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Allan Bloom es el crítico que la posmodernidad y su relativismo moral merece ser revisado

El psicólogo Jordan Peterson se ha convertido en uno de los intelectuales más influyentes de nuestra época, lo cual refleja la pobreza de la misma. Peterson es un tipo inteligente pero ciertamente no es un genio, y sobre todo, su formación filosófica deja mucho que desear, lo cual es importante pues mucha de su crítica es en contra del marxismo y del posmodernismo. Su popularidad en gran medida se debe a que se ha posicionado en la cresta de una tendencia que es parte descollante del zeitgeist, esto es, la decadencia de la universidad como centro del más alto conocimiento, algo que está ligado a la politización de la educación o, en otras palabras, la excelencia y el elitismo canjeados por la igualdad y la relativización de los valores. Pero estas mismas críticas, con mucho mayor fundamento y conocimiento, las hizo Allan Bloom en los años 80 del siglo pasado. Jordan Peterson es un Allan Bloom para el vulgo, para la era de YouTube.

Bloom inició su vida universitaria en la Universidad de Chicago a los 15 años, siendo un adolescente prodigio. Se convirtió en uno de los clasicistas más destacados de Estados Unidos, famoso por su brillante traducción de La república de Platón. Bloom fue profesor durante cerca de 4 décadas e impartió clases en las mejores universidades del mundo en países como Francia y Alemania, además de Estados Unidos. Sus intereses fueron varios, pero especialmente la filosofía platónica, la teoría política y la literatura. En 1987 publicó su controversial The Closing of the American Mind, libro que lleva como subtítulo: Cómo la educación superior le ha fallado a la democracia y ha empobrecido el alma de los estudiantes. 30 años antes de Peterson, Bloom nota en este texto que ciertas políticas inclusivas contribuyeron a la destrucción del más alto estándar de la universidad, que no era solamente un lugar para capacitarse para obtener un trabajo y ser útil en la sociedad. La universidad era el centro de conocimiento universal que pretendía hacer que la persona aprendiera a pensar por sí misma, a hacerse las grandes preguntas, a dialogar con grandes mentes y a obtener las bases para llevar una vida con significado y compromiso, ya sea la vida filosófica, la vida política o la vida religiosa. Las universidades tenían un "propósito más alto" y eran las guardianas de una tradición. 

La "tradición", sin embargo, se ha roto con la modernidad y su ruptura con el pasado, e incluso, su manda de destruir los viejos valores, siendo Nietzsche el principal "ideólogo" de la modernidad tardía. Bloom es uno de los lectores más agudos de Nietzsche, a quien admira, pero es también consciente de los devastadores efectos que puede tener su pensamiento. Particularmente en esa extraña mezcla de nihilismo y capitalismo que predomina en Estados Unidos. Pues Nietzsche, un pensador que en primera instancia parece ser de derecha (aunque por supuesto está más allá de tales dicotomías), ha sido objeto de apropiación por parte de la visión democrática de izquierda en todo el mundo, incluida la versión liberal, de libre mercado de Estados Unidos. Y es que, si es aceptada la profunda crítica que hizo Nietzsche a la Ilustración, al cristianismo y al platonismo, entre otros "bastiones", queda el nihilismo del "último hombre", pues ciertamente el pueblo no es tan fuerte como para autoafirmarse por sí mismo y crear sus propios valores. En un mundo en el que ya no se pueden afirmar valores o ideas absolutas, el hombre se convierte en un consumidor perfecto, intentando paliar su desolación con productos y terapias. Es el "genio" optimista del estadounidense que incluso convierte el nihilismo en un producto, en el mejor producto.  

Han sido ciertas ideas de Nietzsche las que han impulsado movimientos políticos modernos que tienen que ver con los derechos humanos y la igualdad y con el deseo fundamental de empoderamiento. El interés, que a veces raya en el fanatismo, que vemos hoy en día por cosas tan variadas como el fútbol, el transhumanismo o el feminismo, es consecuencia de la caída de absolutos morales. El instinto religioso, o la necesidad de encontrar significado en algo superior, no se puede exterminar en un par de generaciones, y así la búsqueda de sentido, seguridad y pertenencia se mueve hacia lo político y social. Esto es algo que Nietzsche previó, pero a la vez predispuso con su propia filosofía, con el enorme impacto que tuvo, particularmente entre artistas y académicos -quienes en alguna época eran los verdaderos influencers-. La misma idea de Nietzsche de que no existía la vida correcta o buena sino solamente un estilo de vida, la vida como una obra de arte y autocreación, ha sido central en la proliferación del individualismo, indisociable a la autoexpresión a través de productos de consumo, desde una camiseta con un logo hasta un iPad para poder expresar lo que somos, o mejor aún, lo que queremos ser.

Todas estas ideas y muchas más son dilucidadas por Allan Bloom, quien notó con enorme preclaridad y humor -a diferencia de Peterson que se toma demasiado en serio- estos temas al tiempo en que se estaban gestando en las universidades. Bloom es uno de los más brillantes comentadores de una época que tiene como únicos absolutos "la creencia absoluta en que no existen absolutos" o el imperativo de ser abiertos, de tener la mente tan abierta a todo aunque ya no hay nada en ella. Como dice Bloom en The Closing of the American Mind:

Hay una cosa de la cual un profesor puede estar seguro: casi todo estudiante que entra a la universidad cree, o dice creer, que la verdad es relativa. [...] Están unificados en su relativismo y en su adherencia a la igualdad. Y las dos están relacionadas en una intención moral. La relatividad de la verdad no es un entendimiento teórico, sino un postulado moral, la condición de una sociedad libre, o así lo ven. [...] ¿Qué derecho, preguntan, tengo yo o alguien más de decir que uno es mejor que los otros? [...] No hay absolutos: la libertad es absoluta.

Ahora bien, se puede discutir si este relativismo moral es algo que debemos abrazar o no, pero lo que es indudable es que ha producido ciertos cambios y uno de ellos es que ha afectado seriamente la importancia que tienen las humanidades en las universidades, pues parte del valor de estas carreras tenía que ver con la noción de educar el alma, de mostrar lo que es una buena vida, en suma, de lo moral y racional. Bloom llamó enérgicamente a definir de manera consistente en qué consistía una buena educación, y eso era leer a ciertos autores clásicos, considerando que éstos no eran sólo "relativamente" importantes. ¿Cuáles serán los efectos de un mundo sin absolutos y, por ello, donde todo los puntos de vista son igualmente válidos? Apenas lo estamos viendo, pero hay razones para preocuparse.