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El bucle neurótico sucede cuando un individuo lucha contra sus propias emociones, lo cual lo deja completamente devastado, estresado y con una ligera sensación de tiranía hacia sí mismo

La depresión, que puede entenderse también como el último recurso que nuestra psique encuentra para defenderse de pensamientos colmados de angustia, suele experimentarse de distintas maneras. Varios autores han explicado que en la depresión y los trastornos depresivos se suele experimentar “bucles neuróticos”. Es decir, sentimientos negativos en relación con otros sentimientos negativos; y en este bucle, la neurosis tiene un lugar de protagonismo cuando la persona intenta controlar sus pensamientos pero sus estrategias empeoran el procedimiento. 

De acuerdo con Gregg Henriques, creador de la teoría del conocimiento y colaborador de Psychology Today, el bucle neurótico sucede cuando un individuo lucha contra sus propias emociones, lo cual lo deja completamente devastado, estresado y con una ligera sensación de tiranía hacia sí mismo. Es el punto clave de las emociones negativas, ya que está conectado con la conducta, el autoconcepto y la manera de regularse frente a las situaciones críticas.

En caso de que no identifiquemos a tiempo el inicio del bucle neurótico (el primer pensamiento negativo que desencadena una cascada de reacciones corporales y emocionales), nuestro cerebro activará el hipocampo y, con él, nuestro sistema de supervivencia. Probablemente perderemos el sentido de que somos capaces de mantenernos seguros para asegurar nuestro bienestar. E incluso, aun si buscamos maneras de “actuar lo más normal del mundo”, la autocrítica puede ocasionar que se menosprecien dichos esfuerzos y resultar en preguntas infinitas: “¿Qué te pasa? ¿Por qué no puedes ser normal? Esto es algo tan normal para los demás y tú ni siquiera puedes hacerlo bien”.

 

¿Cómo enfrentar un bucle neurótico?

Para prevenir la cronificación de la depresión, uno de los primeros pasos que se recomiendan es identificar esos pensamientos que empeoran nuestras emociones, sentimientos e incluso atentan contra nuestro bienestar. Es como si, en el momento en que uno “agarra de sorpresa” al pensamiento irruptor, éste perdiera su poder o influencia sobre uno mismo. La idea es, al identificar los primeros pensamientos negativos, detenerlos antes de que reactiven todo el cuerpo tensándolo, incomodándolo, estresándolo. 

El segundo paso es buscar una manera de buscar seguridad; ya sea a través del contacto con otras personas que provean un vínculo seguro y saludable, recordando o llevando a cabo logros o metas, contextualizando la necesidad de recursos cruciales como un sitio en donde dormir o dinero, y garantizar momentos de juego –físico–, crecimiento y exploración de nuevos horizontes –intelectuales, profesionales, geográficos...–. 

El tercer paso es entender qué está pasando: ¿cómo es que, por un lado, nuestra mente puede expresarse de una manera no verbal –en el dominio de las sensaciones puras– y, por otro lado, racionalizarse desde un temperamento neurótico? De modo que cuestionarse las ideas o pensamientos –¿es real aquello que se piensa o realmente está sucediendo?– permitirá comprender y regular las sensaciones corporales asociadas con dicha creencia irracional. 

En el proceso de autoconciencia se requiere el autocuidado, de modo que cuando empezamos a comprender y satisfacer todas nuestras necesidades más básicas, el bienestar se produce por sí solo.