e instrumentos como la kora, la flauta tokoro, el balafón o la sanza.

Para analizar qué trata esta película, no de enseñar, sino de ser en nuestra inteligencia, conviene revisar su argumento, avisados de la necesidad de spoilers. Vamos a un pueblo africano atemporal y aespacial, que en cierta medida podría estar en muchos mundos y momentos históricos.

Las aventuras de Kirikou empiezan desde su nacimiento mismo, porque sus primeras palabras las dijo en el vientre de su madre y se dio a luz solo. Sale entonces a conocer su aldea, afligida por el dominio de la poderosa bruja Karaba y su ejército de fetiches animados, quien buscando causar el mayor mal posible, aparentemente secó el manantial cercano y se comió a todos los hombres que fueron a luchar en su contra. El tío de Kirikou es el último joven con vida y su sobrino deja por primera vez su casa para salvarlo de su intento de enfrentar solo a la bruja, escondiéndose en su sombrero para aconsejarle. Karaba cree que se trata de un objeto mágico y pide tomarlo a cambio de dejar a la aldea en paz, aunque acaba descubriendo el engaño.

Las amenazas de la bruja se renuevan. Llena de desprecio por las mujeres, reclama el poco oro que les queda, castigando con sus fetiches a la única que se arriesgó a esconder una joya en la tierra de su casa, quemando la vivienda ante la mirada de los aldeanos indefensos. También intenta secuestrar a las niñas y a los niños, primero usando una canoa encantada, luego a través de un árbol maldito. Vemos cómo los consejos de Kirikou son desoídos por su pequeño tamaño, pero su criterio le permite advertir los engaños de la bruja y salvar a sus compañeros. 

Sin entender por qué la bruja es mala, no puede evitar precisamente ponerlo en duda. Su madre piensa más bien que hace cosas malas y para cada acción debe haber una causa. Todas las personas creemos poder manipular las cosas, por eso advierte el Dàodé jīng de Laozi:

Quien pretende el gobierno del mundo y transformar este, se encamina al fracaso. El mundo es un vaso espiritual que no se puede manipular. Quien lo manipula lo empeora, quien lo tiene lo pierde.

La madre de Kirikou aprueba la curiosidad de su hijo como una manera de ver más allá de esa ilusión de control que nos vuelve maniqueos frente a las situaciones y las demás personas:

—Madre, ¿sabes por qué la bruja Karaba es mala?
—No lo sé, ella no es la única.
—Es verdad, algunos de los niños a los que he salvado no son buenos conmigo.
—Tienes razón, siempre hay gente que nos desea el mal, aunque nunca se lo hayamos hecho. Hay que saberlo como que el agua moja y como que el fuego quema.
—Hay que estar prevenido. De todos modos, ella es mucho más mala que los demás.
—O tiene más poder.

Kirikou se propone empezar su desafío a Karaba revisando la fuente del manantial que se presume maldito. Gracias a su pequeño tamaño logra entrar en una tubería seca, descubriendo una enorme criatura en una cueva interior que había estado bebiéndose el agua. Con un atizador al rojo vivo revienta y mata al animal, consiguiendo que el agua fluya de nuevo, aunque Kirikou casi se ahoga. Esto revela una diferencia entre la imprudencia y la búsqueda de soluciones, que depende de estar atento a lo impredecible de las cosas, no de idealizarlas o temerles.

Esta confianza resolutiva también implica romper con la ilusión que ha creado la propia bruja sobre sí misma, dejándose ser imaginada por la gente. La opinión de la madre de Kirikou es que el único capaz de ayudarlo es su abuelo, el sabio que vive en la montaña prohibida, dentro del gran termitero, detrás de la choza de Karaba. El riesgo es que la bruja prohíbe el paso a cualquiera, ayudándose del fetiche vigía en la cima de su casa, que no duda en alertar a su ama en cualquier momento. Kirikou, con la artimaña de esconderse entre la falda de su madre, se acerca lo más posible a la montaña y se adentra en un túnel debajo de la tierra, encontrando madrigueras donde tiene que enfrentarse a una zorilla, se hace amigo de unas ratas de palma, y consigue llegar al otro lado de la choza de Karaba sin ser visto. Una vez ahí, viaja a través del bosque y luego a la montaña, donde tiene que enfrentarse a una abubilla y más tarde a un peligroso jabalí. 

Finalmente, llega al gran termitero donde vive su abuelo. Para la madre de Kirikou, la autoridad del sabio precisamente es suprema por no ser autoridad. El sabio sabe porque explica las cosas tal y como son; nuestra inteligencia cuando es libre no interviene en ellas ni siquiera con la imaginación, no las fuerza a ser distintas por el miedo o el deseo y las deja explicarse a sí mismas. Por eso la bruja oculta el gran termitero, porque necesita que la gente crea tonterías. Eso es lo que verdaderamente la hace fuerte, sin importar si la magia es un fenómeno real o no. No puedo evitar remitirme al “principio de parsimonia” del fraile y filósofo Guillermo de Ockham:

—Normalmente la explicación más simple es la mejor.
—No hay que postular la existencia de entidades innecesarias para la explicación.
—Siempre tenemos que intentar explicar lo desconocido en términos de lo conocido.

El abuelo de Kirikou es sabiduría porque aprecia infinitamente algo que, si no se pierde, nos iguala a lo esencial de nuestro propio nacimiento y el de la realidad a cada instante: la voluntad de aprender. No todos los viejos son sabios, porque hay también una ilusión en lo que es ser un viejo, mientras el único hecho no es otro que el paso del tiempo. El hombre anciano de la aldea asegura saberlo todo, y a la pregunta de por qué Karaba es mala, contesta que porque es una bruja. El único hecho de por medio es que Karaba puede hacer magia. En cambio, un sabio auténtico no pretende ser sabio. A la pregunta sobre por qué la maldad de la bruja, el abuelo de Kirikou relata que Karaba se volvió cruel y obtuvo sus poderes malignos gracias a una espina que un grupo de hombres le clavaron en la espalda y que la hace sufrir atrozmente. La bruja tampoco se come a los hombres ni creo o envió a la criatura que se bebía el agua del manantial. Sólo dejó a las personas juzgarla para ser temida. Un sabio auténtico admite lo que conoce:

—Abuelo, ¿tú lo sabes todo?
—No. Sé algunas cosas.

Ocelot insiste sobre sus personajes que Kirikou, a diferencia de la Karaba, no tiene ningún poder especial. Su abuelo asegura que controlar el mundo y la propia vida son otra cosa y coinciden. Uno sencillamente puede despertar al mundo y eso es bastante para no necesitar nada más:

—A veces me canso un poco de tener que luchar siempre yo solo y me siento un poco pequeño y tengo un poco de miedo. ¿Abuelo, puedes darme un amuleto contra la bruja?
—No. Tu fuerza recibe la ausencia de amuletos, la bruja conoce el mundo de los amuletos y le es más fácil engañar a los hombres que se creen protegidos y no desconfían; en cambio, no sabe qué hacer ante la verdadera inocencia y ante una inteligencia siempre despierta y libre.

El sabio reconoce la incomprensión, no es malo no saber, como tampoco querer saber más. Esta curiosidad es la propia profundidad de lo que existe, su unión íntima. Parte de ella se sumerge en la oscuridad, pero eso no debe causar angustia o frustración. Es posible admirar el misterio.

Haces bien en preguntar por qué a cada respuesta. Pero de por qué en por qué nos remontaríamos hasta la creación del mundo y, contigo, aún más allá.

El pueblo serer de Senegal tiene una noción interesante de Dios, común a la de otros pueblos de África. “Roog” es la realidad suprema, la fuente de la vida a la que todo vuelve, el punto de partida y conclusión, el origen y el final, como en una historia, cualquiera. Los practicantes de la religión tradicional serer no adoran directamente a Roog, no tiene un lugar de culto porque nada y todo es Roog, eligiendo en su lugar adorar a las y los pangool, la vida en las formas de la naturaleza y de las vidas humanas de los ancestros. Roog es un ser incorpóreo y hermafrodita, masculino como femenino, padre y madre, antiguo, abuelo y abuela, así como siempre nuevo, como lo fue Kirikou al nacer y lo sigue siendo su abuelo que nunca ha dejado de aprender. Estas definiciones no son sólo arquetipos, sino la identidad de cada una de nosotros en todo lo que puede ser una experiencia. La propia libertad que es Roog me recuerda otra frase de Laozi:

La suprema bondad es como el agua, todo lo favorece y a nada combate. Se mantiene en lugares que desprecia el hombre. Su corazón es profundo, su espíritu, generoso, su palabra, veraz, su gobierno, justo, su trabajo, perfecto, su acción, oportuna. No combatiendo con nadie, nada se le reprocha.

Retomando el argumento de la película, Kirikou decide arriesgar su vida para retirar la espina de la espalda de Karaba, quien temerosa de volver a pasar por el mismo dolor, jamás permitiría que alguien intentara ayudarla. De regreso al otro lado de la montaña, el pequeño héroe entra a la casa de la bruja a través del sótano para recuperar las joyas robadas a las mujeres. Cuando una serpiente fracasa en detenerlo, Karaba decide asesinar ella misma al ladrón con su lanza envenenada y recuperar lo robado. El fetiche vigía la advierte que las joyas fueron enterradas en el bosque. Su paso entre las flores y los árboles causa que se marchiten. Sin embargo, Kirikou planeó un truco: en el momento en que la bruja expuso su espalda al inclinarse para desenterrar su tesoro, saltó sobre su espalda para arrancarle la espina de una sola vez con los dientes.

Karaba suelta un alarido de dolor, libera todo el sufrimiento que se negaba a ver y revivir, el grito de un parto hacia un futuro distinto. La oportunidad de volver a cambiar es también la oportunidad de ser ella misma. Kirikou, a quien la mujer prometió recompensar en agradecimiento, le pide que se case con él, pero Karaba objeta que es demasiado joven. Entonces, se conforma con un beso, pero ese roce sobre sus labios, aun mágico, le hace crecer instantáneamente, convirtiéndose en un adulto libre para casarse. Vestido con plantas del bosque regresa con su prometida a la aldea, pero la gente se resisten a reconocerlo. Su madre interviene en su favor, admirando lo guapo que se ha puesto. Sin embargo, los aldeanos no están dispuestos a perdonar a Karaba y exigen matarla como venganza. Inesperadamente, todos los hombres desaparecidos regresan en procesión al son de los tambores tam-tams, acompañados por el sabio de la montaña, quien explica que la mujer no se los comía, sólo los había transformado en objetos obedientes, los fetiches. Finalmente, una vez más toda reunida y con renovadas fuerzas, la aldea se regocija con el regreso de los desaparecidos y Kirikou abraza a su amada Karaba.

Las aventuras de Kirikou son una película sobre el encanto de la realidad, que incluye los horrores de la naturaleza como la sequía, la enfermedad, la crueldad peligrosa de los animales y las personas, la ignorancia, el rencor y los celos humanos, ocultando en el centro de la noche y el día la necesidad del corazón de ser corazones, crear amigos, comunidad, un universo vivo de mutuo respeto entre los seres. La inteligencia en estado puro no sólo está abierta a aprender, sino que ayuda a los demás a hacer lo mismo. De esa manera crea amigos, porque trasciende los prejuicios y regresa a las relaciones todas sus oportunidades. Como decía el Imam Husáin ibn Ali:

El hermano que se beneficia tanto a él como a ti, es el hermano que con su hermandad desea que perdure vuestra fraternidad y el propósito de su amistad no es destruir vuestra hermandad. Este alguien lucha por beneficiarse tanto a él como a ti; ya que en caso de que vuestra amistad se complete, vuestra vida se volverá dulce, y si disminuye, la felicidad de los dos será destruida.

La aldea no podía perdonar a Karaba porque no sabía quién era. Y Karaba no podía perdonar porque se había olvidado de lo que podía ser. Nadie podía ayudarla a arrancarse la espina, porque no creía que nadie querría ayudarla como iguales. Para el teórico de cine Gilles Ciment, la resolución de la película tiene como lectura alegórica: la historia de un trauma de violación en grupo. Kirikou alcanza la edad adulta, y por tanto la virilidad, una vez que retira la espina que sometía a Karaba a ser la bruja, es decir, redimiendo con su virilidad el mal hecho a ella por otros hombres, la noción negativa que tenía de las personas como seres sin amor. Superando las relaciones violentas entre los sexos, caracterizadas por una concepción del hombre autoritario, del que esta mujer se venga en un exceso opuesto, convirtiéndolo en un objeto, un ser esclavizado, causando terror en la aldea: llega la reconciliación de los sexos desde relaciones pacíficas.

La sabiduría en Kirikou parte de la prudencia. Los hombres habían sido orgullosamente confiados al enfrentar a la bruja pero también, como contraparte, la aldea se condenó por mucho tiempo al sometimiento por miedo a conocer a la verdadera mujer. La prudencia es no añadir nada a las situaciones, las personas y las cosas, convertirlas en fetiches que, o deforman el deseo con la imaginación, o pretenden ocultar la realidad como si se tratara de un misterio terrible. Son opuestos y complementarios dos pasajes de la película, el del árbol maldito, cuando Kirikou advierte a las niñas y los niños que puede ser peligroso, y el de la pedida de matrimonio: 

1
—Mira ese árbol. Nunca había visto nada igual.
—Entonces no te acerques. Puede ser una trampa de la hechicera.

2
—No quiero casarme con nadie. Bruja o no, nunca seré el sirviente de alguien.
—Si fueras mi esposa, nunca serías mi sirviente.
—Eso es lo que dicen todos los hombres antes del matrimonio.
—No soy como todos los hombres.
—Eso es cierto, pequeño Kirikou. 

Ser prudente es inteligencia. Si no contamos con nada conocido para explicar un misterio, estamos indefensos. Pero la inteligencia sin realidad, sin voluntad de conocer, dando por hecho el futuro, se vuelve una sospecha insoportable y la soledad. Que algo verdaderamente se nos muestre implica y ayuda a superar el prejuicio y el miedo. Finalmente, la inteligencia puede convertirse en el reino de la amistad auténtica, de cuidado mutuo. Esto también implica crecer en la medida del sabio. Ser sencillo, no esperar que la realidad sea de ninguna forma específica, es confiar verdaderamente en ella y en los demás. Sólo así uno se vuelve todo siendo uno mismo. 

El sabio de la montaña y Kirikou se parecen al filósofo cínico Diógenes, el perro. Cuando Alejandro Magno le ofreció cualquier cosa del mundo, Diógenes sólo pide que no le tape el sol. La inteligencia es suficiente, no necesita, y sólo ella puede compartir infinitamente. Esa es la manera en que el sabio infinitamente recibe, llega al sol sin poseerlo. Como enseñó Laozi:   

Lo sencillo, cuando se divide, modela todos los útiles.


Alejandro Massa Varela (1989) es poeta, ensayista y dramaturgo, además de historiador por formación. Entre sus obras se encuentra el libro El Ser Creado o Ejercicios sobre mística y hedonismo (Plaza y Valdés), prologado por el filósofo Mauricio Beuchot; el poemario El Aroma del dardo o Poemas para un shunga de la fantasía (Ediciones Camelot) y las obras de teatro Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob? (2015) y El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno (2018). Su poesía ha sido reconocida con varios premios en México, España, Uruguay y Finlandia. Actualmente se desempeña como director de la Asociación de Estudios Revolución y Serenidad.


Canal de YouTube del autor: Asociación de Estudios Revolución y Serenidad


Del mismo autor en Pijama Surf: ¿Un cristianismo sin Dios? Límites, contradicciones y retos de las teologías liberales

 
Imagen de portada: Kirikou y la hechicera (Michel Ocelot​, 1998)