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Los desastres naturales incrementan la religiosidad de las personas

La Universidad de Oxford destaca un interesante estudio que muestra la relación entre la religiosidad y los desastres naturales, particularmente los sismos o terremotos. El estudio muestra que entre 1991 y 2009, en los distritos en diferentes partes del mundo en los que se vivió un terremoto hubo también un incremento en religiosidad hasta nueve veces mayor que en aquellos en los que no se presentó una catástrofe natural.

El estudio precisa que el aumento se produjo particularmente en personas que ya tenían una creencia religiosa. En la misma investigación se encontró que los hijos de migrantes de zonas afectadas por terremotos suelen ser más religiosos.

En primera instancia este incremento en la religiosidad parece tener que ver con un mecanismo de adaptación, una forma de consuelo ante la pérdida, la incertidumbre y el desastre. Algunos especialistas incluso han teorizado que el origen de la religión se produjo como un mecanismo de defensa psicológica ante la muerte. Existe evidencia de que las personas que sufren grandes adversidades -como enfermedades terminales y demás- suelen intensificar sus creencias (más que desarrollar una nueva fe).

Otra teoría podría sugerir que estas experiencias hacen entrar a las personas en contacto con una parte profunda de su propio ser, y en esa profundidad las cosas mundanas dejan de tener la misma importancia. Encarar la muerte o la impermanencia es mirar también hacia la posible trascendencia; percibir la fragilidad del ser humano ante la fuerza de la naturaleza también puede ser una fuente de reverencia.

Por supuesto estas son sólo teorías especulativas y la religión -y sus motivos- permanece en cierta forma misteriosa, quizá porque su naturaleza es justamente la pregunta por el misterio y la aceptación del mismo, de una realidad que supera lo que el lenguaje y la razón pueden describir.