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La genialidad de 'Curb Your Enthusiasm': la tensión liberadora de lo políticamente incorrecto

Arte

Por: Luis Alberto Hara - 02/10/2022

Una de las cosas que hacen a Larry David uno de los grandes comentadores de nuestro tiempo es que no teme exponer el castillo de naipes en el que se basa lo políticamente correcto

Curb Your Enthusiasm, la serie que ficcionaliza la vida de su protagonista y creador Larry David, es una de las series de televisión más exitosas y relevantes de las últimas 2 décadas. Junto con su amigo y socio Jerry Seinfeld, David fue creador de la serie Seinfeld, aún más exitosa pero quizá un poco menos arriesgada en su humor y que además tuvo la suerte de ser lanzada en una época con una piel un poco más gruesa (no tan fácil de ofender). Curb Your Enthusiasm es una de las pocas fuentes críticas actuales que no han sido "canceladas" por la cultura de lo políticamente correcto o la hipersensibilidad de la cultura woke. Otros ejemplos son David Chappelle (quien ha estado al borde de la cancelación por comentarios supuestamente transfóbicos) o el mismo Jerry Seinfeld. De cierta manera, los comediantes son quienes logran salvarse, por poder apelar a que lo que dicen es broma y porque su modo de emisión hace más relajada la recepción del material. 

La premisa de la serie son las situaciones cotidianas de la vida de Larry David, quien después del éxito de Seinfeld vive semirretirado en Los Ángeles. Su personalidad es un eco más actual, al borde de la sociopatía, de la personalidad neurótica, inteligente y un tanto nihilista de Woody Allen. Generalmente, los episodios giran alrededor de una situación incómoda en la que David se mete por decir lo que piensa o, contrariamente, al intentar no violar una norma social no escrita. Muchas veces es simplemente David inventando una excusa para no acudir a un compromiso social o lidiando con las políticas de un restaurante o de un consultorio médico. También son recurrentes los problemas en los que Larry se involucra por no tener el mejor tacto para no herir la sensibilidad de alguna minoría o de un grupo o club. La serie Seinfeld se jactó de tratarse de "nada". Algo similar se podría decir de Curb Your Enthusiasm: la nada cotidiana comentada por un hombre y sus amigos comediantes. 

En las temporadas recientes hay una crítica, a veces más explícita y a veces más sutil, de ciertos temas que se han vuelto tabú en la sociedad contemporánea. David, que encarna un hombre blanco que existe desde su "privilegio", se topa con todo tipo de problemas al encontrarse con gentiles, asiáticos, palestinos, negros, lesbianas, transexuales y mujeres que han sido víctimas de abuso sexual. Vive asediado por la "policía de la diversidad" y no deja de tener deslices con miembros de grupos "oprimidos". Sus problemas son sobre todo ocasionados por su torpeza (no es fácil ser torpe en un campo políticamente minado) o por los atavismos de una cultura que se enfrenta a nuevas generaciones con nuevas formas de concebir los roles sociales (David siempre es consciente de estos atavismos y los explota con la libertad que permite la comedia). De cualquier manera, los enredos de David sirven para deconstruir lo absurdas que son muchas de las reglas de la sociedad no escritas. Un sutil guiño de esto ocurre en la caricatura que hace de los pitches de sus series a los ejecutivos de cadenas como Netflix o Hulu, catedrales de la cultura woke. Siempre vemos en el equipo a un hombre blanco, líder de un equipo inclusivo, con el ratio adecuado de mujeres y minorías: una persona obesa, una negra, una asiática o hispana, una gay o lesbiana, etc. Estos equipos suelen ser incompetentes y regirse por las convenciones establecidas por la idolatría de lo socialmente deseable. Curb Your Enthusiasm muestra repetidamente cómo las convenciones sobre las que se erige la sociedad tienen la estructura de un castillo de naipes.

David ha sido acusado de perpetuar estereotipos asociados con la cultura, la raza, el género. Tal vez es cierto, pero hay algo importante. Es evidente que David es consciente de estos estereotipos; no los defiende, los explota de una manera en la que es posible tomar conciencia de ellos y reírnos. Jerry Seinfeld ha dicho que ha dejado de presentarse en las universidades (la otra catedral de lo woke) debido a que ahí "sólo se usan tres palabras: 'es racista', 'es sexista', 'es prejuicio'. A mí no me interesa el género o la raza, ni nada de eso". Seinfeld ha dicho que a él, como comediante, sólo le interesa lo que hace reír. Este es el estándar del comediante, lo cual lo coloca de alguna manera en una posición de "privilegio", más allá del bien y el mal. Y aunque esto pueda ser problemático o controvertido, la sociedad necesita del humor, no sólo para descargar el estrés, sino para no caer en el fanatismo y no perderse en la guerra ideológica de las identidades. De la misma manera que un maestro de espiritualidad oriental diría: "tú no eres esa identidad que la sociedad ha creado para ti", el comediante, al inyectarle humor a las identidades y a las conductas propias de ciertos grupos, permite una relajación lúdica del aferramiento a la identidad y abre un campo para decir cosas cuya expresión es catártica y que de otra manera no serían aceptadas.

La materia prima de la comedia siempre han sido las diferencias y los estereotipos; la cultura de la igualdad choca con la esencia de la comedia. Por eso, el tema central de Curb se ha convertido cada vez más en la cultura de lo políticamente correcto. David no escatima ni discrimina, todas las minorías y todos los grupos sociales son "explotados" con el fin de crear materia hilarante. Pero hay que notar que quizá el tema más explotado es la propia idiosincracia de David, el judaísmo y estereotipos como su relación con el dinero. Larry, un hombre multimillonario, nunca olvida cuando alguien le debe 30 dólares y genera toda una serie de complicadas disquisiciones sobre la propina correcta. En uno de los primeros capítulos vemos que está tarareando una obra de Wagner, lo cual enoja a un hombre judío que está en la fila para entrar a un espectáculo. El hombre lo acusa de nazi. David (y esa es la razón por la que el show es brillante y provocador) desmenuza el argumento de su indignación: ¿acaso por silbar una ópera de Wagner (cuya obra fue exaltada por los nazis), que nos puede parecer bella musicalmente, uno se convierte automáticamente en antisemita? 

El tema es complejo. Por una parte, la comedia promueve una sensación de superioridad: nos reímos del error, del lapsus, de lo que es diferente (o nos parece inferior por ello), etc. Aunque no lo digamos, pensamos y sentimos que ciertas conductas y ciertas personas, por decirlo simplemente, están mal. Si bien la comedia puede hacer surgir ideas negativas o hasta tóxicas (por usar la palabra favorita de la cultura woke), lo hace de tal manera que las desarma y las suele hacer menos vehementes y venenosas. Si podemos hablar de estas cosas, que de todas maneras pensamos, no nos estarán carcomiendo en las profundidades. Al decirlas con gracia y humor, puede ocurrir la magia jovial de la comedia: notamos lo absurdos que son nuestros prejuicios y podemos, desde la ligereza, encontrar cierta empatía. Lo fundamental es que se alivia la tensión subyacente y se vuelve más fácil no tomarse en serio las cosas. Relajados, todos somos más inteligentes y estamos en mejores términos para relacionarnos con los otros y con nuestros propios conceptos.

Y sin embargo, ¿hasta qué punto la comedia, al no decir las cosas en serio, está blindada para decir cualquier cosa o casi cualquier cosa? Sin duda es una tenue línea, pero lo esencial parece estar en ser crítico (y autocrítico) y no tener una "agenda". O, como el médico, no tener la intención de hacer daño. Hay una especie de ángel del humor que, si se le sigue, lleva el discurso a buen término y discrimina por sí mismo. El humor es un signo de inteligencia y capacidad de relajarse; sólo los fanáticos, incapaces de salir siquiera por un momento del estrecho reducto de sus identidades y de sus ideologías, se indignarán y se molestarán seriamente.

La comedia debe mostrar lo que la sociedad reprime, que puede ser desagradable o éticamente cuestionable pero que está ahí. Y hacerlo no como hate-speech sino con auténtico humor, con desapego y curiosidad. En este sentido la comedia cumple una función esencial, que tiene que ver con dos aspectos fundamentales: la observación aguda de la realidad -si bien llevada al extremo cómico o al absurdo- y la liberación de la tensión que existe siempre en una sociedad que se rige por normas y convenciones (las cuales a veces son ridículas y a veces opresivas). Así toma, al menos en cierta medida, el rol de festivales tradicionales como las saturnalias romanas u otros festejos carnavalescos en los que se invierte el orden establecido y, por un momento, las personas pueden trascender sus roles o jerarquías para hablar y actuar con total libertad.

El personaje de David es justamente una persona que por momentos no puede reprimir lo que los demás no se atreven a decir. Este fenómeno de explosión de lo reprimido lo mete en aprietos y a la vez libera la tensión que hace ver la realidad en todo su absurdo, pero en otras ocasiones él mismo es víctima de las leyes no escritas de la cultura y sus idiosincracias. No debemos esperar una consistencia ética y racional en el personaje, solamente fragmentos que develan las actitudes mezquinas, hipócritas o estúpidas que muchas veces son el pegamento del orden social. De hecho, lo que permite que David haga patente todo esto es que él mismo está movido por un franco egoísmo. En gran medida, la comedia situacional que surge en los episodios es la tensión entre este egoísmo -que es de cierta forma más sincero- y las normas sociales. Es la tensión entre expresar lo que uno es y al mismo tiempo querer algo de los demás y tener que adaptarse a sus modos.

Curb Your Enthusiasm cumple el rol esencial de liberar la tensión sacando el conflicto a la luz, pero visto a través de la malla suavizadora del humor. En este sentido, promueve una especie de armisticio que suspende temporalmente la hostilidad entre las diversas identidades que conforman a la sociedad, desactivando la auténtica sustancia tóxica: la autoobsesión y el apego a la propia personalidad.

 

Imagen de portada: HBO