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A partir de ciertas conexiones etimológicas, pensamos sobre la naturaleza de la memoria, un acto esencialmente contemplativo, un cuidado del ser

Martin Heidegger, en sus profundas meditaciones etimológicas, nota que el sentido original de la palabra memoria no era solamente "recordar". Memoria, dice Heidegger en ¿Qué significa pensar?:

designa la completa disposición en el sentido de una resoluta e íntima concentración en las cosas que nos hablan esencialmente a nosotros en toda meditación pensativa. Originalmente, 'memoria' significa algo similar a devoción: un constantemente estar concentrado en residir con algo -no sólo con algo que ha pasado, sino de la misma manera con algo que está presente y con lo que puede venir-. Lo pasado, presente y venidero aparecen en la unidad de su propio ser presente. 

Heidegger conecta memoria con devoción y con agradecimiento y, más aún, con la esencia del pensamiento, la cual sugiere que tiene que ver con dejar que la cosa aparezca y llevarla al corazón. Esta noción le viene a Heidegger del parentesco en inglés y alemán entre "pensar" y "dar gracias", como se expresa en la frase pietista denken ist danken (to think is to thank). Y también de su exhaustivo y por momentos esotérico estudio del significado de los términos legein y noein en los fragmentos de Parménides. 

Esta iluminación del pensamiento de Heidegger nos hace pensar en la palabra sánscrita smṛti (en pali sati) que ha sido traducida como "mindfulness" o "atención plena" en español, pero que significa literalmente "memoria", "recordar". La base del movimiento de "meditación" occidental moderno se basa en este mindfulness. Curiosamente, Heidegger nos está diciendo algo similar: que recordar, que la memoria, es un acto meditativo, es un traer al presente y cuidar la cosa particular en la que fulgura el Ser, es un atender plenamente al presente, un presenciar que agradece lo que ha aparecido, lo que ha sido donado. En el hinduismo, el término smarana (derivado de la misma raíz) hace referencia a recordar lo divino, a tenerlo en la mente en todo momento, y es un acto fundamental para las tradiciones que practican la devoción o bhakti. Esta es la auténtica y más profunda dimensión de la meditación, que no es sólo poner atención a la respiración y demás, sino que es un cuidar, un llevar al corazón lo que ha sido mostrado, aquello que es considerado sagrado, el Ser mismo que ha sido donado, en los términos de Heidegger, y el dharma, la verdad salvífica, en términos budistas e hindúes. Este llevar al corazón es un atesorar que es a la vez un dejar que la cosa sea por sí misma, un permitir que se revele, un hacer espacio para que fulgure. No se trata de poder recordar algo, una facultad latente, sino de tener en la memoria, de dejar que la cosa se muestre, se desoculte en la vida continuamente. El corazón como el jardín de la memoria.