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Muere Jean-Luc Nancy, brillante filósofo de la diferencia, la comunidad y la inconmensurabilidad

Filosofía

Por: Joaquín C. Bretel - 08/27/2021

Autor de una abundante obra, Nancy fue uno de los más grandes filósofos europeos de los últimos años

El pasado 23 de agosto murió en Estrasburgo el filósofo francés Jean-Luc Nancy, uno de los pensadores franceses más brillantes de las últimas décadas. La muerte de Nancy, que tenía 81 años, fue dada a conocer por su editor a un diario de Alsacia.

Nancy fue profesor emérito de filosofía de la Universidad de Estrasburgo durante varias décadas, aunque tuvo una relación ambivalente con la academia. Un tiempo desdeñó las plazas académicas, pues consideraba que había un deterioro en la calidad de la instrucción universitaria y en las cualidades de los alumnos.

La capacidad de trabajo de Nancy fue extraordinaria. Escribió más de doscientos libros, entre ensayos cortos, colaboraciones, entrevistas y estudios monográficos sobre pensadores como Hegel, Heidegger, Kant y Descartes. Esta cantidad (que nunca desvirtuó la calidad de sus textos) es aún más asombrosa cuando se toma en cuenta que Nancy fue la primera persona en recibir un trasplante de corazón en Francia hace treinta años y que después tuvo que lidiar con el cáncer. El filósofo describió su experiencia en el libro El intruso. Casi como un budista descomponiendo el yo, ahí reflexiona lo siguiente: "si mi corazón se había dado por vencido y me abandonaba, ¿en qué grado era un órgano 'mío', que me pertenecía a 'mí'? ¿Fue alguna vez un órgano?". El pensamiento de Nancy se centró en ideas de fragmentación, relación, diferencia y apertura versus la totalidad (en el sentido de Hegel), la crítica onteológica de Heidegger, el cristianismo y la significación dada por una estructura trascendente.

El pensamiento de Nancy estuvo muy vinculado a su amigo Jacques Derrida y a sus ideas de la deconstrucción y la différance. Colaboró en varios libros con Philippe Lacoue-Labarthe, entre ellos un valioso estudio del romanticismo alemán, El absoluto literario. Junto con Lacoue-Labarthe, Nancy vivió en una comunidad durante varios años, poniendo en práctica sus ideas. Sus intereses lo llevaron a colaborar con diferentes artistas y pensadores políticos.

Uno de sus traductores, John Mckeane, define bien su proyecto filosófico: "Nancy debería ser recordado por su visión de los seres humanos no como mentes aisladas, sino como seres encarnados que crean significado a través de los sentidos".

Nancy dedicó algunos de sus libros más importantes a estas ideas: el cuerpo, la comunidad, el sentido (y los sentidos). Destacan La Communauté désœuvrée, L'Expérience de la liberté y le Le sens du monde

Reflexionó también sobre la pandemia:

No hay que equivocarse: se pone en duda toda una civilización, no hay duda de ello. Hay una especie de excepción viral –biológica, informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política.

Como la mayoría de los filósofos contemporáneos, Nancy se enfrentó al colapso de las grandes ideas que dan sentido y soporte al ser humano. La tarea de pensar un nuevo mundo después de la caída de la metafísica, en la resaca de los totalitarismos políticos y en un estado de crisis permanente de la poshistoria. Intentó ofrecer un nuevo sendero: encontrar significado en el mundo inmanente y sensual de lo que aparece. Una propuesta que, según él, no yace ni del lado del nihilismo ni del mito (o de lo ontoteológico), ni en la completa plenitud ni en la ausencia total, sino en "la diferencia de lo mismo". Sugirió que podemos pensar en una nueva definición de lo sagrado como aquello "que le es extranjero al humano demasiado humano, el sentido de lo inconmensurable, el sentido de que nosotros mismos somos inconmensurables, irreductibles tanto a los valores del mercado como a los derechos y conocimientos que acumulamos". El ser humano es una singularidad plural cuyo valor yace en su diferencia, en que es un fragmento y no un todo, en que no puede ser homologado ni intercambiado pues no tiene, como el dinero, una "equivalencia general". 

Es en la comunidad de personas no uniformes, de muchos cuerpos que no pueden ser un único cuerpo, en donde se encuentra el valor y el sentido. Un estar juntos, fundando sentido juntos pero sin un sentido primero o último, puesto que "el sentido es en sí mismo compartir el Ser".

 

Imagen de portada:  Wikimedia Commons