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Sam Harris, famoso neoateísta, dice que el cielo no existe porque no se ve en los telescopios

Ciencia

Por: Luis Alberto Hara - 08/23/2022

Sam Harris cree que si Dios no está encima de las nubes, eso prueba que no existe

Sam Harris es un popular escritor famoso por su involucramiento con el movimiento del "nuevo ateísmo", junto con Richard Dawkins y Christopher Hitchens. Harris es conocido por criticar a la religión, particularmente al cristianismo y al islam, a los que describe como fundamentalismos peligrosos. 

Harris tiene millones de seguidores en las redes sociales y es considerado un "intelectual", si bien de esa particular cepa de intelectuales del mundo del Internet que se acerca también al concepto de "influencer" y de "autosuperación". Sabemos que el renombre en línea no es ninguna garantía y Harris ha demostrado en muchas ocasiones una concepción simplista y poco informada sobre los objetos de su crítica. Y en cierto sentido, ha manifestado el mismo fundamentalismo que critica, dándole la razón a otros pensadores como John Gray, que ven en su tipo de ateísmo una forma religiosa, acaso una especie de secta o herejía que se desprende del mismo cristianismo. 

Recientemente, en una entrevista, Harris cuestionó: "¿Dónde está el cielo exactamente? Dado que tenemos múltiples telescopios allá arriba y están transmitiendo de regreso información". Como puede verse aquí, esto no fue dicho en broma, sino bajo la consideración de que era un argumento sólido para refutar la existencia del cielo, el  paraíso o la existencia de un Dios o dioses.

Harris cree que lo único real es lo que se puede observar a través de aparatos científicos. Es un materialista duro. Más allá de que no hay evidencia científica que permita afirmar que el universo es meramente material –por ejemplo, la conciencia no puede explicarse a través de un reduccionismo materialista y todas las cosas realmente significativas no pueden cuantificarse–, la afirmación de Harris denota una enorme ignorancia de lo que afirman las religiones. Salvo algunas de las versiones más radicales, que son relativamente nuevas y no tradicionales, ninguna religión cree literalmente que el cielo o el paraíso se encuentran del otro lado del atmósfera, en el espacio exterior, ni que si uno recorre cierta extensión física debe encontrarlo. Es evidente que ni Platón –quien, después de todo, hizo teología– ni San Agustín creían que Dios estaba detrás de las nubes. 

Harris se afana por demostrar que Dios no existe, pero el Dios que intenta refutar no es el Dios en el que creen los cristianos (o ninguna otra gran religión), excepto las versiones más fundamentalistas y literalistas, que son las únicas que están a la par de su discurso.

En todas las religiones existe la creencia de que el cielo o ciertos estados asociados con los dioses, ángeles u otros seres, no son físicos sino espirituales y dependen de ciertos estados de conciencia y pureza mental o moral. Jesucristo dijo famosamente: "El reino de los cielos está en ustedes". El Evangelio repite en al menos dos ocasiones que para ver a Dios o para entrar al cielo es necesario tener un corazón puro. Esta misma idea se encuentra en diferentes formulaciones en otras religiones, siendo la idea fundamental que el mundo que experimenta el individuo está condicionado por su capacidad perceptual y el mérito moral que ha apilado. El moderno materialista cree que la realidad sólo puede ser conquistada desarrollando mejores aparatos, como microscopios o telescopios; las tradiciones religiosas indican que todo el avance tecnológico es en vano si el ser humano no refina y desarrolla el instrumento más importante y poderoso: la mente.

El islam desarrolló una rica filosofía neoplatónica en la que los diferentes estados beatíficos están asociados con el desarrollo de la percepción y la imaginación (son, en palabras de Henry Corbin, historiador del islam y del sufismo, "mundos imaginales", lo cual los distingue de ser imaginarios). Harris, quien dice practicar meditación budista, debe saber que el budismo no es una religión sin dioses, y que los mundos o cielos que estos habitan son el resultado de su karma y los espacios que habitan son espacios mentales o estadios de conciencia.

Lo que dicen estas religiones tiene al menos un paralelo con lo que dicen los científicos. No podemos ver con los ojos la existencia de átomos o campos de fuerza, pero podemos inferirlos a través de cálculos o con el uso de instrumentos que extienden nuestros sentidos. Una proposición similar es hecha por la religión: no podemos ver la existencia de dioses, ángeles, cielos o espacios beatíficos pero podemos inferirlos a través de la fe, la razón y el desarrollo de instrumentos perceptuales. Por supuesto, un agnóstico puede perfectamente dudar de estas conclusiones o cuestionar si estas percepciones son reales, pero si quiere entrar en un argumento racional y defender su posición al menos debe entender qué es lo que argumentan sus oponentes. En este caso, la metáfora de la cueva de Platón describe de manera apropiada lo que sugiere la mayoría de las religiones, desde el budismo hasta el islam o al cristianismo. En el estado de ignorancia, pecado o simplemente falta de logro espiritual, el ser humano no alcanza a ver la realidad. Si se quiere saber si existen dioses o un estado como el cielo, se debe hacer un trabajo moral y contemplativo. 

Harris, como los más fanáticos religiosos, es incapaz de superar el más craso literalismo. Que no hayamos encontrado a Selene en la luna, a Apolo en el sol, a Zeus en Júpiter o a Yahvé en su nube, es prueba de que no existen, ¿porque dónde más podrían estar? Es interesante que algunos modernos ven a los seres humanos de hace algunos miles de años como seres primitivos porque no tenían tecnología; pero al menos demostraron tener un pensamiento más sofisticado y ser capaces de la ambivalencia, la metáfora, la analogía y el simbolismo. Orígenes, el primer gran teólogo cristiano, quien vivió hace unos mil ochocientos años, sentó las bases de la hermenéutica teológica, explicando que los textos podían leerse conforme a la letra o al espíritu, siendo el significado del espíritu el superior. Hace más de tres mil años, en el Rigveda, el texto que es la base de gran parte de la ahora llamada religión hindú, uno de los sacerdotes-poetas se sirve de una técnica de visión interna, quizá un antecedente del samadhi, y habla del origen del universo, pero alcanza a entender que el universo es misterioso y que, aunque existen los dioses, ellos vienen después y quizá ni siquiera tienen el conocimiento suficiente para saber si existe un creador o no. Lo que observa es la manifestación del ser desde el no-ser. Hay aquí a la vez una profunda demostración de razón e intuición. Parafraseando a un artista francés que creía que después de las cuevas de Altamira y Lascaux todo era más o menos decadente, podemos decir: après les Védas, quelle dégringolade.

 

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Imagen de portada: Twitter