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Gregarismo: estudio muestra que el apego tiene una función evolutiva

Salud

Por: Luis Alberto Hara - 10/20/2019

La salud depende de los otros

Bill Gates, creador de Microsoft Corporation, en su momento expresó que en la juventud se encontraba consumida en su propio mundo de autorreconocimiento: crear su propia marca que tuviera un impacto y pudiese rentabilizarse por sí sola. Gozar de los beneficios de un trabajo constante. Sin embargo, con los años encima, él empezó a observar el impacto de su trabajo en él y su alrededor. Se llegó a cuestionar si había pasado el suficiente tiempo con su familia, si realmente tuvo la apertura para aprender, si creó nuevos vínculos o fortaleció los que ya tenía. E incluso sentenció: “Estas preguntas me hubiesen resultado graciosas cuando tenía 25 años, pero conforme me hice viejo, ahora son mucho más significativas para mí”.

En la última película de Todd Phillips, Joker (2019), se evidencia que la carencia de vínculos tanto familiares como sistemáticos (familia, vecindario, escuela, trabajo, gobierno) puede tener un impacto significativo en la salud biopsicosocial de una persona. Desde una premisa epigenética, la carencia de vínculos nutrientes y saludables tiene efectos en el desarrollo tanto de neurotransmisores regulatorios como de patrones conductuales de socialización y un autoconcepto alterado de la realidad. 

 

El experimento de Harlow y la privación de apego

Del latín gregarĭus, gregarismo representa la necesidad básica de ciertos seres vivos de agruparse en manadas o colonias para poder sentirse bien. Psicólogos y especialistas en la salud mental aseguran que cada ser vivo requiere de la cercanía de otros no sólo para sobrevivir, también para garantizar una salud plena en distintos ámbitos de la vida. 

En la década de los años 60, Harry Harlow, un psicólogo estadounidense, decidió investigar a profundidad la teoría del apego propuesta por John Bowlby y Mary Ainsworth. En su afán de descubrir los efectos de la privación de vínculos nutrientes (maternales) en los primeros años de vida, Harlow realizó un experimento con monos Rhesus. 

Harlow separó a unas crías de sus madres para ver cómo expresaban su privación de este vínculo. Las introdujo en unas jaulas con dos artefactos que sustituirían a su madre: una de las jaulas estaría hecha de alambres con un biberón incorporado; la segunda, con alambres recubiertos de felpa suave y sin biberón. Su hipótesis era lo que él llamaba “amor condicional”: los animales sólo se relacionan con las madres por el alimento que les proporcionan. 

Sin embargo, el experimento demostró que las crías se encontraban más aferradas al muñeco de felpa, a pesar de no tener comida. De ahí la creencia de que el apego es en realidad un elemento evolutivo, genético y necesario para la supervivencia de cada ser vivo.

 

En la actualidad, el apego se ha digitalizado y economizado

El experimento antiético de Harlow demostró que un ser vivo no sólo requiere la satisfacción de necesidades básicas fisiológicas como la comida o el sueño, sino también de la presencia del otro. Sin embargo, ¿cómo fomentar la presencia plena con el otro si los vínculos se establecen ahora a través de las redes sociales, mensajes instantáneos y estilos de vida cada vez más individualistas? 

Los especialistas en la salud aseguran que la red de apoyo de una persona en la década de los 70 era de aproximadamente 17 personas por individuo (entre familiares, vecinos, escuelas); en la actualidad, la red de apoyo es de tres (tutores y abuelos). Esto en definitiva ha impactado significativamente en la salud emocional de la gente, en donde el tiempo se ha economizado en proyectos laborales, ideales meritocráticos y estilos de vida basados en la competencia. 

Por ello, diversos autores y personajes públicos promueven un regreso a la base de la sociedad: un sentido de comunidad cuyo motor sea un gregarismo socialmente responsable e individualmente saludable. 

 

Fotografía principal: Alarmy