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Estas son las 6 dimensiones de existencia en las cuales puedes reencarnar según el budismo

AlterCultura

Por: Jimena O. - 05/15/2019

Borges describe los 6 diferentes senderos de la transmigración en el budismo

Como la gran mayoría de las religiones que nacieron en la India, el budismo tiene como uno de sus postulados básicos la teoría del karma -muy de la mano de la teoría de la reencarnación-. Pese a que en el budismo no se cree en la existencia de un alma, o al menos eso es lo que la mayoría de los maestros budistas han defendido (pues existe cierta controversia sobre si el Buda enseñó realmente la teoría del Anatman), existe una continuidad mental que es meramente un agregado de impresiones, una inercia kármica. La causalidad en el plano del samsara o el mundo del devenir es inexorable. Lo que se busca es, justamente, detener esta rueda.

Aunque el budismo es no teísta, esto no significa que no se crea en la existencia de los dioses. El Buda interactúa con Brahma e Indra frecuentemente. Pero se sostiene que los dioses también son seres contingentes, habitantes del samsara, y como tal, tampoco tienen una existencia eterna. Pese a estar en lo más alto del mundo, también habrán de caer y sufrir. Es por eso que se valúa más el "precioso cuerpo humano", pues aparentemente ningún otro plano de existencia es tan propicio para buscar la liberación, encontrándose en un plano intermedio, equidistante del placer casi eterno y el dolor casi eterno, con la justa mezcla que llama a practicar el dharma.

En la última parte de su vida, Borges se acercó al budismo y encontró en las enseñanzas del Buda una gran afinidad. Antes su filósofo favorito, Schopenhauer, había hallado lo mismo. Además de pronunciar una famosa conferencia incluida en sus Siete noches, Borge escribió varios artículos sobre el budismo. A continuación compartimos un texto en el que Borges describe los seis caminos de la transmigración de una manera muy agradable, con su infalible literatura. 

1) La condición de dios (deva). Estos seres han sido heredados de la mitología indostánica y, según ciertas autoridades, son treinta y tres: once para cada uno de los tres mundos. Deva y Deus proceden de la raíz div, que significa «resplandecer».

2) La condición de hombre. Esta es la más difícil de lograr. Una parábola nos habla de una tortuga que habita en el fondo del mar y asoma la cabeza cada cien años y de un anillo que flota en la superficie; tan improbable es que la tortuga ponga la cabeza en el anillo como que un ser, después de la muerte, encarne en un cuerpo humano. Esta parábola nos insta a no desaprovechar nuestra humanidad, ya que sólo los hombres pueden alcanzar el nirvana.

3) La condición de asura. Los asuras son enemigos de los devas y parcialmente corresponden a los gigantes de la mitología escandinava y a los titanes griegos. Una tradición los hace nacer de la ingle de Brahma; se cree que habitan bajo tierra y que tienen sus reyes propios. Afines a los asuras son los nagas, serpientes de rostro humano que moran en palacios subterráneos, donde conservan los libros esotéricos del budismo.

4) La condición animal. La zoología budista los clasifica en cuatro especies: los que no tienen pies, los que tienen dos pies, los que tienen cuatro pies y los que tienen muchos pies. Los jatakas refieren vidas anteriores del Buddha en cuerpos de animales.

5) La condición de preta. Son réprobos atormentados por el hambre y la sed; su vientre puede ser del tamaño de una montaña y su boca como el ojo de una aguja. Son negros, amarillos o azules, llenos de lepra y sucios. Algunos devoran chispas, otros quieren devorar su propia carne. Suelen animar los cadáveres y merodear por los cementerios.

6) La condición de ser infernal. Sufren en lugares subterráneos, pero también pueden estar confinados en una roca, un árbol, una casa o una vasija. El Juez de las Sombras habita en el centro de los infiernos y pregunta a los pecadores si no han visto al primer mensajero de los dioses (un niño), al segundo (un anciano), al tercero (un enfermo), al cuarto (un hombre torturado por la justicia), al quinto (un cadáver ya corrompido). El pecador los ha visto, pero no ha comprendido que eran símbolos y advertencias. El Juez lo condena al Infierno de Bronce, que tiene cuatro ángulos y cuatro puertas; es inmenso y está lleno de fuego. Al fin de muchos siglos una de las puertas se entreabre: el pecador logra salir y entra en el Infierno de Estiércol. Al fin de muchos siglos puede huir y entra en el Infierno de Perros. De este, al cabo de siglos, pasará al Infierno de Espinas, del que regresará al Infierno de Bronce.
 

(Con información de Borges todo el año)