*

La editorial francesa Gallimard publica una obra inédita que constituye una de las claves para entender el proceso de gestación de "En busca del tiempo perdido"

Este año Marcel Proust, nacido en Auteuil (en las afueras de París) el 21 de junio de 1871, cumpliría 150 años. Proust murió en 1922, así que en 2022 será su centenario luctuoso. No hay duda de que habrá numerosas celebraciones y conmemoraciones sobre la obra y vida de quien quizá haya escrito una de las más grandes novelas en la historia de la literatura: En busca del tiempo perdido. Pero aunque las celebraciones aún no inician propiamente, la editorial francesa Gallimard ha dado una primera señal de este año proustiano con la publicación de una obra inédita. 

En busca del tiempo perdido es una obra única que es a la vez un clásico admirado por grandes intelectuales y una especie de obra de culto, un universo autónomo, venerado por sus espectadores. En parte porque la obra está dividida en siete tomos y supera las tres mil páginas, lo cual exige un esfuerzo considerable de parte del lector. Pero sobre todo porque su lectura es una especie de sustancia voluptuosa que se esparce lánguidamente y atrapa al lector, con la que quizá sea la más feliz combinación de las ideas -artísticas y espirituales- con el acontecer de la sociedad y su desfile mundano de emociones: los celos, la ambición, la frivolidad, el chisme, etc. A Proust más que a nadie se le debe la creación de una prosa contemplativa, reflejo mismo del tiempo como memoria que se bifurca y ramifica, acaso en oposición a la prosa contemporánea que favorece los enunciados cortos, directos y sin cláusulas (pensamiento quizás más claro, pero también más mecánico y menos capaz de reflejar la naturaleza de la conciencia). 

El texto que ha publicado Gallimard hace unos días, Les Soixante-quinze feuillets (Las setenta y cinco hojas), es una obra en la que Proust esboza algunos de los episodios que desarrollaría en En busca del tiempo perdido. Las páginas del libro publicado por Gallimard fueron escritas en 1908, cuatros años antes de que Proust empezara a publicar el primer tomo: Por el camino de Swann. La existencia de esta obra fue revelada por el editor Bernard de Fallois en 1954, pero se pensaba que se había perdido. De Fallois la había descrito como una "guía preciosa" que ilumina el proceso creativo de la recherche (como se conoce a la obra en corto). Gallimard descubrió la obra entre los archivos de De Fallois, quien murió en 2018. 

Gallimard ha sugerido que esta obra es una especie de santo grial para los seguidores de Proust, como el "capullo de su crisálida".

 

También en Pijama Surf: Simone Weil: una guía a su pensamiento y sus obras

 

Imagen de portada: Jacques-Émile Blance (1892), Marcel Proust / Wikimedia Commons