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La meditación no es el remanso de paz y tranquilidad que algunos prometen

En los últimos años, la meditación ha ganado terreno en la cultura occidental, en cierta medida porque se le ha presentado como una especie de "antídoto" a algunos de los efectos más nocivos del estilo de vida imperante en nuestras sociedades. 

La prisa en que vivimos, el deseo de tenerlo todo bajo control y la obsesión por estar siempre ocupados son algunas de las situaciones propias de nuestra forma de vida en Occidente que conducen a estados como la inquietud, el enojo o la ansiedad. Frente a todo ello, la meditación se ha ofrecido como una especie de remanso de paz y de tranquilidad, un método que, se dice, nos permite guardar la calma aun en medio de la tormenta de nuestras vidas.

¿Pero esto es real, o se trata únicamente de una forma agradable de presentar la práctica de la meditación? ¿Meditar conduce necesaria o automáticamente a estados mentales apacibles o de bienestar?

De acuerdo con los resultados de un estudio dado a conocer recientemente, al menos 2.5 personas de cada 10 que meditan regularmente aseguran que esta actividad ha provocado en ellos, más bien, emociones como la angustia o el miedo.

La investigación fue llevada a cabo por un equipo dirigido por Marco Schlosser, psiquiatra adscrito al University College de Londres, y en términos generales, consistió en hacerle una encuesta a mil 232 personas que dijeron haber meditado al menos una vez a la semana durante los últimos 2 meses. Además de preguntas sobre los estados emocionales, el cuestionario repartido entre los voluntarios también incluía preguntas sobre el tipo de meditación practicada y las condiciones de realización de la misma.

Al analizar los resultados, Schlosser y sus colegas encontraron que cerca del 25% de dicha población había tenido "experiencias desagradables" que relacionaban expresamente con la meditación, entre ellas, haber experimentado emociones como la angustia, el miedo y otras asociadas con la perturbación psicológica. 

De acuerdo con el estudio, esta experiencia negativa con la meditación fue aun más probable en mujeres, individuos religiosos, personas que ya antes de meditar tenían pensamientos negativos recurrentes y personas que habían asistido a un retiro cuyo único propósito era meditar.

Finalmente, los resultados sugirieron otra asociación entre el tipo de práctica realizada y dicha experiencia negativa. Al parecer, las formas de meditación consideradas "deconstructivistas" (como la meditación zen o el vipassanā) son más proclives a "despertar" el lado oscuro de la gente, en comparación con otras formas de la práctica, como la llamada atención plena (mindfulness).

Sobre este último punto, Schlosser acota que la meditación en donde se invita a considerar la impermanencia de todas las cosas (su transitoriedad, la fugacidad del mundo) puede llevar a algunas personas a un estado mental inquietante, dominado por pensamientos de miedo y aniquilación. Al respecto, el investigador se pregunta si la meditación se trata realmente de esto o si es capaz de generar sufrimiento innecesario en el practicante.

Con todo, valdría la pena hacer esta pregunta: esos pensamientos "negativos" que los voluntarios dijeron experimentar, ¿fueron consecuencia de la meditación o estaban ya ahí antes de ésta? Y en ese sentido, frente a aquello que se encuentra en nuestro interior, aquello que nos constituye como individuos y se expresa cotidianamente en nuestros actos y nuestras decisiones, ¿qué es mejor, conocerlo o ignorarlo?

Cabe mencionar, por último, que no son pocos los sistemas de pensamiento que hablan de "morir antes de morir" para poder renacer en esta misma vida. Esta es una consideración en donde coinciden lo mismo escuelas filosóficas que religiones o corrientes espirituales. Quizá la angustia no sea agradable, pero es necesaria. El temor que en Occidente solemos tenerle a la muerte (a la cual evitamos a toda costa, con distracciones de todo tipo) nos impide darnos cuenta de que, frecuentemente, la angustia que nos despierta es el fuego que el espíritu necesita para purificar su visión y mirar con claridad el valor auténtico de la vida. 

 

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