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La humanidad se encuentra en un momento clave para su futuro como especie

En los tiempo que corren, no son pocas las voces que auguran una especie de catástrofe final para el ser humano. Profecías de ese tipo no han faltado en nuestra historia, pero lo cierto es que actualmente varios signos parecen alentar estos presagios ominosos; el principal de ellos es sin duda el estado crítico en que se encuentra el medioambiente en general, por causa directa de la actividad humana. 

La contaminación con materias diversas de los suelos, los mares y aun el aire, el exterminio de cientos de especies, la sobrepoblación, el riesgo potencial de una epidemia… En fin, la verdad es que el contexto general en el que vivimos no parece muy alentador para nuestra sobrevivencia, y más aún porque no parece haber ninguna medida puesta seriamente en marcha para solucionar esta situación.

Con todo, ciertos esfuerzos importantes están enfocados en un campo diametralmente opuesto a esas necesidades urgentes. Como es sabido, no son pocos los proyectos en el mundo que están en busca del perfeccionamiento de la inteligencia artificial, con el objetivo de conseguir una especie de supercomputadora que imite el funcionamiento del cerebro humano y eventualmente reemplace a nuestra especie en determinadas acciones.

Esta búsqueda, sin embargo, como la del Dr. Frankenstein en la novela de Mary B. Shelley, podría ser nuestra ruina. Al menos así lo han considerado varios expertos en el tema, como los empresarios Bill Gates y Elon Musk, el autor Jeff Nesbit o el científico Stephen Hawking, quienes desde su respectiva posición han expresado sus reservas hacia las ambiciosas pretensiones de los desarrollos en inteligencia artificial.

Grosso modo, el punto de vista que se opone la inteligencia artificial toma en cuenta dos momentos capitales en el desarrollo tecnológico: la primera década del siglo XX y los años intermedios del mismo período; cada uno estos momentos desembocó en dos de los conflictos bélicos más cruentos de nuestra historia. 

Pero si bien estos fueron momentos emblemáticos, lo cierto es que cada vez que el ser humano ha hecho un salto tecnológico, ese conocimiento se ha empleado para matarnos entre nosotros. La metalurgia, el descubrimiento de la pólvora, la invención del motor, la manipulación de la energía nuclear… prácticamente no hay tecnología que no haya sido usada en una guerra.

En ese sentido, los personajes mencionados se han preguntado cuál será el uso bélico que se le dé a la inteligencia artificial y, más aún, si la "automatización" y "despersonalización" que su uso implica no provocarán una hecatombe todavía más extrema que las que ya se han vivido. Si en Japón en 1945 bastó apretar un botón para matar a millones de personas, ¿qué ocurrirá cuando sea una inteligencia artificial la que se encuentre detrás de la orden de exterminar seres humanos?

Al respecto, en julio de 2015 Musk, Hawking y otros firmaron una carta en la que, entre otras consideraciones, se decía esto:

Las armas autónomas son ideales para tareas como los asesinatos, la desestabilización de las naciones, el sometimiento de las poblaciones y la matanza selectiva de un grupo étnico en particular.

El enfoque radicalmente opuesto es el de Ray Kurzweil, inventor y futurólogo y uno de los mayores entusiastas de los beneficios de la inteligencia artificial para el destino de nuestra especie. Kurzweil ha elogiado en varios momentos el papel que la inteligencia artificial ha tenido en años recientes en campos como la medicina, el transporte, la educación y varios otros, lo cual podría parecer argumento suficiente para continuar explorando en dicho ámbito. De hecho, Kurzweil asegura que las investigaciones en inteligencia artificial podrían llevar a ofrecer la inmortalidad a la especie humana. Así es: la inmortalidad.

En este punto, cabría preguntarse si el planeta necesita verdaderamente seres humanos inmortales y, más modestamente aún, si nosotros mismos, como especie, necesitamos ser inmortales. 

Más allá de las probabilidades (remotas o reales) de uno u otro escenario, el Apocalipsis o la inmortalidad, el solo planteamiento de cada uno debería bastar para preguntarnos por la dirección que estamos siguiendo como especie, y si queremos seguir encaminándonos a ese objetivo.

 

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