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Harold Gillies, el médico que reconstruyó miles de rostros desfigurados de los soldados de la Primera Guerra Mundial

Libros

Por: Patricia Ruiz - 07/13/2022

Un nuevo libro muestra una faceta muy poco conocida de la cirugía plástica

La cirugía plástica es normalmente asociada con todo tipo de procedimientos para lucir más jóvenes, con menos grasa, con facciones más definidas… Además, se suele pensar que es sólo para mujeres frívolas, superficiales y falsas. 

Pero la realidad es que la cirugía plástica es más que sólo implantes y liposucciones

Durante la Primera Guerra Mundial, los hombres heridos le temían más a quedarse discapacitados que a morir. Estas discapacidades no se limitaban a la pérdida de brazos o piernas, sino que también abarcaban la desfiguración facial. Mientras que a los soldados que perdían alguna extremidad los trataban como héroes, los que sufrían desfiguraciones o lesiones faciales se enfrentaban al rechazo y las ofensas. Por ejemplo, las madres hacían todo lo posible por que sus hijos no vieran el aspecto físico de los hombres desfigurados, y algunas mujeres preferían anular su compromiso con sus prometidos mutilados.

Harold Gillies fue un otorrinolaringólogo británico que se enlistó en el Royal Army Medical Corps durante la Primera Guerra Mundial. Gillies no era cirujano, pero en su tiempo como médico durante la guerra trabajó con un cirujano que estaba desarrollando técnicas de cirugía maxilofacial con injertos de piel. Este trabajo lo inspiró y convenció al jefe cirujano del ejército de que se abriera una sala de lesiones faciales en el Hospital Militar de Cambridge. Allí, Gillies trató alrededor de dos mil casos de mutilación facial y mandibular

La historia de Gillies y los pacientes a los que ayudó está plasmada en el libro de Lindsey Fitzharris The Facemaker: A Visionary Surgeon's Battle to Mend the Disfigured Soldiers of World War I. En él, Fitzharris hace un recorrido no sólo de Gillies sino de los miles de hombres a los que ayudó desde la crueldad de las trincheras, pasando por los quirófanos, hasta llegar a las salas de recuperación.

Antes de Gillies, varios médicos habían intentado realizar cirugías reconstructivas en pacientes que tenían lesiones en la nariz y las orejas, pero los resultados nunca eran homogéneos. El principal objetivo de este tipo de cirugías era que los pacientes recuperaran funcionalidad para comer y hablar, pero incluso cuando esto se lograba, las cirugías los dejaban con agujeros muy grandes en el rostro. Gillies se dio cuenta de que era necesario un centro especializado en cirugía facial donde los pacientes recibieran un tratamiento experto y los cirujanos pudieran perfeccionar sus habilidades. Las cirugías en este centro se abocarían no sólo a la recuperación de la funcionalidad facial sino también estética, pues, además de haber vivido los horrores de la guerra, los soldados no necesitaban un recordatorio del trauma cada vez que se miraran al espejo.

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Los soldados llegaban con las mandíbulas, la nariz y las mejillas deshechas, las lenguas arrancadas y los globos oculares totalmente desprendidos. Algunos pilotos, marineros y soldados sobrevivían a incendios y explosiones en aire, mar y tierra, pero lo hacían con la cara completamente destruida. 

Esta especialidad de la cirugía era prácticamente nueva. No había libros de texto que sirvieran de guía, ni casos previos a los que se pudiera acudir, de manera que Gillies tuvo que inventar sus propias soluciones usando injertos de piel, cartílago y hueso.

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Pero Gillies no sólo trabajaba en el quirófano. Para mantener el orden y la moral entre el personal y los pacientes en condiciones tan complicadas, organizaba eventos deportivos y obras de teatro. Él mismo animaba a los pacientes a salir a pasear en las calles cercanas al hospital. Para ello, se colocaban bancos de color azul para avisar a los transeúntes que un hombre desfigurado podía llegar y sentarse ahí. 

Gillies es considerado el padre de la cirugía plástica. Sus logros no se limitaron a ayudar a los soldados, pues después de la Primera Guerra Mundial abrió una consulta privada en la que siguió realizando cirugías pioneras, entre ellas la primera reasignación de sexo de mujer a hombre en 1949.

Este libro muestra una arista poco conocida de la cirugía plástica. Pensemos en que nuestro rostro es lo primero que ven las demás personas, es el reflejo de nuestra personalidad, nuestros gestos son parte de un lenguaje no hablado que comunica emociones y deseos. Ahora imaginemos que somos privados de esa parte nuestra que va más allá del aspecto físico. Gillies fue pionero en la cirugía plástica, pero también en el trato verdaderamente humano a todo tipo de pacientes que buscaban verse como se sentían.


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Imágenes: Getty Images