Como es bien sabido, el brote del nuevo virus COVID-19 ha hecho que los gobiernos decreten medidas de cuarentena en buena parte de los países del mundo. Si bien no se trata de un aislamiento total de la población, esta contingencia sí implica restricciones y recomendaciones para que quienes estén en condiciones de no salir de sus hogares, no lo hagan.
A partir de esto, casi de inmediato surgieron consejos y sugerencias para aprovechar el tiempo en casa, ya sea solos o con la familia, para que el encierro no nos afectara.
Estas recomendaciones se hacen para “aprovechar el tiempo”. Pero, ¿funcionan? ¿Las podemos seguir al pie de la letra? ¿Qué necesitamos para seguirlas y bajo qué condiciones?
Es curioso que todas estas recetas se den bajo el supuesto de la productividad. Es decir, en el momento en el que dejamos de trabajar, automáticamente las sugerencias pretenden sustituir las actividades laborales “normales” para seguir siendo productivos.
La vida cotidiana puede romperse de manera muy fácil y rápida, casi con cualquier cosa, y cuando se ve interrumpida hacemos todo para restituir el orden al que estábamos acostumbrados. La vida cotidiana está hecha de acciones regulares que después se vuelven hábitos y rutinas. Esto quiere decir que hay un sentido común establecido y es a partir de él que pensamos y actuamos. ¿Qué pasa cuando, sin esperarlo, esa vida cotidiana se ve interrumpida?
Desde el momento en el que se anunciaron medidas como la cuarentena y permanecer en aislamiento, rápidamente nos han llenado de libros que leer, películas que ver, recetas para cocinar, consejos para la limpieza del hogar, rutinas de ejercicio para mantenernos activos, ideas de remodelación, y al mismo tiempo también se nos pide que seamos conscientes de lo que pasa afuera, los números de contagios, los números de muertes, y que seamos “empáticos” con los demás. Como si nuestras acciones resolvieran automáticamente la vida de los otros, como si nuestras acciones individuales no dependieran de la configuración de las interacciones sociales.
A fin de cuentas todo lo anterior se convierte en un imperativo y quien no haga, no cocine, no lea, no limpie, no se ejercite, quien no esté aprovechando su tiempo para hacer algo productivo, está fracasando.
La irrupción de la pandemia y las instrucciones que vinieron con ella nos tomaron por sorpresa. Pues aunque disfrutemos quedarnos en casa, es muy distinto hacerlo por decisión propia a hacerlo porque es una imposición. Sabemos que esta medida es absolutamente necesaria para proteger la salud de millones de personas; sin embargo, tiene repercusiones en la manera en la que vivimos nuestras emociones.
En un principio, tomar en cuenta todas las recomendaciones para “aprovechar” el tiempo y ser productivos fue un consejo para no caer en el aburrimiento, o peor, en la tristeza o en la angustia.
Hemos estado atrapados mucho tiempo en la idea de que nuestras vidas tienen valor sólo si somos productivos todo el tiempo, y es por eso que no estamos acostumbrados a no hacer nada. Nos dicen que tenemos que hacernos responsables de nuestras acciones y trabajar para conseguir lo que queremos, pero no estamos acostumbrados a descansar, a dejar que el aburrimiento, la angustia o la tristeza nos abracen. No lo permitimos. Posponemos todas estas sensaciones asociadas con el displacer, con tal de no sentirlas. Hemos creído que entre más actividades hagamos, menos espacio y tiempo habrá para sentir lo que pensamos que es negativo.
Pero también desde el aburrimiento, la tristeza y la angustia es posible hacer, incluso descansar. Porque descansar también es hacer algo desde y por nosotros. Hacernos responsables de nuestro descanso es dar espacio para sentir emociones diferentes que normalmente no tenían cabida en nuestras vidas, incluso la incertidumbre de no saber cuál será ese nuevo orden de cosas, tanto en nuestras vidas personales como en el mundo en general.
Dejémonos llevar por la preocupación que esta situación nos provoca. Hagamos espacio para el aburrimiento. Sintamos al máximo la tristeza. Reconozcamos la angustia. Descubramos a dónde nos lleva todo esto.
Se ha dicho mucho que, después de esto, nada volverá a ser igual. Dejémonos llevar por todo eso que nos han dicho que es negativo, por todo lo que no ha tenido lugar, para que a partir de ello construyamos un nuevo sentido común, un lugar nuevo desde donde actuar, pensar y sentir.
Tal vez ese sea el primer paso para descubrir qué hay después del aislamiento.
De la misma autora en Pijama Surf:
Habitar la soledad: el remedio para no padecerla
Tu salud mental no es una mercancía: es un compromiso contigo mismo
Imagen de portada: 72kilos