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"Azteca" y "mexica" no son sinónimos ni términos que se refieran al mismo pueblo del México antiguo; conoce aquí las diferencias entre ambos

“Azteca” y “mexica" son denominaciones que se usan para referirse al grupo y civilización del México antiguo que dominó buena parte del centro del país aproximadamente desde 1430 y hasta 1519, año en que desembarcó una fuerza militar de expedición y conquista al mando de Hernán Cortés y avalada por la Corona española.

Respecto del apelativo, una primera diferencia entre los dos citados se encuentra en su uso fuera y dentro de México. Mientras que en el país es más probable que se utilicen indistintamente (con cierta inclinación a que “mexica” sea empleado por personas con un poco más de conocimiento o sensibilización de la historia prehispánica), fuera de México “azteca” es la denominación preferida. Esto último puede deberse a la dificultad que tiene la pronunciación de la letra “x” en vocablos de origen náhuatl, incluso para hispanohablantes de otras latitudes. 

Sin embargo, desde la perspectiva histórica, ambas denominaciones tienen cualidades muy distintas, que hacen que no puedan intercambiarse tan fácilmente.

De entrada, “azteca” es en su origen un gentilicio en toda forma, pues se refiere a Aztlan-Chicomóztoc, un lugar que tiene cierto carácter mítico y en donde residían al menos desde el siglo XII varias tribus nahuatlacas. Hasta ahora, la hipótesis más aceptada identifica Aztlan (“lugar de las garzas”) con la isla conocida actualmente como Mexcaltitán, en Nayarit. 

Sobre la ubicación actual de Chicomóztoc (“lugar de las siete cuevas”) no hay consenso, pues mientras que algunos investigadores aseguran que se trata del mismo lugar que Aztlan, otros sostiene que fue un punto intermedio de la peregrinación salida de Aztlan que referiremos a continuación.

En algún momento del siglo XII, una parte considerable de los pobladores de Aztlan decidieron emprender un éxodo en busca de una especie de “tierra prometida” donde se convertirían en amos y señores. Cabe anotar que, según documentos, la mayoría de estos migrantes eran “macehuales” o pescadores, inconformes por el trato de servidumbre que recibían de sus gobernantes. 

Animados y guiados por Huítzitl, sacerdote de Tezcatlipoca, los exiliados dejaron Aztlan junto a pobladores de otras tribus asentadas en la región, todas nahuatlacas. 

El viaje adquirió el sentido de peregrinación sagrada porque, además de la promesa de partida inicial, a los viajantes se les atribuyó en los relatos posteriores el carácter de “pueblo escogido”.

De acuerdo con varias referencias (entre otras, el Códice Aubin, de 1576, y fray Juan de Torquemada en su Monarquía Indiana, de 1615), fue poco después de haber emprendido la marcha que los peregrinos, aztecas hasta ese momento porque procedían de Aztlan, cambiaron de nombre por órdenes del dios Tezcatlipoca, comunicadas a través de Huítzitl. 

Miguel León-Portilla glosó en su artículo “Los aztecas. Disquisiones sobre un gentilicio” (2000) el relato que realizó al respecto fray Juan de Torquemada. Escribe León Portilla:

Abundando en esto, y con el apoyo de su propia lectura e interpretación de varios códices, fray Juan de Torquemada en su Monarquía Indiana precisa el momento en que ocurrió el cambio de nombre. Fue ello en un alto en el peregrinar de quienes habían salido de Aztlan. En el tronco de un árbol muy grande y grueso hicieron un hueco para colocar allí la efigie de su dios. Hecho esto, se pusieron a comer. De forma un tanto portentosa se oyó de pronto un gran ruido y el árbol se quebró por enmedio. Teniendo ese acontecer como un augurio, el dios protector a través del sacerdote Huítzitl, ordenó entonces a su pueblo se apartara de los otros grupos o tribus nahuatlacas y mudara de nombre.

A continuación, León-Portilla cita directamente a Torquemada, quien a propósito de los mandatos dados por el dios escribió esto:

Ya estáis apartados y segregados de los demás y así quiero que, como escogidos míos, ya no os llaméis aztecas sino mexicas, y aquí fue donde primeramente tomaron el nombre de mexicanos y juntamente con trocarles el nombre les puso señal en los rostros y en las orejas un emplasto de trementina cubierto de plumas, tapádselas con él, y diles juntamente un arco y unas flechas y un chicatli, que es una red donde se echan tecomates y jícaras, diciéndoles que aquello era lo que había de prevalecer.

Más allá del relato legendario que involucra la voluntad divina, a nivel simbólico el cambio de nombre es coherente con el acto de abandonar un lugar para no volver a él. El cambio de nombre es un acto necesario de diferenciación con respecto a aquello que se deja atrás.

Una primera diferencia que puede establecerse entre aztecas y mexicas es que aztecas es en sentido estricto el gentilicio de los habitantes de Aztlan. Mexicas es el nombre que se dieron a sí mismos los antiguos habitantes de Aztlan que dejaron su lugar de origen en busca de un nuevo sitio donde asentarse y eventualmente serían los fundadores de México-Tenochtitlán y del imperio mexica.

En todos los testimonios contemporáneos y posteriores de la caída de México-Tenochtitlán, la denominación “azteca” nunca se usó para referirse a los habitantes del imperio mexica. Hernán Cortés y otros españoles llegados con él hablaron siempre de “los de México” e incluso se referían a ellos como “mexicanos”.

En cuanto al apelativo “azteca”, en el artículo citado León-Portilla realiza un recorrido muy interesante por la literatura que en el siglo XIX examinó la historia del México antiguo. En particular las obras muy influyentes de Alexander von Humboldt (1810), William Prescott (1843) y Michel Chevalier (1864) coinciden en preferir el término “azteca” para referirse a la civilización conquistada por el ejército español. 

León-Portilla sugiere que al menos en el caso del idioma inglés, aun cuando Prescott conocía la palabra “mexica”, quizá prefirió “azteca” para evitar que el primero se tomara como una errata de “Mexican” (el gentilicio en inglés de mexicano, que en francés tiene una grafía similar: “mexicain”) y creara confusión entre editores, impresores y lectores. 

En contraste, en la misma época algunos historiadores mexicanos eligieron el término “mexica”, según refiere León-Portilla, quien cita el caso de Manuel Orozco y Berra y Alfredo Chavero, dos de los autores de la obra enciclopédica México a través de los siglos y quienes “se abstuvieron generalmente” de emplear la palabra “azteca”.

En ambos casos el historiador aporta testimonios de que el término “azteca” prevalece entre personas extranjeras o no hispanohablantes, posiblemente con un conocimiento superficial de la historia del México antiguo, mientras que el uso de “mexica” parece ser más común entre los mexicanos y quienes han profundizado en la materia.

 

Algunas fuentes de referencia:

Miguel León-Portilla. "Los aztecas. Disquisiciones sobre un gentilicio". Disponible en línea en este enlace.

Raúl Martín Arana Álvarez. Aztlan, su ubicación territorial según varios autores (entrevista con Yuriria Contreras). Disponible en la Mediateca en línea del Instituto Nacional de Antropología e Historia en este enlace.

Fray Juan de Torquemada. Monarquía indiana. Edición preparada por el seminario dirigido por Miguel León-Portilla (1975). Disponible en línea en digitalización realizada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM en este enlace.

 

Imagen de portada: Página 12 del Códice Tonalámatl de Aubin, Wikimedia Commons (fragmento)